miércoles, 23 de diciembre de 2009

Qué tarde se hizo ya...


Pasaré por tu casa esta noche a buscar el último de los recuerdos. Sabés? hace frío un poco y me preguntaba quien de los dos se habrá quedado el abrazo primero. Hacía tiempo que no te escribía con estas ganas de quedarme un rato a tu lado, con esas cosas de siempre, hablando hasta que se nos acabe el aliento.
A veces está bien escribir desde este lado de las cosas, sin lunas ni estrellas, ni magia, sin manos en los bolsillos, sin cabezas gachas, sin odios, sin rencores. Acá las promesas faltan de vez en cuando, y te digo que las calles siempre como que llevan tu nombre rodando por ahí.
Hay veces que hasta me parece verte todavía cruzando mi balcón. Qué tonto no?
Yo que me aferro a las huellas, y el viento, la lluvia, la marea, las tardes grises, tienen la costumbre de soltarte y dejarte ir. Debería hacer lo mismo.
En terapia hablo de las veces que amago con irme, que una vez por todas estoy lejos de vos. Que ya conozco las consecuencias del olvido, y que por ahí me haría bien dejar de pensar tanto todo.
Las palabras suelen ser traicioneras, y la mente se juega un partido de truco mientras el ancho de espada duerme plácido en el filo de tus ojos que vienen y no. Que ya no espero pero recuerdo, que olvido pero que traigo. Esas pequeñas cosas que tiene el amor. Aprendemos tarde, asumimos después que los errores sirven, que la práctica está bien. Que es mejor así, sin esperanzas, y yo de a ratos me la creo. Y vuelo. Vuelo sabiendo que estoy lejos de vos, y no es capricho. A vos te fue más fácil olvidarte todo. Admiro lo práctico que se ve todo desde las pestañas que te enmarcan los ojos. Que ojos!
La paciencia es distinta estos días. Siento que el año que viene voy a poder ver todo diferente, que ya va a pasar, que no es para tanto. Me fumo un cigarrillo, subo el volumen de la música de Tina Turner, me imagino yendo hasta tus rutas… y miro la hora al pasar.
Cierro la ventana del balcón, me pongo un sweater y camino hacia adentro. Qué tarde se hizo ya.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Vos y tus preguntas

Caminábamos los cuerpos como avenidas transitadas antes, pero con la sorpresa de los lugares nuevos. Ibamos de un lado hacia el otro, sabiendo de memoria los mapas que sospechábamos con tu boca y mi boca. Y sobraba la piel por todas partes yendo de puerto en puerto; desparramamos las piernas, y volaban los balcones como preguntas silenciosas de los labios curiosos. Llegamos hasta aquellas esquinas, y doblamos los torsos, y las lenguas, y el silencio sólo al final, dejó entrever algo de paz.No podía creer ese arte en tus manos, la geografía permitida de las caricias que iban y volvían a pasar por cada una de las curvas. Yo no recuerdo bien cuando te fuiste. Sentía aún el olor de la noche. Mi aliento tibio te despidió con un quejido, con una fruta inhabitada que vos despertaste. No sé porque algunas noches suelen ser tan breves, como los inicios que se quedan para siempre en los rincones húmedos.

martes, 15 de diciembre de 2009

Tener derecho al olvido


Todos tenemos derecho a estar en paz. A dejar por fin los dolores matinales, esa fiaca exagerada por mantenerse en la cama más de la cuenta, cebar el mate, poner la pava, encender uno de esos sahumerios que se vende a cientos por un peso. Abrir la ventana de par en par, sentir el aliento fresco de los otros que llegan de todas partes, la luz tibia y tilinga del sol avisando que el comienzo de otro día de tranquilidad absoluta.
Prendo la radio, pregunto la hora, miro las sillas expectantes con sus lomos viejos y gastados. Al techo le hace falta una mano más de pintura, y pienso este lunes, martes ya casi de madrugada, serpentinas de nubes y luces frescas que llegan desde la montaña mejor pensada. Éramos entonces un par de fotos abandonadas, ahora mejor con sus patas de pollo, con su mirada desconocida para mí, con los andenes tatuados a los domingos cuando solo. Su boca ahora otra boca, sus pasajes sin callejos y sin salida también.
Esos recuerdos de puta madre, eso viajes divertidos a los lugares que nos prohíben imaginar o soñar, volar las costas, los mares, zigzaguear la suerte, los preámbulos, los miedos.
También tenemos derecho a pensar mejor, a enfrentar al olvido como una única solución, de vencer las ganas de llamar, la insoportable manía de ausentarnos del dolor.
Ya he pasado todo eso…
Ahora que las horas son más tiernas, que me pregunto primero cómo ando antes de pronunciar tu nombre. Ahora que los números me cierran, que ya no te sueño exageradamente en brazos de otro, que no siento ni te ausento. Ahora que prefiero que me quieras como un perro, para que no haya vueltas, que es preferible tus palabras insoportables a los regresos fragmentados, a tu indecisión por no decidirte, al aleteo semejante de una lucha interminable que no me deja en paz. Ahora que he resuelto mis manías y soporto la soledad más que nunca, que el disfrute del mar es sólo un capricho que los muchachos no entienden y cigarrillo perdona. También es cierto que no veo tu figura de siempre, que es verdad, que ya es un avance, que viene cantando el olvido y arrasa con todo. No lo esperaba así.
Las promesas ya son ficción, queda una sensación extraña de huesos quebrados, de horas de ventanas y zaguanes, de permisos, de trucos y flores, de envidos, falta olvidos, pentagramas que no me oyen ni canciones que se parezcan a vos.
Todas las mañanas me levanto junto con todos mis responsabilidades bajo saltando del balcón hasta los lugares que quiero y me imagino inmensamente libre por ahí. Tal vez ya no sea decisión tuya, esto nunca pasó antes.
Creo que de alguna manera, todos tenemos derecho al olvido, a estar en paz, a dejarnos de joder de una vez por todas. Y lo digo con toda la esperanza del mundo, con rencor justo de los finales cerrados, de las veces que parecieron y no fueron. De estas cosas, me despego. Y me siento cómodo, frente a la costa… a ver los barcos partir. Como pequeñas imágenes, como películas repetidas, como finales cursis, levanto la mano con la paciencia de no verte más, por las veces que te esperé, por las veces que no volviste y por las otras veces también.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Te ibas lejos esa tarde


Desde la ignorancia hasta sus huesos había un mundo. ¿Por qué será que la gente deja de contestar siempre? Uno se esfuerza en mandar un mensaje, un mail, un llamado y el silencio gigante resulta ser la única respuesta posible de los dioses. Y aún así, ¿existe un dios omnipotente? Me preguntaba que sería de las calles desiertas, de las luces naranjas, de los mares abiertos, de ese cielo enorme de barriga quieta.
La soledad es una época tranquila de tiempos mejores. Es la distancia de palabras que se sumerge en las olas que besan la arena. Desde estas costas posibles sus ojos son como marejadas de preguntas que no me llegan nunca. El solitario desenlace de los mates fríos, de las tardes mareadas de alcohol de vinagre, de pasos firmes y sandalias rezagadas.
Igual sabía que no ibas a responder. El fracaso de las horas resulta ser un poco más atento que tus voces. Trataba de escribir lo que no me sale, ¿no te pasó alguna vez que querés decir algo pero que no hay palabras? Digo, hay cosas que no pueden describirse… no sé, lo que se te ocurra. pero hay oportunidades en la vida en que las palabras están de más. Que no sirven, como que estorban.
Y el pecho se hunde…. o lo sentís como inflado o ancho, y de repente todas las cosas del mundo se sobran. Bueno, eso es parte de la soledad. Si sentís que las calles se ven reflejadas en tus ojos, o como que los balcones son gigantes… o las veredas de hunden poco a poco en una misma sensación de finales sin respuesta,. Digo, pregunto por si acaso, no hay presupuesto para el amor? ¿Dónde están los mapas Adrián? ¿Cómo que no hay?
¿Y los presentimientos? ¿Qué será de las veces en que uno vuelve a las cosas de siempre? Yo quisiera que volvieran tantas cosas que ya no vuelven. Val me habla y no la entiendo. ¿Qué me decis?
Te ibas lejos esa tarde. Yo alcanzando los abrazos a tiempo, vos volando los horizontes con dinamita, con pedazos de luna arrancados de cuajo, con una sola palabra en la boca que era veneno y estigma.
Te quiero como a un perro, dijo. Sostenía en las manos un punzón filoso que acababa de salir suave de mi vientre. De los ojos quedaron los huecos, como estantes vacíos que sospechan los libros, miles de historias de gente como uno. Te ibas lejos esa tarde, como tartamudeando los pasos hasta perderse diáfanos en un mundo creado sólo para tus escapes. La soledad se escondía por ahí, detrás de un montículo de voces repentinas que huyeron todas a la vez. Es cierto, las calles estaban distantes cuando uno quiere llegar rápido a todas partes.
No llegué a ningún lado, recuerdo. Sentado con las manos abiertas, con el pecho envuelto en las cosas que nunca decimos, en los domingos de siempre, en este sillón gris de paciencia gratinada; como sabores salteados, o esquinas o motos o puertas que ya no se abren. Ya nadie entra desde estos lugares, ya casi ha pasado lo peor, digo, mientras sumerjo mis manos en la pileta de la cocina. Destejo el pecho un poco, suspiro hondo y profundo, como sabiendo que las cosas no salen solas. Que hace falta lucharla un poco más.
Inventaba un par de comillas y paréntesis mientras decías esto. Yo por mi parte he detenido mi búsqueda, me conformo con los mates infaltables a esta hora, ¿perciben al silencio entrando por la rendija de la puerta? quieto el paso de las cosas, levanto la cabeza por fin para inventar otras historias, para darle paso al aire fresco que golea la ventana. ¿Y esa música? ¿Oyen esa música de tambores y finales?
Te ibas lejos esa tarde. Y bueno, andate. Total, yo me quedo mientras tanto haciendo tiempo con el destino, jugando a las cartas, o mirando la tele. Para mi es más fácil quedarme. Para el mundo entero es más fácil quedarse así. Al fin y al cabo no somos de ninguna parte, no pertenecemos ni acá ni allá. Somos energía, cuerpos celestes en constante movimiento, somos carne fresca, facturas de domingo, sillas de cristal, ventanas de caramelo y alfajores. Te ibas lejos esa tarde, es cierto. Que bueno que en algunos lugares no haya esquinas para pegar la vuelta. Porque así es mejor, yéndonos recto, derecho a hundirnos despacio en el horizonte que aguarda también. Al final, todo es como una ruta, como ciudades nuevas, como pueblos desconocidos, como playas flojas. Estamos acá esperando que las nubes se vayan, que el agua se caliente, que alguien destape una pregunta cualquiera.

lunes, 30 de noviembre de 2009

¿No te pasó alguna vez?


