martes, 28 de julio de 2009

Ahora....


Nadie muere por amor supongo. Me arremango los ojos mirando el horizonte. Que lejos parece todo… La paz de la tarde me genera y degenera el pulso. Desde la paciencia de mi cocina se escuchan los balcones pasar. Ya ha terminado todo, es cierto. Los julios y los agostos tienen estas cosas. Nada más simple que la soledad de uno. Nada tan cierto como la tranquilidad que me dan los almanaques. Es verdad, voy muriendo diría, pero algo ha generado en mí una pequeña esperanza. No sé, de pronto no está tan mal estar solo. Si, yo soy solo, eso no ha cambiado. Soy desde mí y hacia los demás. Para los otros y por mí. Me gana la idea de salir corriendo a tirarte un beso al pasar, allá donde los letargos son cortos y las calles largas.
En la ventana me sugiero un nombre, una espera que quedará pendiente, una sensación de tenerte desde el contorno del mar. La excusa siempre será esa: no morir de amor, mejor dicho, yo soy esto. Y no aquello o lo otro. Sino todo junto. Los vidrios empañados dibujan también el sudor de los posibles. Capaz que llegas, suspiro…

Qué pelotudo, no?


Me escuché todas las canciones tristes del mundo, veía su nombre escrito por todas partes y era como si cada coincidencia fuera en realidad una “señal” que el destino me daba. Pues les tengo una noticia: el destino no existe.
No dejemos librado al azahar las cosas que nosotros mismos tenemos que resolver. Al fin y al cabo, nos veremos otra vez.
Solo se trata de resistir, de perseverar en la búsqueda de aquello que estamos convencidos existe… Que nadie nos quite la ilusión de sabernos enteros, de pie, parados frente a lo que nos alimenta el alma. Mucha gente siente que tiene el alma vencida, partida en dos, y es muy probable que así sea; pero siempre la vida nos da revancha. Existe esa posibilidad de que todo por fin cambie. Tiene que cambiar. Y va a cambiar siempre y cuando dejemos de hacer las cosas que venimos haciendo.
Como decir adiós? Existe una manera simple de vencer la soledad? No.
La soledad duele. La soledad es vida, es amor. Es eso que te hace sentir uno. Yo mismo, vos. Nosotros en este momento, existiendo por nosotros mismos. No por alguien. No por un nombre. Somos aca, en este momento, aunque nadie nos recuerde, aunque las sombras de agiganten de día, aunque te persigan los fantasmas de alguien que ya no volverá. Será que los solos siempre esperamos lo que no llega?
Eso es la soledad? Tan simple?
Por mi bien, por la salud de mis ojos y mis relojes, espero que la soledad nunca esté atada a alguien. Tal vez a alguno, alguna. Pero nunca a alguien.

miércoles, 22 de julio de 2009

Te dejo las fotos...

Te regalo los mejores recuerdos. Los viajes sin sentido, las solapas de mis libros, las burbujas de la pecera. Te dejo en la mesa de luz un último recado, mi palabras cortas, tu voz ausente. Me llevo aquello que me haga sentirte cerca; al fin y al cabo serás una de las mejores historias que me haya tocado vivir. Con lo bueno y lo malo de cada uno de nosotros, con la promesa de tenerte eternamente en mi retina, en mi corazón carnívoro.
Te regalo también las esquinas andadas, los andamios de donde se nos trepaban los sueños más inconclusos, las promesas más eternas. Para siempre era una palabra muy larga...
Hoy desde este lado de las cosas, te veo feliz con ojos más brillantes del mundo. Y eso me da cierta paz.
Te dejo por las dudas, las preguntas para la noche, un abrazo finito e interminable donde quepan mis oídos para escuchar tus pasos tibios pasando cerca. Las calles ya no son tan tristes, el aire renueva los paiasajes melódicamente, y de uno en uno los eclipses terminan en mi boca.
Me voy porque hicimos demasiado larga esta despedida. Porque las promesas no sirven, y los recuerdos son apenas un condimento pequeño de los regresos que no debemos hacer.
Encontraste la palabra adecuada en el momento preciso "hasta siempre". Ves? te lo dije... es una palabra muy larga y duele apenas el eco de lo que fue para los dos. Ahora "dos" suena como algo práctico, pero no significa compañía. No suman. Dos serán las personas que llenen nuestros huecos. El tuyo y el mío. Dos serán las palabras que me lleven hasta tu nombre. Y de ahí, con la mano erguida, te aleteo el horizonte para despedirme de tus cosas.
Ah, te dejo las fotos también. Tal vez algún día sirvan como excusa para dejar el tiempo atrás....

martes, 21 de julio de 2009

Acerca de las oportunidades...