A veces tus ojos son como misas. Como pequeños paréntesis que trato de descifrar y no puedo. Me gustaría tener la facilidad de llegar hasta aquellos lugares donde la emoción del abrazo primero signifique apenas algo más que un simple susurro de huesos. Y este lugar esta bueno, sirve para escribirte, en el momento en el que yo necesito y sirve para que vos lo leas cuando puedas, cuando tengas ganas, o logres tirarlo sin leer (es otra opción, pero vos te lo perderías, eso seguro). Sirve para achicar las distancias, para que los silencios dejen de ser rectángulos con formas de nubes, sirve también para tener la sensación primitiva que estás por ahí, muy cerca de todas las cosas que toco. Es increíble todo lo que provoca el roce tus labios primeros yendo de un lugar hacia el otro, sin permisos, me cuelgo detrás de tu mirada, que se escapa a veces, otras veces huye dejando todo en calma. Y ahí me siento diminuto y pequeño. Ridículo me sumerjo entre las eses que espero, en los contornos de otras figuras parecidas a tu sombra. Y después de haberte ido, me reduzco a un niño; como si fuera un nene chiquito de tres o cinco años y sin energía de nada. Y Solo quiero dormir. Dejo de lado la expectativa, la espera sincera. Ya todo terminó tan rápido, que siento que el tiempo resulta poco para apretarte con todas las ganas que tenía de hacerlo. Me pasó algo terrible: Sabía que el olor que habías dejado en mi ropa se iba a ir rápidamente, mucho antes de que vuelvas. Eso fue duro. Y pensé que mejor sería no esperar otro encuentro. Que iba a ser muy larga la espera. Casi es más fácil olvidarte que esperarte. Esperarte es doloroso, es sentir la falta que provoca tanto deseo. Ojalá pudiera olvidarte para no desearte más, duele desearte, y ahora encima ya sé que es muy lindo apretarte, olerte, besarte. Por qué no pude dejar de besarte, Dios!, será porque se que vos no podes volver cuando yo lo necesito –siempre?. No quiero dejar las cosas así. Faltó algo, quiero conocerte más, quiero que los dos la pasemos bien. Te prometo DEJARTE IR y perdón por prenderme de vos así. Te dije que me gustaba tu PIEL y te reíste. REITE. No es fácil decirlo, es más, puede dar vergüenza, y si al otro no le gusta tu piel tanto como a vos, quizás no lo entienda y se ría, como vos lo hiciste. ¿Sabes porque me gusta? porque sentí en ese momento que yo había probado esa misma piel otra vez, ese perfume y ese olor, como un gusto conocido, como un antiguo placer vivido. Como tener lo que tuve hace mucho tiempo con alguien que se parecía -como ya te dije- mucho a vos. Ese alguien imposible, inalcanzable y otra vez me engancho con esto, que es justamente con lo que no “debería” engancharme y sí... me vuelve a pasar... me gusta que sea así, me atrae demasiado esto, y no me lo quiero perder. También te dije que es tu olor el que no quería perder. Una mala noticia para mí, tu olor ya se fue. Una idea: comercializalo: es muy rico. Yo lo compraría, para recordar la sensación de tenerte cerca. Te dije que no tenía LIMITES, quizás la mayor o única limitación que necesito cruzar es la distancia, cuando tengo una oportunidad como la de ayer, y puedo cruzarla, cuando puedo empezar a tocar, cuando lo otro me atrae tanto, necesito estar cerca, lo único que quiero es estar cerca, no me quiero despegar. Sabía que sólo había media hora. Y ya me había como emborrachado con vos. Perdoname, pero si volves... quizás me vuelva a pasar. Vos podes pedirme que me aleje, sí, aunque me cueste haría caso, soy OBEDIENTE. Ahí salió mi EDIPO, a uno cuando le pasan estas cosas, cuando con tanta furia quiere “comerse a alguien” a besos, a abrazos, seguramente ese alguien despierta recuerdos, deseos, viejos anhelos reprimidos, prohibidos. Y salta ahí “seguro” la relación con el padre o madre. Porque esa necesidad, gran necesidad que tengo de tener a alguien “prohibido”, “difícil”, “imposible” como sos vos, es la necesidad de recrear esa sensación, esa experiencia infantil vivida cuando chico. Esa distancia enorme, ese deseo de estar con vos y no saber cómo, no poder acercarme, porque no demostras interés por hacerlo, solo se te veo distante, inalcanzable. Me gusta la INTENSIDAD, por eso te apretaba tanto. Con la MIRADA también se puede ser muy intenso, y a veces, no es fácil empezar a ser intenso con el cuerpo y mantener la mirada, como antes de empezar a tocarse. Es como mucho el primer día. Me imagino ahora lo que debe ser poder hacerlo, mirarse y tocarse intensamente, en un mismo acto, al mismo tiempo. Lo único malo: te alejás y todo eso te FALTA: eso es el DESEO, una falta de algo que tuviste y que ya no tenés, porque no te pertenece, o de algo que nunca tuviste. No es una necesidad, la necesidad se satisface y chau. El deseo, se puede apagar o no (en este caso se pudo un rato y creo que no todo), y después..... volvés a faltar. Pase lo que pase, está bien. Pero te pido esto: no dejes pasar mucho tiempo si vas a volver, y dame más tiempo, o un poco más: media hora no es nada. Es solo un momento más que te pido para no quedarme con tantas ganas y que se pierda esto. No quiero que se me vayan las ganas de estar con vos por esta distancia que a veces los hombres necesitamos poner para que no joda, no se ilusione, no se la crea. No soy de joder a nadie, no es mi estilo y ya te vas a dar cuenta de esto. Dejame hablar de SEXO, solo eso quiero, una vez más –mentira- las que sean. Si hay algo que no me gusta es especular ni intentar atrapar, prefiero SOLTAR. Solo toco cuando puedo y me dejan. Solo quiero lo que me quieren dar. Lo demás... no me interesa... porque no es para mí. Yo se que si no volvieras, me perdería de conocer a alguien a quien puedo desear. El deseo a veces resultar ser tan así, tan nada, tan lejos. Como una distancia que los pueblos no llenan, como mapas errantes que se confiesan que estás cerca. Que todavía presiento y siento. Esa dualidad del ser humano que nos hace primitivos y animales. Quizá ahora que la cerveza se acabó te preguntes muchas cosas. Yo me quedo con ese sabor que sólo tu piel tiene, lo demás son especulaciones de la gente. No les hagas caso. No entenderían ese choque de cuerpos torpes a media luz. O acaso, a vos, no te ha pasado alguna vez ese escalofrío en la panza, ese rechinar de huesos y esas ganas insoportables de querer volver a estar con alguien?

domingo, 29 de noviembre de 2009

Yo no Soy solo


Me había confundido todo. En este afán se saciar mi soledad mezclé todas las cosas, y de pronto me ví víctima de mis palabras, encerrado en los estados prematuros de mi conciencia, aislado de mis cosas, de aquello que me hace “ser”, existirme, sentirme como soy.
Hasta que por fin una noche de cigarrillos insoportables, de insomnsios exagerados, de guerras en mi cama con las sábanas y los quejidos del colchón, me pregunté si en verdad yo soy solo. ¿Qué somos? ¿Quiénes somos?
No tengo ni idea de mis respuestas porque después de la tercera cerveza comencé a sentir una terrible atracción al vacío, la música me envolvía como acariciándome todo con una suavidad inexistente que no tenía.
Gozaba de un concepto erróneo acerca de la soledad. Dicen que la soledad es ausencia de compañía, para mí es esa sensación de vacío. Uno bien puede estar rodeado de gentes e igualmente sentirse solo. Entonces, si esto era así, también estaba equivocado sobre lo que realmente significa estar o ser solo.

Y ahí entonces la pregunta que me acercaba Héctor, mi amigo sin comillas: ¿somos solos o estamos solos?
Y cuando intenté la respuesta fue mágico el catálogo de posibilidades que dieron origen a las probabilidades de estar más solo de lo que en realidad soy. ¿Yo soy solo? ¿es eso lo que pienso de mí? ¿es acaso eso lo que quiero para mí? dijo Matías.
Definitivamente no soy solo.
La soledad a la que le escribo es distinta. Hablo del desengaño, de los finales, de estar o no con alguien, de la ausencia de ese sentimiento semejante al amor. El amor-eros. Pero eso es sólo una parte de la soledad. Estar solo es todavía mucho más profundo y cruel. Y yo no soy solo. Soy esto, un escritor barato de madrugadas que piensa que la vida le debe una oportunidad en muchas cosas, alguien que disfruta la soledad con el gozo del tiempo bien invertido; alguien que se cuelga del balcón mirando la gente pasar, tratando de entender un poco por qué nos pasamos la vida extrañando justo a los que ya no están. Y entonces, como un suave click en mi cabeza, por esos comentarios que me dejan, por esas preguntas que divagan por ahí, me di cuenta que iba siempre a contramano. Ya lo había sentido en otras oportunidades, pero ahora tenía sentido. Es decir, me había convertido en una máquina de incorporar el sufrimiento, me alimentaba del dolor, de la ausencia, de los ojos inflados por llorar, de la bronca, del sentirme solo desde acepción más trágica de la soledad.
La tragedia quedó reservada para las comedias. Mi vida no es una tragedia. Si entiendo que es un despelote andante, que debería reeditar muchas otras preguntas, y resolver otros conflictos que nada tienen que ver con ser o estar solo.
Es decir, no abandono mi búsqueda. No dejo de esperar ni me resigno a nada. Sólo que hoy, desde este otro lugar me permito ubicarme en el rol de Daniel a secas. No soy Solo yo. Yo soy Daniel. Este pibe que se divierte con las mismas cosas de siempre, como vos, como aquel que pasa ahora justo debajo de mi balcón. ¿Somos solos? Me parece que me había confundido. Ahora estoy solo, no es un estado, es algo circunstancial. Mientras tanto.. justo ahora.. disfruto de este domingo londileño, con unos ricos mates con facturas.