El chasquido suave de un par de manos que se alzan y abrazan. Así comienzan las cosas luego del vacio primero. Es una sensación apenas suave que el viento remonta. Generar el diálogo de dos espacios, el entendimiento de los amigos, el silencio de los que observan y brindan el cuidado de una caricia. Es pensar lo pasado, y generar una proyección; hablar sin sentido, escuchar sin demora. Aprenderse los acordes de memoria, saberse los errores cometidos, otras oportunidades vendrán. ¿Ves acaso aquella luz que se alza al poniente?
Esa es la vida que aguarda a los caídos, es cierto, el mundo no se detiene en los asaltos al corazón. La aventura comienza en el mismo lugar en que se nos ocurra que las cosas deban suceder. Así de sencilla y práctica es la medida de dejar de lado los temores; lejos habrán quedado los motivos que nos inundaron el pecho, la barriga, los ojos, la esperanza. Y aún así, aquel pasillo, aquel camino, aquella ventana siguen aguardando lo que nunca pensamos alcanzar: la oportunidad de reinventarnos a diario…

domingo, 19 de julio de 2009

Domingos inesperados...


Enfundo mis ojos miopes y cargo los pulmones de aire y gelatina. Afuera de las ventanas, los espejos corren desesperados por la vereda, y una mujer se cuelga de las luces celestes de los autos. El tiempo no habla, sin embargo, dirá lo demás, me aseguran antes de traerme el diario.
Ayer era mejor el destino, digo, más bueno. Ahora me sumerjo de los tempranos y los fracasos de estos cielos. Resulta que me dijeron que me conviene dejar la terapia, y yo dudo de los psicólogos asi que veré.
Y digo veré como quien le tira la culpa al viento de los domingos inoportunos. ¿Otra vez domingo? Pregunto.
Salto los jueves a veces, salto las madrugadas y las noche solo. Pero los domingos no puedo. Es distinto porque el silencio es ácido, dulce y transparente. Hay un vacio en las calles… que no sé. Suena terrible la esperanza, la idea fantástica de tener que comenzarlo todo. De nuevo. Los domingos tienen esas cosas, aseguro, mientras vuelvo a mirar en la primera hoja del diario para confirmar que realmente hoy sea domingo y no, otro mes cualquiera.
Siento un escalofrío punzante que me recorre todo el espinazo hasta llegar al talón de las esperas, ahí donde tengo tatuadas las tardes solipsimas. Tristisimas diría Eugenia.
¿Existe una melancolía más linda que la de esperar los domingos caminando? Pregunto de nuevo sin que nadie me responda.
Acostumbrados mis balcones a esta niebla en los párpados, sujeto los proyectos de todos los días y creo historias que después regalo por ahí.
Digo, yo soy solo, sin embargo los lunes me invento compañías, disimulo las soledades, y todo queda como entonces. Hasta que por fin lleguen los tiempos de revancha. Y ojo con esto, que he dicho revancha y no venganza.
Me tocan el timbre, bienvenida Casandra, no hay nadie. Se habrán equivocado de día o de domingo. Es un callejón de respuestas. Un diálogo de sonidos mudos que me dicen que la noche viene llegando. Por fin llega algo a alguna parte! Murmuro en voz alta. Las paredes a esta altura me miran y no entienden nada. No hay nada que entender, les digo y agachan la cabeza. En realidad tampoco hay para ver; si al fin y al cabo es otro domingo más. Otro domingo inesperado que me sacude la cabeza y me dice que los lunes siempre son mejores. Porque las cosas se ven más complicadas y los proyectos olvidados dejan la derrota como una posibilidad para después.

jueves, 16 de julio de 2009

El amigo impar...