Es cierto, estoy solo y eso podría cambiar ahora mismo.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Retroceda diez casilleros


No sé si puede reinventarse la vida. A veces cuesta volver a empezar. Creer sobretodo. Vivimos en un mundo tan incrédulo, desmitificado, donde predomina una sensación austera de cuestionar. De dudar del otro. Por eso es que pensé en dejar todo. Al fin y al cabo estas palabras ni siquiera eran mías. Después me puse a pensar en lo que uno hace, en las oportunidades que nosotros mismos nos damos, en el valor de haber cambiado, esa postura distinta que tenemos frente a lo simple. Y valoré entonces ese esfuerzo mío por levantarme de nuevo, por creer en la gente, por tener confianza en lo mío y lo otro. Claro que es muy probable que fracase. De nada sirve tener al éxito asegurado de antemano. Hoy por ejemplo, perdí. Pero a diferencia de otras veces, perdí de pie, con la frente bien alta, y el alma tranquila. Perdí ya no por mí, no perdí por no haberme arriesgado, no perdí por esperar ocho meses, no perdí por haber dicho te amo cuando realmente así lo sentí, tampoco perdí por pedir otra oportunidad. ¿Sabés por qué perdí? perdí porque la vida nos enseña, con el tiempo, que a veces se gana y otras veces se pierde. Y está bueno perder. De ahí aprendemos.Y no digo que sea fácil levantarse y hacer de cuenta que acá no ha pasado nada. Claro que pasó de todo! Afuera pasa de todo. Levantarse también tiene ese gusto a revancha, “esta vez no fue, Daniel” me digo en paz. Y seguiré buscando aquello que me falta. Esas carencias que le dan sentido al estar vivo. Cuando uno se la juega y pierde, queda ese sabor amargo al principio, pero después comprenderás que perder así vale la pena. Uno tiene que estar entrenado para la derrota, el gusto de la victoria tiene ese qué sé yo que lo hace diferente. Valeria con una hija, sola y viviendo en la casa de su mejor amiga, se ha levantado. Yamila se ha levantado. July, que perdió su tortuga desde un segundo piso de la calle Julián Alvarez, se ha levantado. Amalia se ha levantado. Lili que perdió una hija y yo a mi mejor amiga también nos hemos levantado. Ana con una costilla fisurada se levanta todos los días. Mati que me contó lo de su abbuelo también se levanta. Mi vieja que la veo ya cansada de las madrugadas, todos los días se levanta. Mi vecina del 5º A, sola y malhumorada se levanta igual. Fernando obsesivo con un amor prohibido y poco probable se levanta todas las mañana a trabajar. El trapito de la clínica de abajo con frío se levanta.Y yo hoy la verdad, tenía muchas ganas de quedarme durmiendo. Dormir y dormir hasta olvidar. ¿No te pasó alguna vez? pero bueno, es como en el juego de la Oca. Callejón sin salida, retrocedo diez casilleros y vuelvo a tirar los dados. Nunca se sabe las vueltas de la vida.

martes, 17 de noviembre de 2009

Canción melancólica para violín


1
Te miraré al pasar con la sensación de haberlo entregado todo.
¿Sienten la noche acabarse abrupta en el mar?
No es nada, me digo. Me doy vuelta contra la pared y el mundo se sumerge húmedo en los cristales finos.

2
Acompaño mi codo hasta la esquina y de ahí vuelvo hasta la misma puerta de entrada. ¿No tienen la sensación de haber estado acá antes?
No es nada, te digo. Y doy vuelta la pared y al mundo húmedo.

3
Y los finales son siempre así de cristales.
¿dónde empieza el mundo o los muros?
No es nada, me dicen. Y doy vuelta la letra de ésta canción
para verte pasar con la sensación de no haberte llegado con nada.

lunes, 16 de noviembre de 2009

¿Qué cosas habré hecho mal?


Se me ocurrió algo. Por ahí te parece una locura compartir mis cosas, al fin y al cabo vos y yo estamos solos. Digo solos en el sentido más vacío de la palabra. Muchas veces nos pasamos la vida pensando que los otros están mejor, que ya han encontrado lo que buscan. Y entonces, nosotros, voy y yo ahora, solos, pacíficamente quietos de este lado del mundo, empinando las voces que nadie oye como una turbia serenata de compases afónicos que no dicen nada. Te acordás de los comienzos?
¿Cuanto hace que estamos así?
¿Cuanto hace que no te dicen algo lindo al oído?
¿Cuantas noches embestiste tu cuerpo blando contra otro cuerpo igualmente blanco y atlántico? ¿Quien maneja los tiempos de uno y otro? ¿Quien inventa los escenarios de la vida? Digo, porque yo no he elegido estos finales de vino y cigarrillo. Y me preguntaba de paso qué cosas habré hecho mal.
Viste que uno se cuestiona todo cuando se siente rezagado. Claro que me gustaría estar riéndome con alguien de las cosas tan estúpidas de la vida. Carcajear de sólo pensar las vueltas que tiene este mundo. ¿Por qué la luna nos muestra siempre la misma cara? digo, ahora que mi cigarrillo se acaba y las canciones tristes del mundo me llevan por la costa donde me siento tan dueño de mi mismo.
Y se me pone la piel de gallina de verme tan tirado acá, justo acá, en el mismo carajo de todo; sencillo y práctico, volviendo hacia atrás, corrigiendo palabras, pensando las copas que compro para usar una sola. Un vino tinto color sangre, sudor de los pensantes que se ahogan sin querer en las risas simples que amagan compañía.
Ves? no puedo no sentirme lejos de la gente que quiero. Ensayo mis brazos hacia otros brazos, que son como pequeños puertos; húmedas caricias de madera y silencio.
Creo que ya debe ser tarde de madrugada, porque los autos ya no corren con la prisa de los mediodías y por fin encuentro la paz que mi cabeza no me permite.
¿Por qué tengo está manía se pensarme así?
Mirá, busco entre las cenizas blancas otros rostros blancos también que no llenan los roperos. Encojo mis hombros y me veo niño, vos y yo, floreciendo caricias que nos permiten desear lo que –pensamos- otros tienen.
Digo, alguien en este mundo debe ser felíz a su manera. Desinteresada de los ojos de barro, de los omoplatos huesudos, alguno debe sentirse plácido y completo en esta noche dieciséis que aplaude otro año.
Un bandoleón de risas melancólicas que nos cuestionan la mesa, las uñas, el cielorraso. ¿Viste el cielorraso? le hace falta una mano más de pintura.
¿Quién habrá dejado las cosas inconclusas? ¿Con qué propósito?
Yo escribo esta carta mientras los ojos se me achican. Me preguntaba qué será de esos días completos. Me inundo de tu sonrisa estática que ya no marea, hasta quedarme inclinado, abrazado a mis rodillas y arrinconado en esta noche de golpe. Qué suave parecen mis labios en el vino. Enciendo otro cigarrillo de guitarra y violín, y me parece haber oído pasar tu nombre por la vereda. Qué tonto, no? ¿Cómo se me va a ocurrir la idea de que vengas por acá? Si los solos esperamos. Esperamos eternamente que el destino nos dé vuelta la cara de un revés.

Sin ir más lejos


Me puse a pensar el color que tomaría la soledad. O si tuvieramos la posibilidad de ponerle un perfume. Qué sabor tendría en la boca un caramelo de soledad?O sea, no quiero que piensen que todo con los solos es triste. Hoy, sin ir más lejos, he sentido que las cosas suceden así por algo. Y ahora soy yo quien necesita de la paciencia. Suena absurdo sentirse esperando todo el tiempo sin que nada llegue. Una devolución, una pared, una símbolo. Los gestos del destino suenan más bien como un reclamo que no me interesa.

Sí ya sé, debería dejar de comer tantas harinas.

Lo de Marta fue distinto, ella habla de la soledad de los hijos, de lo que se van, de los que huyen al descampado aroma de la vida transeúnte. Pero que injusto es el relámpago de la vida! Por dios! debería dejar de hablar así también.

La soledad tiene que ver con uno mismo, explicaba. Con lo de adentro. Los solos esperamos, tenemos la virtud de acomodarnos en los mejores lugares del mundo, erguidos y fantasmagóricos caminamos las calles preguntando nombres inexistentes casi. Muchos se detienen en los teléfonos públicos y simulan llamar a alguien. Otros se desparraman en los café, piden una taza caliente de té, abren las servilletas de par en par con la blancura fresca de sus manos temblorosas. Y ahí se detienen unos cuantos minutos a esperar. Que paciencia!

Y después, medio inconsciente. medio bobo, mitad reloj, mitad calle, algún solo piensa revolcarse de ganas y tomar revancha y preguntarle al destino si es verdad. “claro que es verdad” susurra alguien desde atrás de los hombros, desde más allá de los horizontes capaz que alguno se ha olvidado las llaves. A ver, no quiero que piensen que la soledad es siempre así. A veces duele menos, a veces ni se siente. Ya no sé si por costumbre o por la sola idea de conocer el final de los domingos. Es cierto, el tiempo termina acomodando todo.

Pero el mundo no se detiene para ver si llueve afuera, las cosas se siguen moviendo, el reloj sin ir más lejos da vueltas en círculos y una palabra se va anudando acá en mi garganta. Que no quiero decirla, que me cuesta pensarla, estornudo.

Nada cambia a las 4 de la madrugada. Pero queda la esperanza de mañana. Mañana, siempre será otro día digo. Y me recuesto sobre las rodillas de la noche tibia.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Las lunas de ayer

Yo no conozco el momento exacto en que las cosas terminan. Puedo decir que la vida tiene esta clase de situaciones que uno no maneja. Los principios, los finales, los paréntesis, y por qué no… estas transiciones, tienen el sabor a tiempo que los años traen. El destino será tal vez una pequeña gota de sudor, un grano de paciencia, a veces indefinido, a veces tan cruel como la sensación misma de vernos minúsculos.
En las calles pasa de todo. Los rostros se cambian de color o de postura como más les convengan, somos complejos transeúntes, animales primitivos que van en busca de la mejor presa.
Me preguntaba que sería de las relaciones humanas si tan solo nos animáramos a decir la palabra justa cuando el silencio rompe barreras. Que pasaría con las muecas, las burlas de las cosas inmóviles.
Si le diéramos valor al gesto simple de una mano franca chocando contra otra mano, si apreciáramos el abrazo convidado, el mate como un lenguaje prescindible de sonidos. Qué pasaría si algún día nos pusiéramos de acuerdo en no forzar una charla, o sentarnos tan solo unos minutos a interpretar el valor incalculable de una mirada que nos dice todo como quien dice a la vez “qué lindo la paso con vos”.
Miraba por la ventana de mi balcón hacia la otra ventana, ahí, en el edificio de enfrente. Una mujer sola se sienta sobre un pequeño velador y se deja paz. Seguramente una música suave la llevaría de un lado hacia el otro de los recuerdos. Se quedaría esperando que el teléfono suene casi toda la noche. Y miraría de reojo el reloj de madera que cuelga de la pared con el tic tac de los años que se nos pasan volando.
Imaginaba mis manos sueltas, mis pies llenos de caminos, el cielo entrando suave por la rendija del ventiluz de la cocina. Los ruidos como simples quejidos, murmullo constante de la gente que anda y desanda el asfalto como desatando espacios, como pidiendo permiso para tener la palabra.
¿Que pasaría con los discursos, con el orgullo, con los faroles naranjas erguidos, inclinados ante la noche sublime que nos abraza como pájaros?
Me preguntaba de paso, por los nombres que ya no nombro, los otros días que han quedado allá, atrás. Lejos todavía.
Enciendo un cigarrillo y la primera pitada la dedico al aire. Suspiro un par de zapatos, mastico la sensación temblorosa de un par de ojos inmensamente azules que imagino hoy; me veía entre estas paredes cuestionando tanto silencio. También, justo a mí se me ocurre quedarme con la noche encendida mirando a muchos que caminan por la veredas como quien regatea un poco de compañía prestada.
La noche se va al carajo y se embriagan las lunas templadas, y las promesas con ellas. Qué terrible pedazo de cielo miro desde mi ventana. ¡Y yo si nadie!, me quejo un poco.

martes, 10 de noviembre de 2009

¿Y ahora si vuelve qué?


1

Sus manos posibles llegando hasta mis manos. Tiemblo de sólo pesar la idea de sus puertas frente a las mías, de sus ojos como mares mirando mis puertos, de sus pestañas medio flojas, de la sorpresa que todas las cosas le dan. Y me imagino sus huesos flacos llenos de plumas y alas, volviendo a los primeros lugares donde todo nace. Esa música suave que germinan las esquinas, regresando también, pegando la vuelta.


2

Había miles de libros escritos en el medio de la plaza, todos llevaban su nombre. Como un zócalo, como un peldaño o un símbolo yo preguntaba sus días. Medio borracho de luna, fumando de paso.


3

Desde mis balcones, desde las vísceras de la ciudad, desde el barro en mis ojos, desde el aleteo frecuente de las venas, yo le veía las ganas de tocar timbre.


4

y digo ahora, ya que estamos así, como mano a mano. Ahora que el tiempo ha acomodado algunas cosas y los estantes en mis hombros y los tuyos están vacíos. Ahora que miro la hora al pasar y me veo las arrugas en las manos, ahora que me cuelgo mirando fotos como un melancólico hijo de puta. Ahora que asomas tus barcos y yo te presto apenas los mediodías. Ahora que hay espacios, me preguntaba si tenías ganas de tomar unos mates. Y caernos redondos, y volvernos humanos. Ahora que nos reímos de los charcos al lado de la almohada y nos miramos a la cara como diciendo, ¡hola como has estado tanto tiempo?


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¿y si vuelve, ahora qué?

lunes, 9 de noviembre de 2009

Pronósticos


Ya siento que va llegando el final. Es decir, se percibe en el aire ese aliento espumoso de los años que pasan. Agil y grotesco el cielo se inunda de montículos de recuerdos que pasan inadvertidos. Las calles se mudan de barrios como escapándole al destino, y se forman ciudades nuevas todo el tiempo, y los jueves se entreveran con los sábados y los poetas se embriagan de una extraña alegría que no les pertenece.
La soledad es mitad práctica y el resto, una imbécil sensación de fracasos. Ya todo pasó. Entiendo que esta mañana, por ejemplo será inútil no sentirme extrañamente vacío.
Los lunes suelen ser así.
Después de la paz de los puertos y las bocas, llega la semana con un vendaval de pronósticos que nunca se cumplen.
Los solos somos solos siempre.
Sólo que a veces esperamos la urgencia de lo imposible

sábado, 7 de noviembre de 2009

Desde el rincón de las voces mágicas


Que se yo que es el amor. Afuera en las calles pasa de todo. Las ventanas se inclinan con el hambre de los ojos puestos, los nombres se esparcen con el suave eco de un beso que ya no llega. Subo al colectivo y en el pasamano respiro tu aliento, y fumo tus lunes y los miércoles a la noche.Me asomo al balcón para verte no llegar, y tu silueta es un fantasma que anda por ahí, desatando mares posibles, y haciendo ruidos molestos como esta cama de todos los domingos. Te acordás?Qué sé yo que es el amor. Andaba yo distraído con mis libros pensantes, con las escaleras y tus brazos; el permiso quieto de querer llegar a tu vientre pasando por otras avenidas. Y llueve afuera. A lo lejos puedo ver tu corona de risas frescas, como estatuas en el medio de una manifestación de miradas entreveradas. Qué atrevidos estos dias que te pienso. Imagino mejor tu espalda desafiando las esquinas, sabiendo que siempre hay una vuelta, aunque no vuelvas.No tengo ni idea de cómo se hace un budín de pan, no sé decir tu nombre a capella, ni me gusta el mondongo, ni las milanesas de soja. Pero lo soporto.¿Acaso este domingo traerá el interés de tus pasos? quien sabe qué calles te buscan, que excusas te hacen retirarte despacio para no verme con ese cigarrillo en la boca buscando tu boca. Como un puerto o un faro.Yo, desde este principio y hasta el final me resguardo la voz para cuando quieras hablar.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Carta para un amor


Les escribo con la satisfacción de haber conocido un amor. De haber conocido al amor. Claro que han pasado varios años ya y todavía me resulta difícil olvidar el vino de su boca, sus ojos de prestados mirando al horizonte, sus abrazos interminables pidiéndome más. Dicen que se ama una sola vez en la vida. Yo tengo dos esperanzas: volver a encontrarlo y amar con todo lo que pueda. Esto ultimo resulta mas fácil, porque me he esmerado en anotar cada uno de los errores cometidos. Se aprende mucho desde los consejos de amigos, pero uno aprende mucho más desde la propia experiencia. La vida es así. Tiene ese presagio indistinto de la vida huyendo a la razón. De vez en cuando me permito recordarlo, como una licencia de la memoria, aunque el corazón duela y sienta de pronto como se fracciona en millones de minúsculos pedacitos.
Uno no entiende esas cosas de las oportunidades, y les aseguro que he tenido muchas. Sin embargo, por orgullo, por capricho o por idiota, he perdido una de las pocas cosas que amé en la vida. Tal vez fue fue esa seguridad de tenerlo siempre lo que me hizo perderlo para toda la vida.
Por eso siempre dejo ese consejo. Por mas que parezca absurdo o trillado, sugiero, imploro, ruego que si alguna vez sienten este sentimiento semejante al amor; si alguna vez conocen a una persona que se refleje en sus ojos y que los entienda sin mirarlos y les hable sin palabras, y los abrace sin pedirlo, les pido que no lo dejen ir.
Porque no hay nada mas triste que ese calor tibio del pecho ausente, de las caricias postergadas. No se imaginan la pena que da ver los rincones, con sus nombres por todas partes, el armario vacio por la mitad, el vaso sin su cepillo de dientes. Nada podrá jamás llenar esa sensación cálida de compañía eterna. Porque este, como ninguno, era un amor para toda la vida.
Ese amor sin fronteras, sin preguntas, sin cuestionamientos quedó atrás. Y yo lo quería para siempre. Como un bobo lo esperaba todo el día, lo iba a buscar al trabajo, le preparaba la comida. En que me equivoque? En muchas cosas. El amor también es eso. Equivocarnos. Y aprender de ahí en mas.
Claro que nos dijimos adiós. Nos dijimos adiós con un abrazo interminable, uno de esos abrazos que siempre dejan cosas pendientes.... Nunca me pude olvidar. Ya el tiempo ha pasado y nada ha curado.
Y la verdad yo no tengo ni idea como podría hacerlo volver. Capaz que ya no vuelve. Lo que si estoy seguro es que si algún día le llega esta carta, y decida regresar, sé como tengo que amar, de acá hasta el resto de mis días. Porque he aprendido la lección. He aprendido a enamorarme de sus defectos. Quizás uds. tengan razón y ya sea tarde. Pero que se yo. Todavía siento como late mi corazón cuando pienso su nombre. Y mientras siga latiendo. Mi esperanza jamas de derrumbara....

domingo, 1 de noviembre de 2009

¿Dónde andarán tus ojos hoy?


Me preguntaba donde andarán tus ojos, de escobas revueltas y persianas simples. Dónde quedará el abrazo requerido en el tiempo como un astronauta que silba bajo un himno de derrota y café. La luna, fiel y errática campana de las horas posibles, de los ausentes y los vagabundos que deliran por las calles donde todo está quieto por fin.

Y me preguntaba tu abrazo tibio y primero, aquel dulce sabor del cigarrillo que te transmito e inhalas quejándote. Los permisos hasta tu pelvis, sin permisos. Aquel aleteo lúdico de las manos que suben y bajan por todas partes. Dónde tu aliento suave para decir las cosas que a mí me cuestan, el patio trasero de tus huesos huyendo por la pampa seca de tus venas abiertas de par en par.