En estos dias abiertos y cerrados. En las cenas de galas, en los almuerzos primeros, en la cerveza y el vino solo. En el humo del cigarrillo arrepintiéndose por los rincones, con las arañas agazapadas en su crucigramas, en sus vueltas carnero, en los idiomas de todos los silencios posibles.
En el abrazo callado, en el piso, sobre la mesa de luz. Allí estaban sus amigos todo el tiempo. Emparejados, iban de dos en dos por cada pueblo, inventando graffitis, brindando con algodones y espirales. Pero también estaba este amigo impar. No eran dos ni cuatro, eran, tres o cinco o siete. Ellos y él. Pasando desapercibido. Digamoslo así, si te vas a comprar un juego de platos, ¿comprás cinco o siete? No.
Definitivamente, los amigos solos siempre son los impares...

miércoles, 15 de julio de 2009

Ahora que el tiempo ha pasado...


Mis pulmones humeantes. Como hijos que se van.
Las mujeres tienen esas cosas,
me digo.
Pito otra fumada y me
Revuelven las letras, las palabras.

El viento viola mi nublada soledad,
Pienso que toda la vida se pasa urgente
El tiempo pelea rápido
Son muchas cosas juntas
No tengo memoria,
no domino mis dedos venosos
ni retengo información

Vuelo.
No estoy.
Digo capaz.
Largas esperas
que atan a mis puños
Argentina
Menos tú

Me agacho por las dudas,
trato de pensar, de estar triste
pero no puedo.
no tengo nadie que pensar.

Yo soy solo.

No pienso.

Digo

Apuesto.

Puta mayúscula,
yo no te pido,
me gano
o te pierdo.

Me voy de limón

yéndome
de todos lados,
por la ventana,
por ejemplo.

La guitarra suena sola.
Sonia.
Medias negras
para zapatos sucios

tranquilo…

¿Tienes fuego?
Pregunto baboso.

Cabras de leche,
Gente pasando sin que nada pase.

De memoria
Sin entender nada.

Sin podérselo escribir.

Le debo todas las excusas posibles
que antes no podía decir, por nube o por idiota.

Y ya no estaba.
Solo un hueco oscuro
Tragamonedas
Traga tiempo.

Desde afuera la ven mejor
Pierde alas
y se arrastra
por toda la madrugada.

No entendía nada.
Cien años han pasado,
Y nada se ha escrito desde entonces.

Sólo números
debajo de la falda.

La vieron fumando mucho.
Niña y ausente.
Con medias negras,
Zapatos verdes.

¿Cómo se escribe eso?

Soy filósofo ahora,
Barbudo y humeante también.
Junto mis manos con
un perro siberiano
que nada tiene que ver

¿Entendés?

Princesa travestida:
antes de morir quiero dejarte un
encargo.

Princesa sin amnesia,
triste nauseabunda
yo no te robé nada,
insisto y dejo pasar a Buda
al baño

Aplaudo sus cachetes,
como una melodía escrita en una piscina

Fracasada
Bajada
Alteza.

Compartimos el colchón desde hace un tiempo.
lo demás no lo recuerda
Por sucederle a él.
Justo a él.
El amante de mi madre
Que peluca secretarias
Parte panes
entre el hambre.

Silabea saliva.
Musicaliza lo que sucede.
Se hace monja en el Tibet,
donde el corazón se guarda.
Casi como inclinándose uva.

Hinchándose los ojos.

Dice que no llega nunca a ninguna parte.
me extraña eso,
por los peces que se suicidan sin
vocación.
Absurda, digo
mientras un camarón me ata las ojotas.
arregla la vida.

Febril, ángel.

Así estoy hace un rato.
Perdido como un quiste,
santoral y maniquí.
Sé que soy uraño,
Coreo y no llego a ninguna parte.
En eso tienen razón,
les soy sincero, tienen razón.

Pero me gusta no llegar a parte ninguna
Donde quieren llegar?
Para qué me hacen esto?