Me preguntaba también si es posible verte así, desde lejos me suena tu nombre que llega puntual hasta la banquina de mis labios, y se hace poeta en la costa bonita, y barco y faro.Yo soy felíz suplicándote palabras y horas, y más tiempo de relojes pensantes. Vos sos como una música que inspira. Como el aliento que llega ansioso y se escabulle por debajo de la puerta. Como un domingo de madrugada que da vueltas y vueltas hasta marearse de noche; ebrio la postura del cielo erguida, la sonata numérica de las mañanas que no se cuentan con el mate.

Y el diario que se lee, y las banalidades que esperan que la marmota se despierte de todas sus siestas.

Y me pregunto si será así este rincón posible. O si acaso habrá lugar en este mundo cotidiano para la sorpresa de tus ojos viniendo despacio desde allá…

jueves, 29 de octubre de 2009

¿Y ahora, quién ríe mejor?


Ahora que los pantanos se vuelven lunas menguantes, y los zapatos ya no pesan los pasos; ahora que el cielo se asoma desde el balcón como insinuando que ya todo pasó; que la gente camina las calles despreocupada de las circunstancias; ahora que ya no es hora; ahora, tarde, al fin, que me acomodo la espalda en la singular postura del que ya no espera.Ahora que la derrota se te nota en la cara, y yo pinto con acuarelas los mejores momentos que vivo.

Ahora que puedo estar conmigo, a solas, disfrutando este café, sencillamente radiante los pisos por donde me revuelco. Ahora que la ciudad te queda grande, y las esperas son largas, y las horas extensamente vacías.

Ahora que me adorno con los colores del tiempo, y camino con una música especial, como si no me importara nada de nada, y mastico suave, el sabor tierno de los años que me acompañan, y huelo desde lejos, ahora, la simpleza de las cosas comunes.

Ahora que tengo mis espacios, y reconozco cada centímetro de mi cuerpo como un mapa que leo, y ahora que cada canción que escucho me trae un sabor plácido como si quisiera que la vida pase lenta.

Y entonces, se me ocurre pensar acerca de las oportunidades, de las idas y venidas, de las vueltas atrás, de los regresos que por suerte no fueron.

¿Y ahora, quién ríe mejor?

jueves, 22 de octubre de 2009

El amor no se devuelve


El amor no se devuelve. No se discute a los solos esa pertenencia a los momentos que hacen que se exageren los ojos de uno y de otra orilla del mundo.
Las promesas incompletas, quedarán así, quietas y vagabundas de a ratos, promesas al fin. Luego con el paso de los años quedará la tarea de completar los por qué, las excusas y los objetos que nos faltan.
Cuando uno se separa resuelve lo primero, la huida, el desarraigo, los celos y las dudas violetas; los pasos firmes y derechos, aquel nunca mirar hacia atrás. Y con esmero vuelan por el aire los cd, los plasmas, las cartas viejas con palabras bonitas y viejas también. La mesa de luz quedará ausente, y los cumpleaños y el shampoo a la mitad. Nadie querrá quedarse con la huella simple de los domingos, el mate, las fotos, los viajes. El corazón cobarde de los que se amontonan los trofeos como primeras victorias, como asesinatos del amor.
Separarse es todavía un práctica menos religiosa, es llegar a fin de mes, dejar las manzanas abiertas sin ganas de comer. El calor tibio de los lugares comunes ya lejos de París.
Es no esperar nada.
El simulacro de las canciones de carne, el orgullo o la piedad, saber que se hizo aquello que nunca se quiere. El deseo de muerte, la desaparición de los recuerdos, la vela pensante, la ventana boquiabierta, las puertas giratorias y las manos rajadas como un suave quejido de culpas.
El taxi afuera, que espera a todo el mundo, los sonidos parecidos, las errores memorables como diafragmas plenos que suspiran los huesos que ya no tenemos.
Por ahí, separarse tiene un significado menos apalabrado, son gestos pequeños, como la idea de saber que costará tiempo y dinero poder estar bien de nuevo.
Las despedidas suelen ser tortuosas y enormes, la soledad algo sabe de esto. Los solos sabemos que todo existe, que todo es posible en este juego de fuerzas y voluntades. Amar es complicado y separarse suele ser una discusión eterna entre los argumentos de uno y las excusas del otro que rara vez nos llevan a alguna parte. No se vuelve al mismo amor. Pero tampoco nadie nos devuelve lo vivido

martes, 13 de octubre de 2009

Taller de Memoria

El tiempo, por supuesto, nos va dejando una eterna dicción que nadie olvida. Habrían quedado un par de párpados en la mesa de saldos del último verano. Pendientes para luego cuando la laguna de las palabras fuese más que una mirada que se pierde y encuentra; más aún, como un fenómeno de las primeras derrotas, tierra húmeda, ojos anónimos soportando personas y frascos. Y aún, los brazos tibios, el aporte de las diosas transeúntes, y los gatos muertos que se pierden como sombras solamente, y silban las persianas y el viento que huye ajeno de tus inmensos hombros plateados.
Es esa vela encendida, sin valor, estática, y libre, transmisible de mano en mano, como acciones repetidas al filo de la cama. Y todavía más importante, los pasos anuales que se quejan talones y se frotan las manos con ese absurdo vómito que se cierra por las dudas hasta llegar al delicado éxtasis donde se administran las puertas. Al principio la gente entraba y salía quejosa, desde todos los lugares posteriores, y se dividían por todo el cuerpo sin parar un segundo de gemir y hablar, cual pequeños mercados sin sentido.
Las espaldas que pican, el tabaco, los días que se negocian; necesitan la semilla como excusa de futuro, como un planteo de los bienes que dividimos, las mitades que nos quedamos; la promesa que también se financia y especula. Lo tuyo y lo mío. Esas partes indivisas que quedan ausentes, pendientes de estímulos. La mitades que nos debemos, lo poco que nos llevamos.
Derivan las manos que nadie entiende. Más o menos, todos contaban la misma historia, también ella. Que le hubiera tirado con los patines por la cabeza, que no cumplía las expectativas de lo que se desea y se puede. Que no vuelva más. Que se calle por favor. Que sus regresos son como lastimaduras, preámbulos siniestros. Canciones gastadas, promesas huérfanas, inútiles. Descascaradas ganas de darle vuelta la cara de un solo revés. De salir corriendo. De arrancar de cuajo la ansiedad entera, las manos que atrapan, las palabras que seducen y encantan. La era primera, el misterio de empezar de nuevo, de escribir los finales por fin, por favor.
Las sociedades tienen esa costumbre mezquina de regular los hijos, las cenas, las causas, el régimen de lo que nadie pregunta. Esa sonrisa arisca de ellos y los otros. Yo no sé que sucedió. Como terminamos así. Y luego el silencio inoportuno de los que no llegan nunca. La memoria como un ejercicio de la historia universal de la humanidad entera, para no repetir viejos errores, para aprender de las causas y los objetos, sensible manía de esperar que todo suceda, los inicios capitales, las deudas de acrílico, los ojos borrosos y la idea de saber que andarás haciendo hoy tal vez.
¿Para qué? Sería la primera pregunta de los inútiles cuestionamientos que se gestan en tardes como éstas. No hemos aprendido nada, sugiero y me levanto enfurecido de las tormentas en mi cabeza. Luego las respuestas llegan con el desayuno y los pentagramas quizá, de los celos viejos y las nuevas ganas de que todo salga bien.
Y aquella, como balance nítido de los recuerdos que bajamos por las dudas y los amigos fijos y los muebles pasivos, y las horas quietas. Ya casi ni exigimos.
Todo el mundo vine mal parido y surgen las preguntas por que sí y se dividen los torsos también cuestionando las ventanas y los años que se nos van. Pasan volando como chapas filosas. Las mujeres se despiertan relevantes, fuman los cabellos seguros, y marihuana, respaldan sus pasos quietos, inmóviles viajes de un lado hacia el otro. También se divorcian sus días líquidos, el riesgo de atarse a lo que ya no se tiene, y pregunto mientras un piano de luna y nácar se asoma por la ventana, y sus melodías se repiten cansadas, diáfanas como un nombres fresco que entra en la ilusión de lo inesperado.
Llegan sus manos integrales hasta que nos volvemos errores iniciales, deformantes contornos de la paciencia, sombras licuadas, hormonas corrientes de aliento y espárragos.
Está bien, suponen los filósofos y los psicólogos; la ganancia que deja de pertenecer a los vencedores, pobres corazones muriendo secos como pequeñas luces callejeras que se van apagando al compás de los sueños de nadie.
La memoria al revés, ejercitada así, al azar, apenas es una variable posible. Lo mejor a veces es tomarse un café, olvidarnos las cifras, el desgaste de los muslos; dejar por fin que un nuevo abrazo nos sorprenda simples. Preferentemnete por una misma vereda.
Ya lo sé. Terminaste de leer esto y acá viene la segunda pregunta ¿Dónde quiero legar?
No tengo la menor idea. Para llegar a algún lado tal vez debería primero partir de todos los puertos posibles y buscar aquello que me deje la memoria en paz. Esto supone vernos así, incoherentes, viejos y organizando el final de los recuerdos que no ya lastiman como antes.
¿Dónde se han ido todos? Me pregunto. Silbo un cigarrillo, barajo algunos nombres y voy en busca de aquella que espera mi llamada.
Esta es la única vez que los solos vigilan atentos la noche palanganeada.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Porque sí