Amargo tus lágrimas,
Las disuelvo en la lluvia,
Macabro tus ojos sin poder ponerle un nombre.
Y no puedo explicarlo,
así estoy
Sediento. Babeante.

Mientras dura una lágrima
que recorre tu cuello.
Ladra pentagramas.

No me acuerdo si vino ella
O qué.
A veces ella tampoco está
y yo no le digo nada.
Está donde quiere,
donde la brisa turra
la deja.

¡Turca!

Y la abrazo.
Como si fuera un aplauso suave
en el medio de un
teatro.

Y ella se va. Conmigo.


Ahora te escribo que el tiempo
ha pasado...

martes, 14 de julio de 2009

Inoportuna noche...


Salí de todos los rincones posibles, dejando de lado las palanganas de mis ojos; desde el cielo sonámbulo a esta hora de la noche ¿Qué hace el sol levantado tan temprano?
Los espejos me miran y se aprovechan de las sombras, donde quedan desamparadas mi figura y la suya. Ya no están. Y que?
Me siento en una pared que da frente a la costa, desde donde la gente se saca el cuero y los ojos y los esparce por ahí, donde el corazón no duela. Y con mis pulmones bien puestos dejé también ese día la canción que el mar cantaba en bata.
Los secretos se reproducen con sus putas, y el vacío es apenas un hoyo ahí abajo ¿Eso era la soledad? Me pregunto al aire y de repente me quedo sin aliento. He perdido otras cosas peores y sin embargo mis ojos no me obedecen, llevo la lengua hasta esos colores naranjas que salen de los vientres de la tierra, de esos perfumes quietos, desde las madrugadas ajenas.
Me voy, perdido en los pañuelos que ya no manchan, en las calles y los universos, en la paciencia que los pisos lloran en hoteles viejos. Ahí estoy. Donde me lamen el ego, donde es mejor una casa llena de oficinas; las golondrinas se desfiguran a palos, no hay primaveras ni vueltas amargas este año.
La hermosura de la cocina me avisa que el agua hirvió. Y qué?
Pasan tantas cosas afuera, tantos olvidos, tantos retrasos. Que la vida a veces suena como un ínfimo detalle que postergamos para luego.

lunes, 13 de julio de 2009

Preguntas....

¿Dónde van a ir a parar todas las promesas quietas del tiempo? Preguntaba él.
¿Acaso el silencio no es también un par de ojos vacios mirando los cielorrasos? Volvió a preguntar.
¿No te das cuenta que las sensaciones de la soledad no hacen otra cosa que dejarte ir? ¿Qué en vez de acercarme te alejan? Preguntó ella.
¿Qué olvido prefieres? ¿Qué muerte sonámbula es mejor que tus pasos siguiendo los caminos rotos e inertes de otros rostros, de otras veredes ajenas, de otro par de brazos y otras espaldas?
¿Quién te dijo que las baldosas son aquellos cielos en tu boca? insistió.
¿Cómo puede el olvido dejar quieto el mar mientras me acuesto sobre tus huellas que suplican volver? Dijo él.
¿Cómo hago para que no te vayas? ¿Quién pudiera convencerte de quedarte un rato? Dijo el hombre de sombrero.
¿La vida es una comedia en constante movimiento? ¿Dónde queda la culpa y la mentira en este juego? Le contestó, mientras ella secaba con un escurridor sus ojos inundados.
¿De qué te ríes? Preguntó ella.
De nada le contestó él, mientras los ojos se le iban cerrando de a uno, y las preguntas se iban callando una a la vez…

domingo, 12 de julio de 2009

Acerca del amor...