Hoy por ejemplo tenía las más diversas ganas de llamarte, saber como estás, qué es de tu vida. Se me ocurrió también salir corriendo a buscarte y darte un fuerte abrazo, uno de esos que no son de los finales. Sino que tienen el principio en el sabor instantáneo de los arranques porque sí.Decirte de mi libertad y mis equivocaciones, provocarte un beso y la reacción de tus manos mezcladas con mis ganas de empezar de nuevo. El sueño transitado de cumplir lo que cambiamos, de escribir tu latido en mi soledad, en los ausentes que son tus palabras cuando se oyen desde lejos. Y te imaginaba por un rato pensándome, tratando de buscar la manera de volver a las cosas simples, el abrazo pendiente, tus ojos colgados porque sí.Ya sé que dirás que no hay nada por hacer. Mezclo tus discusiones con el otro, con mis ansias ingratas de quererte para siempre, también porque sí. Bajo hasta la vereda y enciendo un cigarrillo imparcial, lo objetivo se ve distante y prometo saber el sabor de tus pasos transeúntes yendo de un lado haca el otro de la razón.Quizá sea mucho más simple hoy. Tal vez le des rienda suelta a tus ganas de estar de cuerpo entero por fin acá, a un costado del día a día mío y tuyo. Digo, podrías dejarlo y todo y venir a buscarme. Y estar juntos, viejos, jodidos y arrugados. Así, amándonos porque sí.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Elogio al silencio

Ya sé que por ahí éstas no son horas de llamar. Sé también que me hago invisible con tu silencio, como un fantasma de moda que camina pálido los primeros balcones de la ciudad.Todavía siento el gusto ácido del último caramelo de limón que chupé. En mi boca tus ojos son como cicatrices blandas y ásperas; qué curioso, tus manos se escapan ángeles, melodías enfermas que me dicen que los finales son así. Tan parecidos al abandono del cuerpo que ya no tengo, ni adviertes.Desde lo íntimo subo escaleras como cabezas que piso, y me gano los cielos y la gente me ignora pendiente con el sabor en el aire a tabaco rubio donde me refugio para pensarte tal vez caminando las calles de enfrente. Y levanto la vista, y en puntas de pies el asfalto que quema, me subo a los abrazos que dejo y miro por sobre mi hombro la gente que lleva tus caras y tus mismos gestos.Desde la cocina de los ausentes juego con el agua, me rapto un acariciador para esas noches en que tengo ganas de alguien que me diga temprano, bien temprano a la mañana “buenos días” con la simpleza que solo las palabras simples tienen. Con ese tono bajo y dulce tus párpados que sólo yo entiendo y rapto.Y te sigo escribiendo aún, con la consigna de que al fin mes escuches desde este lado de las casas, desde el redondel perfecto de la melancolía que dibujo sobre un vidrio empañado con letras fosforescentes que se ven de todas partes. Y mi frente triste dispuesta a dejarse amar, como asilos deliciosos que intercambian sonidos y preguntas también.Vos crees haberme olvidado y esta vez tal vez sea algo así. Espero desde una península de la costanera ver tus hombros brillar como un único sol humano devoro los contornos de tus ganas de volver que ya no tenés. Tiembla mis ganas de llamarte y no. Imagino un rostro hermoso haciéndome un gesto espléndido de aceptación. Como la otra noche, en el sueño perfecto de los últimos tiempos. Enciendo mi cama como una esperanza, como un puerto donde me siento a descascararte las manos. Todavía siento como se destapan los frascos cunado cocinás. El viento me cuenta el resto. Y sino lo invento.Siento que cada lugar donde vaya ahí estarás. Como una persecución desafinada y enorme como el amor. La fiebre que se escucha cuando te pido permiso para entrar esos recuerdos que llevas como collares pesados. La gente me mira por la calle desconociendo mi desgracia, yo con mi cigarrillo de los olvidos de siempre, suspendido en el aire y la espuma de las nubes dispersas por el cielo que me ahoga.La música allá abajo –pienso- como una ola gigante que arrasa tus manos que no me alcanzan. Vuelvo a mi habitación y tampoco hoy has llamado. Qué raro, porque siempre digo que no te espero. La sala de vez en cuando se siente así de sola. Hoy por ejemplo entro como queriendo quebrar todo este perfume quieto todavía. Tan grande es el silencio que me dan ganas de aplaudir. Aplaudo graciosamente el horror de todas las cosas vacías.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Volver...


Habría huido de sus bocas, de sus ojos azules plácidos, acomodados con los dedos sobre el horizonte primero donde alcanzaba todas las cosas. Esas palabras quietas, habrían sido la melodía diáfana de sus mañanas también. Y habría salido aún de su casa con el café instantáneo todavía en sus labios, esa música astuta que las madrugadas despiertan lo que no puede ser. Y su almohada de primeras veces, llanto contenido, abrazo de los gemelos habría sido inmaculada como sus esperas todavía. El semáforo de color rojo esa vez, mientras esperaba que las cosas cambien, una lluvia tenue (casi como un susurro) sería la compañía estática que se concentra en los nombres que ya no vienen.Hubiera escapado hasta sus montañas, con los ojos bien abiertos despachando preguntas y asombros que ya no importan a nadie más que a él. Y se hubieran muerto de risa o espanto de tan solo verse ahí parados frente al mundo con aquellas costumbres que la rutina gana. Y hubiera preparado la cama, las sábanas bien frías y estiradas casi hasta la perfección posible de no poder entrar sin escribir una arruga sobre esos torsos.Las ventanas serían las mismas de siempre, como también las puertas que llegan y abren los sueños posibles quizá. Llegando siempre a la mesa como una ceremonia de abrazos y muecas, y contarse tal vez lo que a nadie más que a ellos importa.Uno en los balcones deambulando por ahí, generando la gracia de los deseos que pronto vienen, otro más entero, más nuevo, sería el lugar de los permisos, los puertos, las bahías, y luego esta amargura plana.Y pensé, al no llegar, que podría haberse distraído con la música de los que saben que nuestro amor fue posible. O que se habría detenido en aquellos detalles que nos faltan, o con sus ojos bien abiertos hubiera podido irse a buscar sus playas, donde siempre pierdo todas las cosas. Y sabría aquella primera palabra que diría al verme, y ese abrazo inmenso, incalculable que nos daríamos al regresar después de tanto tiempo. Casi me lo sé de memoria a ese instante. Y sobraría esa música empalagosa de las vueltas, y no habría otro sonido que la de nuestros huesos apretados bien fuerte. Nunca se permitieron encontrarse así, francos y despojados de los prejuicios y las miradas de otros que no entenderían nada de lo que vivieron. Llegaría el momento de ponerse al día, de sus sexos fundidos ya sin gemidos, y los pasillos y los techos habría sabido como contener sus manos largas y ansiosas como la primera vez que se tocaron.Habría escrito las palabras mejores cuando su cara de paciencia me escuchaba sin entender nada de lo que le leía. Y me abrazaría para colmar mis ganas de compañía y le ofrecería derrotarnos en la cama (otra vez) y mencionaría al pasar las ganas que tenía de abrazarme, de verme llegar.Yo hubiera esperado todavía, sin entender que otros brazos le ocupan el pecho, y los cabellos dorados me harían acordar seguramente a los veranos que están atrás de la heladera. Y le diría que llego de un mundo raro, que el dolor no me hubiera ganado de todos modos. Le empataría el tiempo perdido hasta que se duerma en mis brazos por fin, y yo le diga que ya todo pasó. Dormiría eternamente hasta que la luna se cicatrice victoriosa.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Del libro de los miserables.


Tenía las contradicciones propias de los años adversos. Lo solos disfrutan la probabilidad de las cosas inciertas. Se levantó temprano como la costumbre de las mañanas se lo permitía, preparó una taza caliente de café instantáneo, leyó los diarios por Internet y dejó que los pies fríos cayeran suaves por el piso. Se rascó la cabeza pensando sus vacíos, miró la ventana y de ahí la calle, y se fue con la vista por los barrios empinados mientras revolvía el azúcar que descansaba en el fondo de sus sorbos.Llega un momento en que se dan cuenta de sus manos vacías, de algunos fracasos, de las posibilidades que se pierden por temor. Digo, y sostengo, que la soledad no es casualidad.Un cigarrillo largo le servía para sostener sus labios secos ya. Pensaba y pensaba como queriendo descifrar los crímenes de los silencios exagerados. Había una foto que le llamaba la atención desde sus puertas y los muros. Sabía que más tarde iría a jugar al bingo a la casa de Valeria. - ¿Dónde puse las pantuflas? le preguntó al perro. Afuera, sonaban las bocinas enloquecidas mientras una quietud raquítica le avisaba que los días se le estaban pasando de largo.

viernes, 11 de septiembre de 2009

5 breves historias de personas solas


0.-
Ya no recuerdo bien cuando fue exactamente que dejé de esperarte. Creo que fue un jueves. Raro, porque yo generalmente suelo acordarme de todo. No sé... hubiera querido decirte muchas cosas, ahora me conformo con este abrazo de renglones. Hicimos todo lo que no debíamos hacer. Como una vuelta más a la calesita giran las imágenes en la mente hasta que por fin el viento silba bajo una música de adioses.
Era jueves, no? Bah, qué importa ya.

1.-
Había encontrado una pierna chueca detrás de la heladera. Los pasos tienen ésta costumbre de perderse por todas partes.

2.-
¿De qué me estás hablando? me preguntó la pelotuda.Yo le hablaba de amor. Del más inconmensurable amor.

3.-
Decía que estaba solo. Que nadie lo acompañaba. El teléfono se equivocó de lunes y las voces se arreglaban como juntando las dos puntas de la acera.Es cierto, estaba solo. Yo lo ví húmedo parándose en los ventanales viejos. Y como una puerta o el mejor recuerdo, escribió con su encendedor el techo de aquel baño. Escribió un nombre raro. Ahí me dí cuenta que los nombres son violentos como los años que vienen a la carga.

4.-
¡Está bien! lo reconoció. Es cierto que sus dientes podridos no le gustaban, ni sus axilas de cloacas y sus ojos parcos.Sin embargo, daba los besos más dulces que en su vida había probado.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Del libro de los sueños (I)


-1-Le hablé al oído sin pestañas ni manos grises como si fuese única. La tarde se rompía a pedazos recién con el sabor seco de la tierra.Me dijo un abrazo en voz baja, y yo lo tomé como si fuese el último.Y empecé a caminar de nuevo encendiendo las luces naranjas de los semáforos. Los perros seguían el guiño del asfalto hasta perderse detrás de una bicicleta estática.Sin embargo la nostalgia era otra cosa, pensé. Y fue así que quemé mis libros, y derroté las bibliotecas y rompí todos los esquemas posibles para irla a buscar. Ella me miraba desde la calle sin importarle nada. La invité a dormir. No tengo sueño – me dijo. Y yo la dejé para siempre. (No hay nada peor que una mujer sin sueños).

lunes, 7 de septiembre de 2009

Los otros y nosotros


La soledad tiene que ver con Uno. Es decir, partimos de la idea del solo, de estar o sentirnos solos. ¿Decir solos en plural es correcto? Debemos comenzar por definirnos desde la antigua concepción aristotélica de afirmar que el hombre es por naturaleza un animal social. Y entonces, pregunto, ¿cómo podemos afirmar entonces que estar solo está bien?
Es decir, veamos lo siguiente: nacemos y morimos solos, y sin embargo nos pasamos la vida buscando un otro que nos acompañe en la vida. La soledad tendría mejor una significado más subjetivo. Somos solos desde nosotros mismos. Y de hecho, aparte del mundo somos nosotros solos. Nos pertenecemos y nos debemos a nuestros actos propios. Entonces la soledad debería tener que ver más con un estado psicológico, una sensación interior de abandono, de pérdida, de angustia. Existe una contradicción, un choque ideal entre nuestro “querer-ser” que nos deja inválidos en la búsqueda del “ser-con”.
Nosotros somos nosotros, seres independientes y autónomos. Como ya he dicho, somos esto y aquello, y todo junto. Pero me llega un interrogante más primitivo en esto del ser-con. ¿Los solos dejamos de ser? De existir?
O peor aún, por quién existimos? Existimos por nosotros o por los otros? Nos levantamos a la mañana porque existe otro alguien?
De ninguna manera. Somos esto, y la melancolía de la pérdida es un atributo que se vincula con aquella falacia de que “todo pasado fue mejor”. ¿Podemos permitirnos comparar lo vivido aún con aquello que no conocemos? ¿No es el pasado acaso también un término vago?
Digo, si el pasado fue mejor, entonces no tendría sentido seguir viviendo. ¿Con qué grado de expectativa podríamos desayunar los meses que vienen?
El pasado resulta ser un derrota, aquello extraño a nosotros ya. No nos pertenece el llanto llorado, ni los recuerdos de aquello que no tenemos. La angustia, el dolor, la ausencia no es justa con la vida; con los días que faltan, con los veranos que vienen. Dejemos el recuerdo con los recuerdos. Las cosas en el lugar en las que deben estar.
Esto tiene que ver con aquello de ser uno mismo o pertenecer a las manadas, nota a la que los remito. De una cosa estamos seguros: existen otros, por ellos vamos. Pero que la búsqueda de los otros no sea la de otros. Sino la nuestra. Buscarnos y sentirnos. Desde la soledad, del individualismo. Desde nosotros y para los otros; no por los otros.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Desencuentros estupendos


Caminó por la vereda de enfrente de nuevo, con su cara de recién separada y sus muslos duros y sus tetas chicas y acomodadas debajo de la blusa. La gente pasaba igual al lado de ella con el aliento marítimo, ausente, y el ropaje de los meses pasados. La costra en sus ojos no le permitía erguir sus pupilas negras como un breve milagro de los lunes.
Se notaba que todavía esperaba, entretanto, el martirio de los llamados que no llegan; aquellas promesas morosas que la postraban estupenda frente a las puertas de él.
Las hojas lentas de los árboles desfilaban, supongo, por los cordones de las veredas como ese vestido de flores pequeñas que le agrandan el rostro.
Dentro de un ojo estaba el manantial jugoso de la venganza. Sólo era cuestión de horas. Y sus manos como hijos que se pierden en el descaso del tiempo, y las costillas ancianas que soportaban el vaivén de los rizos devueltos.
Blanquísima su silla era la fruta torpe y limpia de los pecados pasados. Allí se desperdiciaba cada mañana frente a mi ventana, con los pies derrotados, y sus rodillas vencidas.
Con sus dedos diminutos partiendo ombligos, y su boca chata hablando ojeras, caminaba los cuerpos sin voces y cansados ya.
Confiada en la mala memoria de la gente, buscó la paz de las bibliotecas, el cemento, la vergüenza, el olvido diáfano de los crímenes del amor.
Sus voz exótica dijo lo que nunca antes se había escuchado. Lo que jamás queremos oír. Se imaginó larva sobre el piso, allí donde el tránsito de las cosas se convierte en rutina.
Sopló fuerte su estómago mientras la sangre quieta y tibia le dejaba en los labios el sabor de las raíces. Su fantasma murió exactamente a las tres menos cuarto de la mañana. Justo cuando él la venía a buscar para dar una vuelta por ahí, con una lágrima azul que se tragó para siempre.

domingo, 30 de agosto de 2009

Cosas de solos...


Que tema este de estar solo eh. Digo, tenemos siempre el tiempo de visitar todos los amigos posibles, caminamos las calles ida y vuelta, dejamos la expectativa abierta de par en par, saltamos del sillón a la cama y vemos todas las pelis posibles. Cuando salimos todos nos miran como raros. Qué tiene de raro un solo? pregunto sin sorpresa. Me tomo un café de madrugada, ausente la noche se preocupa en espiar aquellos que se matan a besos en las partes traseras de los autos transpirados.Yo miro de reojo mi celular para ver si alguien ha escrito. Nada. Movistar me dice de una promo que no quiero aprovechar y tengo tanto miedo de romper esas cadenas de mail que me compro una tarjeta para mensajes que casi nunca mando, y de paso, me hago todos los tests posibles del facebook. Sólo para divertirme, digo. Mentira! Lo hago porque no soporto la idea de la soledad para siempre. Ley de atracción, el secreto, el tarot, las cadenas y de repente empezamos a creer en todas aquellas cosas que antes ni sabíamos existían.Después ya con el alma planchada, mas tranquilos y mirando con la cabeza erguida y los pómulos sanos y las retinas enteras, salimos buscando mundos sin miedos.Hay calles sin embargo que se parecen tanto a otras…Y camino por el lado singular de las cosas, cerveza de por medio, porro despenalizado, esgrimo mis hombros en una lucha frontal de veredas y cielos cayendo desesperados. La acera caliente me dibuja los pasos como puede. Me lastiman aquellos amigos que no me llaman ni visitan. ¿Somos tan aburridos los solos? Monotemáticos. Claro, muy pocos se dan cuentan de lo sensible que se ponen los muros con todo esto de la soledad. No exagero, preocupo los pisos, miro las ventanas y me doy la frente contra las puertas pendientes.y abro la heladera, y se queja mi estómago, y sugiero ir a esa rotisería para solos, y preguntar por el clima. Me invento una compañía cualquiera. Wilson se asoma a mi computadora y me pregunta qué escribo. No sé, pavadas – le respondo mientras pongo la mesa para dos. Y miro de nuevo este celular que no suena. ¿Está prendido? ¿Tiene señal?

miércoles, 26 de agosto de 2009

Malísimo


Le había escrito el último poema de todos los finales. Sus manos tibias todavía sostenían aquel pedazo de papel blanco como quien sostiene la vida entera.
Lo leyó dos veces más.
Es malísimo, me dijo.
Y se fue detrás de un gordo lleno de palabras y nunca más supe de ellos. Volaban en aerolíneas con sus ropas caras, baratas.
Yo le hice otro poema mejor para que no volviera jamás.

martes, 25 de agosto de 2009

Retrato de una mujer sola


La esperanza se estiraba hasta los pórticos, desde las venas hasta el talón de su nostalgia primera. En un balde guardaba apiladas las lágrimas aquellas, está bien pensar que fue solo una ilusión merecida. Amar en ella tenía más que ver con una colección de imágenes que la llevaban devuelta a los lugares conocidos donde él estaba oculto.Un abrazo tibio de sus mapas le hacia recordar los mejores comienzos, la estatua del tiempo, el regocijo blando de los cuerpos semánticos.Adjetivado el destino quedaba estático y primerizo en el resguardo de las fotos, de las rejas impidiéndolo todo. Afuera se arremangaba los ojos y los pantalones y acomodaba sus tetas nivelándolas quietas en el eje de las pestañas crecidas.Un poema de palanca, un cielo descolorido y solo, y los brazos abundantes y esponjosos dormían la siesta en un buzón de trivias.La radio había quedado dando el horóscopo en ese mismo momento, ella se dirigió hacia la puerta con su cintura pidiendo permiso de un lado hacia el otro. Es cierto, el tiempo había pasado y las naranjas se caían en racimos de sillas y canastas. Miró por una rendija de la ventana lo que había dejado de aguardar. Los espejos volvían a refregarle los ácidos en la mirada, y yéndose de boca dijo aquel nombre prohibido. Como un arpa pequeña, las ciudades se incendiaron, y las calles pegaron un último suspiro de gracia.La soledad le caía sobre sus hombros repitiendo nombres y huellas, y llamadas gastadas. y diarios pensantes.Desde el patio trataron de animarle los hombros, y las ansias y los sueños. Era tarde. Creo que como las dos de la mañana. Raros sus dedos se prendieron al picaporte, abriéndole el paso a las sombras como melodías eternas que llegaban desde todas partes.

sábado, 22 de agosto de 2009

Objetos en el espejo retrovisor


Yo no sé si está bien la soledad. Uno no elige los espacios que nos tocan, ni vamos barajando los días como quien juega su última partida póker. Podemos elegir estar bien, o podemos decidir entre uno u otro color de ropa. La revolución de los ojos, las alucinaciones del tiempo, los regresos que no debemos, el manoseo del alma que no permitimos.A veces siento que debería desatarme de todos los nombres posibles y quedarme con uno solo: el mío. Es decir, en una oportunidad me subí a un auto que tenía un aviso muy oportuno en uno de sus espejos: los objetos pueden parecer más cerca de lo que están.Saben? Me quedé pensando esa frase.Y la repetí durante mucho tiempo en mi mente, y me dí cuenta que esa leyenda ciega tenía todavía más utilidad en otros ámbitos de la vida, y más que un aviso para el auto era un aviso para el resto de mis días. “Los objetos en el espejo retrovisor pueden parecer más cerca de lo que están.”Y es cierto esto. A menudo gastamos calendarios enteros mirando por ese pequeño pedazo de espejo lo que ya perdimos y no vuelve. Nuestra visón es sólo ese espejo. Nuestro deseo es sólo ese espejo y lo que ahí se refleja. Viajamos con el suspiro de mantener esas ilusiones ópticas intactas. Y ahora que el tiempo ha pasado y he recorrido un poco más de vida y de rutas y de calles, y he caminado la cultura de los horizontes, y he esculpido las lágrimas de a una, y he anclado la alegría en los recuerdos, y he jodido los regresos donde antes empezaba, y he gastado un tramo de juventud en los sueños pensando, esperando que por ese espejo pase un recuerdo. Y ahora que el tiempo ha pasado, me permito levantar la vista, agrupar mis ojos en línea recta a un mismo punto. He dejado los músculos descansar y he enderezado mi cuello hacia el frente. No había ningún cartel ni aviso en el parabrisas del auto. Pero yo sé que lo mejor está por venir…

martes, 18 de agosto de 2009

Cocina para solos...