Allá donde las promesas se divierten con ruleros, y las esferas de los ojos anónimos nos dicen que la luna hoy no va a llegar. Allá donde caben los antojos del alma, y el presentimiento de los días vacuos es apenas una solapa de tu mejilla. Y donde la noche prematura, nos advierte que puede ser verdad nuestra historia. Que los principes son fábulas quietas que se mutan con el paso de los años, y él no es sincero cuando te asegura que sus tiempos y los tuyos se han divorciando de los puertos y las esperas.
Allá donde los andenes recorren su espalda, como estaciones viejas que se borran con la mano o el aliento. Donde el cielo se marea entre embudos de nubes que se dejan ir. Lo triste de uno y otra es apenas el orgullo humano; es sentarse en la vereda a dejar pasar los días ebrios, a mirar las calles huyendo desesperadas por las esquinas.
Ahí vamos. A aquella primera visita de tus manos hacia otros vientres, rebozando los omóplatos y las bisagras. La canción de cuna que entona el viento como un himno para cuando los dioses regresen hasta mis hombros. Es aquella vuelta invisible donde los regresos son como crímenes pequeños, como abandonos del destino que nadie responde. Es aquel corazón triturado lejos de los abrazos, de las llegadas a tiempo y brillantes manos agitando pañuelos.
Qué complicado es el amor! Asegura esa vieja mientras se cuelga de las luces rojas de los semáforos. Será asi? Pregunta él.
Ambos se van hasta el fin del día, y sacian sus ganas como nunca antes lo hicieron. El amor no es para mí asegura él mientras se revienta la cara contra la pared.
Ella, desde una clavícula, le dice que el amor es eso: es darse la peor de las palizas y seguir viviendo. Hay algo que Dios no ha hecho bien...

sábado, 11 de julio de 2009

Ese instante...


Hoy seré breve porque afuera me espera el mundo. Son apenas las once y me parece que no vas a llegar. Me gustaría que la soledad sea compartida por los dos en la misma medida. Solo que a mi parece afectarme mas de la cuenta. Eso está claro: te he amado. me queda el consuelo de saber que lo mio fue autentico y sincero. El tiempo dirá lo demás. Es preferible que sea de este modo. Así, sin interrogantes ni partidas de ajedres a medio terminar.
Te prefiero ausente y distante... así te tengo cada noche en mis sueños. Y al despertar sos la más dulce persona con la que me siento a ver la vida pasar....

viernes, 10 de julio de 2009

Estar solo...


Estar solo es tener una alegría tan grande, una libertad tan insoportable que se hace difícil compartirla con alguien.
Es despertarse a la madrugada y preguntar la hora, y que nadie responda. Es un cepillo de dientes muerto de esperas, es una sola taza de café, una luna, millones de noches quietas y consecutivas, apoyadas lomo a lomo una contra la otra. Estar solo es divagar por las habitaciones sin que nadie se detenga a preguntarte qué estás haciendo. Es sentarse frente a una ventana apática a ver la gente pasar. Caminar por la costa con un catalogo de abrazos que nadie recibe. Es el viento acariciando cada músculo de la cara, apenas el escalofrío suave de la noche que ya empieza a apoyarse sobre tus hombros.
Estar solo es proyectar de a uno, cama de una plaza, un boleto de colectivo, una entrada para el cine. Sólo una. Yo soy solo, insisto mientras me compro un pasaje hasta mi casa.
Desde mis puertas no hay bienvenidas y eso también es estar solo. Preparar un pollo al verdeo para uno, o a veces ni siquiera comer nada. ¿Para qué sirve cocinarse a uno mismo?
Mejor una rotisería para solos. Una cerveza chica, a veces dos. Una mesa larga y ausente riéndome conmigo mismo mientras veo la tele. Estar solo es la música de los huesos nuestros sin que a nadie le perturbe encender la luz de la cocina a las cuatro de la mañana. Es sentir cada uno de los sonidos noctámbulos donde nadie te abraza cuando has tenido una pesadilla.
Base doble para uno. Wisky doble para uno. Un chocolate dos corazones para uno. Es escuchar ese tema en la radio y no tener a nadie cerca para sacar a bailar, es no saber a quien llamar por teléfono cuando una pena te ahoga, cuando el vacio te ahoga y no hay nadie que te rescate.
Es brindar de a uno. Enamorarse de uno, mantener a veces largas conversaciones con uno mismo, repitiendo otros errores, repasando frente al espejo alguna cara de pavo, por qué no. Es muy fácil saber que la soledad nos consume toda nuestra esencia. Porque al fin y al cabo la soledad es también una libertad exagerada y desproporcionada para este mundo. Es sentirse diminuto y prescindible, caminar las calles y descaminarlas, atar las dos puntas del mar para que en su estómago quepan las lágrimas para un solo nombre. Estar solo es aquella primera mirada del destino, es la vuelta a la calesita, el regreso a los padres, el comienzo de la locura.
Estar solo es la comunión de los silencios, luna que has venido a rescatarme de los inicios de la madrugada, vos me entendés. Es tener siempre un plato en la cena pero poner la mesa para dos. Dormirse con la tele encendida, acariciarse uno mismo la cabeza. Jugar con la compu hasta largas horas, cansarnos acomodando las cosas de la casa, reacomodándolas, y volviéndolas al primer lugar, como un simple pasatiempo. Ver un peli solo (Diario de una Pasión, por ejemplo) y llorar solo.
De eso se trata, de estas cosas que nos perdemos. Conocernos a uno mismo. Yo ya me conozco! diría Julia.
Sin embargo, estar solo deja de ser un padecimiento cuando nos damos cuenta que por ahí, en algún lugar, hay alguien solo que también nos está esperando…..

Voy a hacer de cuenta...

Capaz que no hay nada para entender. Buscamos las respuestas en los lugares menos comunes. Perdemos a las personas a menudo sin darnos cuenta.
Digo, a veces resulta ser así, menos complejo. Tal vez la razón de ser de la noche sea solamente esa: convertirse en una oscura posibilidad de saltar al vacío. Como las verrugas en el mar, sedientas de paz. Como los horizontes, como estómagos planos que se difieren las sábanas para el regreso de los guerreros.
Vivir es esto y aquello. No uno o lo otro. Sino ambos. Vivir significa tener la certeza que el dolor también resulta compañía a veces. Que las oportunidades van y vienen, que es posible barajar y empezar de nuevo. Que vale la pena quedarse quieto hasta la madrugada amasando la memoria.
Que la espera es sólo un estado; algo pasajero. No podemos retener en el tiempo bajo nuestros hombros, menos aún, podemos divertirnos con las sombras de aquellas cosas que ya no tenemos.
Claro que el sentido de pertenencia refiere a la comodidad de las cosas. Yo prefiero hacer de cuenta que todo existe. Que los inventos de la memoria también son necesarios para el misterio de las pascuas en tus ojos. Ahí voy y vengo. Me quedo en tus puertos por si las dudas. Me arremango los pantalones y meto las piernas sobre el agua fría de aquel lago primero. De aquellos lugares que me marean mis días, que revuelven las esperanzas en un patio inmóvil.
Lejos, aún más lejos queda toda mi esencia repugnante. Como un capricho de las flores, como un despertar vacío, sin enmiendas en los ojos, sin bahías, sin explicaciones posibles.
Voy a hacer de cuenta que las cosas pueden cambiar (aunque ya no espere). La espera es solitaria y melancólica. Y ni una ni otra tienden a saciar nuestro ánimo por la poesía. Es como un juego, como una partida de cartas, como una flor simple, un símbolo, una guitarra, un “nos vemos” como quien dice hasta nunca.
Son también esas lágrimas que no comprendo, una película que nunca veo, que no llego al final. Es también darse cuenta, suplicar la compañía, estirar el brazo hasta alcanzar el hueco tibio de alguna palabra.
Ahí nos perdemos, como un pendiente, aquello que no sucede ni se atreve. Voy a hacer de cuenta que nada de esto ha pasado; que el olvido resulta mejor cuando se olvida de a dos. Cuando ya no es espera, ni melancolía ni nostalgia. Es esto. Así, a secas. Sin rótulos. Estar aca, justo en este puto lugar. Mirando la ventana como quien mira un diccionario de nombres, como la sensación de algún suspiro que se apoya en nuestros hombros. Como sentir un escalofrío que llega de parte ninguna y recorre todo mi espinazo.
Ya no hablo de amor como se habrán dado cuenta. Tendrá esto algo que ver con la noche del último sábado?
¿Qué sábado? pregunto. Mientras hago de cuenta que soy invisible, y me meto en tiempo y en tus días. Y te acaricio la frente con un último beso. Con esa sensación de haberlo perdido todo para empezar de nuevo. Aunque esto último no resulte. Aunque vos hagas de cuenta que ya no importa. Que está bien que sea así.
Y también te hacés invisible para que nadie te vea llorar…

miércoles, 8 de julio de 2009

Hasta luego...