A ver si se entiende: yo no quiero un pollo entero! quiero pata y muslo. Me importa un bledo que esté de oferta. Qué hago con un pollo entero para mi solo??? Después termino comiendo lo mismo durante toda la semana. Yo solo quiero pata y muslo.Pero pregunto, digo, al pasar y como quien no quiere la cosa: ¿alguien alguna idea de cómo cocinar para uno solo?Pregunto esto porque todas las recetas son para 4 y 6 porciones. ¿Y los solos? Debemos conformarnos con comer 4 o 6 veces el mismo plato?Antes era distinto porque uno cocinaba para dos, cocinaba para el otro, para agradar. Y ahora? De pronto me encuentro en mi casa comiendo sándwiches de miga, abusando de la rotisería, del lechón rengo y de la negra simona.Me molesta que nadie piense en nosotros, es decir, todo alguna vez estuvimos solos. O nacieron de a dos siempre? NO! claro que no. La soledad es un legado, un bien común, algo en aquello en lo que participamos todos. Indefectiblemente la soledad nos presenta varios obstáculos, pero llegó el momento de decir basta! Yo no quiero esto para mí. No me conformo con la soledad, ni con la rotisería de la esquina.Prefiero algo más. Sé que hay algo más. Por eso compro pata y muslo, y no un pollo entero.Qué estupidez las recetas para 4! Los solos somos uno y punto. Y servimos un solo plato, y una sola copa de vino. Y está bien eso.

domingo, 16 de agosto de 2009

Yo soy: es posible


A ver, hoy es domingo, otra vez sentando acá frente a mi compu diciendo lo que ya todos saben. Ordené algunas de las cosas pendientes y tiré varios papeles que venía dejando para luego. Miré sus fotos de reojo sin dolerme nada. Fue raro todo, desde el comienzo de las preguntas y ya sobre el final, me siento cómodo en el sillón a verme entero sin esperas. Hemos dejado de lado un tiempo y otro tiempo, las cosas siguen un curso, distante de las verdades y las miradas por encima del hombro, he dejado de buscar su rostro entre otros rostros.A los solos nos cuesta todo el doble. Deben darse cuenta que es difícil el tiempo de los comienzos, las partidas se inician un día y nunca se sabe dónde se va a ir todo a parar.Yo por mi parte ya he empezado a despedirme. El final se fue escribiendo solo aunque haya algo que no entienda. Que me falte vivir. Ese capítulo quedará pendiente todavía, ya duele menos el aire y me afeito con ganas y me visto para el mundo, y me arreglo los ojos y los hombros por si acaso.Nunca se sabe con quien me puedo cruzar, acá nomás, a la vuelta de la esquina.

martes, 11 de agosto de 2009

Va a ser largo este mes


Esta noche primera sin abrazos, ni ojos cruzados, ni caricias repentinas ganándome entero. Este agosto primero, desierto de voces conocidas, y llamadas que regresan a la posta de los lugares comunes. Esta brisa de adioses manipulando pañuelos y haciendo que ya nada vuelva a ser igual. Y este muelle en mi pecho que adora tu nombre como una inicial prohibida que ya no tocaré. Esta cama vacía por vez siguiente, por las veces que me arrepiento de no tenerte acá. Este vaso desierto de gemidos, de manos tercas, de frases tontas. Y este aleteo de mis codos que me predicen que todo este mes entero te estaré buscando.La canción que me hace recodarte siempre, los lugares en que te busco, y las lagunas como surcos que van de un lado hacia el otro. Está bien.Y el regreso de las soledades todas, este no sé qué en tu silencio y las olas partidas a mitad de camino. También están bien.Va a ser largo este mes, y el próximo y el siguiente. Va a ser larga la sensación de la vuelta, es que no llega, esa espera interminable que acaba en aquellos hospitales donde te busco constante.Esta acera caliente, esta arena en mis retinas que me hacen llorar las almohadas como pequeños crepúsculos de la edad.Separarse de las cosas que uno retiene significa perderlo todo. Aquel eje plano y liso, aquel faro peninsular, el destierro de las luces de los horizontes queridos, la carta puntual, el aroma conocido. Uno va y viene al ritmo de las cosas, es simple la distancia y terrible la idea de perdernos uno al otro. Ya no nos tenemos ni uno ni otro. Y debemos los vueltos lunares, las orillas que nos aguardan por si las dudas.Queda este aliento matinal de los horizontes como un cursi respeto a aquellos que ya no llaman. Esto es la soledad? pregunta una mujer de sombrero de esquinas.La respuesta queda en suspenso, pendiendo del instante aquel donde todo parecía eterno. Como cambian las cosas, no?Cómo se nos escapa el mundo en un instante

lunes, 10 de agosto de 2009

Ya voy...


Tal vez yo no esté aquí por mucho tiempo. No soy de estos lados, debo reconocer. Afueras las calles me persiguen vacías como pentagramas que nadie aplaude. La soledad tiene también algo de estas cosas. A veces los finales vienen llegando de a poco. No es hoy ni mañana, pero las cosas se terminan de una vez y para siempre. Cuando era chico pensaba que “siempre” era una palabra muy larga, hoy me siento más cercano de estos lados que de aquellos. Y no es uno o lo otro, insisto. Aca los lugares se ven reducidos por pequeñas sombras grises que hablan en voz baja. Tal vez algún despiertes con la sensación de no haber dado todo. Los finales se sienten así, nunca hemos dado lo suficiente por el otro y sin embargo todo pasa. Pasarán los nombres y las calles, y los balcones. Y sólo seré el susurro melancólico de los cementerios que nos despiden.Todos los lugares resultan desiertos esta noche quieta. Me preguntaba tantas cosas, tantas veces. ¿Cómo decirte aquello que siento y guardo? ¿En qué lugar cabe tanta pena? Me hubiese gustado hacer que todo fuera distinto. Planear las semanas prescindiendo de las tardes lluviosas, gastar los zapatos por esos caminos que me convidan tus aromas como un saco de preguntas que quedarán pendientes hoy en día.Sabrás que la soledad es el peor de los castigos, aquella ignorancia, aquella espera paralítica de los que nunca llegan.Estoy cómodo en mí mismo, lejos ya de las manadas que no responden. Qué solo se siente el silencio, y los singulares, y los impares. Pensar que sólo seré una bocanada de aire fresco, de tranquilidad para mis pulmones y los tuyos. Eso me da paz.Alguien sentirá también este espacio que dejo, la promesa fiel de estar presente en las palabras comunes de la gente común. Esos instantes que salteamos, que pasamos de largo. Eso es la felicidad. Como diapositivas, como una esfera que ya es noticia. Y el cielo se posa en la boca del mar como un desfile de músicas solemnes, de himnos que pasan de la ignorancia al dolor. ¿Siempre seremos así de tardantes?Sin prisa, los domingos me han ganado el estómago y vomito un diccionario de nombres que ya no llaman.Acaso el olvido es peor aún que la soledad. Derrotados los semáforos titilan amarillos, yo desde mi ventana veo las cosas más claras. Es verdad, he vivido errante.Las cosas son más simples a veces y la vida es un juego demasiado complejo, diría.Tal vez yo no este aquí para siempre. Para contarles el precio humano de las equivocaciones. Voy por un lado y por el otro, ya reconociendo otros rostros ajenos. Nadie se mira con nadie, en el cemento, en las esquinas, en los barrios. Somos ignorantes por naturaleza; estúpidos, le damos vuelta la cara a las esquinas. Y desaparecemos un poco más todos los días.De ahí, hay quienes ya eligieron dejarnos a un lado. Y esta bien eso. Es bueno dejar las cosas atrás.Relegada la madrugada, busca un último sorbo de noche y yo le prometo las cosas que nunca cumplí. Como un pacto. Esmero mis manos hasta al cielo alcanzándome entero hasta desaparecer finito en un montículo de nada. Lo ves? Todavía hay esperanza en el amor.

Agosto, 9


Enciendo una vela desde mis sillas. El asfalto caliente saltaba en puntas de pie de vereda en vereda. Ahí te esperé como siempre vestido de esquinas, con la solapa de tus nucas regresando muerto de hambre.Las horas han pasado un poco, y mis relojes atrasan las llegadas; desde los puertos todo esto es mejor: los andenes pacíficos vulneran lo inevitable. Ya están en camino los dioses que auguran lo peor, que desatan otras vigilias como pentagramas fucsias que deliran las olas.Es cierto, los pasos blandos de la gente llevándoselo todo son creíbles también. Muerto a los pies de una cama como la mejor pesadilla psicótica de los comienzos. Ya no escribo las paredes de entonces. No espero expectante ver el cielo pasar. He perdido todo rumbo y desde mis rincones me dejo la música como un último deseo que espero cumplir. Una bata blanca le ronda el cuello lunar, la derrota de mis codos, el abuso del alcohol y la marihuana han soportado otro invierno.Ya se siente a los lejos el mar viniendo de a poco, como un jaque, como un ida y vuelta con las manos vencidas y la cadera vacía. He perdido, supongo. El aire me hace sentir una culpa que no tengo y te adoro sentado en una mesa de bar cualquiera. Algún día llegarán los tiempos ricos. ¿Oyen su nombre a lo lejos? Qué feos son tus cumpleaños sin mí...