Sucede que a veces miramos las cosas desde la perspectiva prometedora de los vacíos. Resulta para vos, para mí, para ellos, aquellos; como un juego práctico de tirarnos desde el precipio primero; desde las ganas últimas, desde este costado y aquel.
La música del viento que ya no trae los nombres de antes, el que espera y muere; el que pierde las ganas de todo por no animarse al riesgo. Estos otros que deambulan por las galerías de la memoria como un animal selvático que nos zarpa la paciencia.
Perdemos todo el tiempo a muchas personas. Perdemos gentes que no conocemos, perdemos las oportunidades que nos debemos. Perdemos desde el comienzo de todo, con las manos ingratas, con el pulso desviado por las lagunas en los omóplatos, en los tobillos desde una inicial hasta la sobrina de los pianos.
Fumamos también a menudo la mejor compañía de los días perdidos, de las esperas constantes y desarticuladas, de los vestidos cayéndose como medialunas, como fetas de cielo, como cenizas póstumas que ya no me importan.
No importan tus contratiempos, ni tus excusas, ni tus pantalones bajos. No deseo oir quizá la melodía dulce de tus huesos chocando contra los mios; ni el aleteo de tus caderas sorprendidas en una mesa de saldos. No quiero disfrazarme de humo, ni darte la oportunidad para que pienses que ha sido el peor final. Que las despedidas fueron suprimidas de a una hasta quedarse con las lunas vacías. Saber que ya no volveré a mirarte con la misma haraganería de encontrarte por ahí.
Deberás entender que uno pierde muchas veces las cosas que mas quiere por inexperto, por orgulloso o por pelotudo.
Me canso de mi almohada húmeda, babeada, de mis pasos rancios, de las orejas agrietadas, de las manos quietas.
Me canso de este vino dulce, del vodka barato, de tus risas repetidas como gamulanes, como gigantes verdes que aparecen por el balcón o la pecera y se tiran cuerpo a tierra después de los hongos. Benditos hongos que me alejan de la realidad. Que me alejan de vos por fin.
Y siempre es el mismo final. Me canso de escribirlo y pensarlo. Me canso de pensarte y traerte. ¿No será acaso tiempo de que te vayas de acá?
Digo, después de todo lo que he sufrido: ¿no habrá llegado la hora de mandarte al carajo? (pregunto)

martes, 7 de julio de 2009

¿Donde queda el milagro de los solos?....


Ni las catedrales ni las palabras, ni siquiera la débil conjura de los cristos, de las lunas caminando hasta los callejones, yirando, revolcándose en recuerdos y nostalgias que luego se fugan.
De cerveza y cigarrillo. Un viejo muere en el penúltimo asiento/butaca de un cine barato, mugriento, barato, desolado, triste, barato, oscuro y repugnante cine.
Donde miradas, también baratas y abandonadas se retuercen hasta su tripanosoma más cursi, huevo o cigota.
Desde el principio de las cosas los conflictos se suceden como mendigos de la intimidad, cual minúsculos balcones agrios preguntando obscenidades.
Así fue como el origen del sexo fue el asqueroso acto sexual. Orgásmico: continuo de una maldita serpiente. Y se aplica la culpa, y los groseros errores de las bestias a la humanidad toda.
Y se regalan crucifijos, postales, rosas intelectuales que presumen que todo, absolutamente todo, ya existía desde entonces.
Las flores lésbicas, los tragos, los cafés, el reclamo permanente, los cielos cruzados, las rutinas, el arrepentimiento del cigarrillo y los excesos de pan.
Y me permito fumarme, contorneo mi figura hombre de tizne y alcohol, de preguntas fallidas, de suelas errantes, de caminos absurdos.
Por un instante me detengo sol, soplo mis anginas hacia fuera, el mundo me hace caso, describo balcones y desaparece todo.
Las abuelas gritan y desaparecen. Se arman los dolores, se fabrican historias innumerables sobre los toldos de sus hombros.
Ojos que caen como paracaídas. Momentos que ocurren violentos y secos.
Lejos de la conciencia, el Hombre se conoce a sí mismo, desde el cosmos, desde el infinito lugar donde se hace menos lesivo. Entero. Vulgo.
De brazos abiertos. Con los párpados flexionados en el horizonte, dando mordiscones de humo blanco, el tizne de unos cabellos; el aire genital, su panza aterrizando conocido.
Aquel Yo Hombre.
Como estatuas desvela una a una sus ganas de quedarse inmóvil. Todos lo sabemos.
Se procrean sus dedos sobre otros dedos, como caricias, señales, antorchas.
Es sólo eso: una imagen que la mente inventa. Una boca apoyada sobre otra espalda jugosa que pinta un vagabundo de narices agrietadas.
Millones de inodoros que reflexionan, buscando algún dejo de justicia que ya no cuenta nada. Se apropian de lo joven en él y mastican.
Mastican todo lo que pueden. Argumentan ventanales, cual manos sueltas, llenas de ollas que susurran el cambio. ¿En qué fallamos?
Y la pregunta viene como piernas aberrantes que desagradan.
Al fin y al cabo, es así, como todos los días. Desde los balcones las miradas se aplanan, se buscan cómplices. Inocentes gestos de aquellos que no lo entienden. Y asoman, sólo para ver qué es lo que pasa.
Los huesos se esquirlan en boca de urna. Las sillas esperan sentadas.
La vida lleva consigo un ritmo recurrente, de náuseas y orgasmos, de la sensación de que todo sucedió por fin. Y no. Ya ha pasado lo peor… Tal vez.
En general, las calles son como un dulce. Tengo la sensación de haber masticado sus casas, sus mástiles, sus barrios.
Alguien me mira. Observa el contorno de todo. Las sombras. Ojos que son malformaciones. Un gelatinoso testigo que el aire no percibe.
Se cruzan en diagonales superando los planos. Metamorfosis etílica que se vez muy de vez en cuando.
Los finales están allá. En el tango, en la muela de juicio. En las veredas también.
Allá dónde no hay abrazos. Todo lo dinámico se hace vapor, y el mundo queda quieto. Se pierde una vuelta.
Queda paralítico.
Y de nuevo de un par de soledades. Yo conozco esos ojos. He visto el hambre, la tierra tiene ese gusto a tierra difícil de confundir. Como una premisa pendiente, llenando sus ojos de misas. Miro hacia fuera, desde este lugar, desde donde invento mi propia realidad, con el mismo sabor a derrota de hace catorce años. Siento que algo está cambiando…
¿No sienten acaso en el aire ese perfume extraño agridulce? ¿No sintieron de pronto como que las calles tenían una indescriptible sensación de derrota?
Desde lejos, otra vez la misma música. Va y viene esquivando las marchas. ¿Sienten los aplausos?...
Las palmas rojas, los ojos rojos, el cielo rojo también. Los poetas abandonan las ciudades, el abrazo se pierde en el último instante, en el primer mediodía. La taza tibia de café queda pendiente entre dos tipos que fuman y fuman. El tabaco no es sólo la excusa. Definitivamente tengo el alma enrarecida como si se acabaran las promesas. Como si ya estuviéramos cansados de todo. De todos.
Pasa en los prostíbulos inmóviles, en los baños, en las iglesias enrejadas, entre los pueblos contra los pueblos, el hambre contra el hambre. El odio de las mariposas que se asesinan entre sí. El egoísmo los mares con sus vientres pensantes y los ojos lastimosos.
Miro las vidrieras y la gente ha dejado de creer. Se pelean por luces de colores en las esquinas de semáforos, se pelean sin conceptos, sin argumentos, sin premisas.
Y siento que miro hacia arriba y las nubes huyen a otros lugares mejores, se perdió el abrazo último, y quedó la palabra partida a mitad de camino.
Rezo en voz baja.
Pregunto la hora a una señora que enseguida se agarra la cartera y no me mira. Dobla en la esquina, camina rápido, observa todo por encima del hombro. La vida le pasa por la cara y ni siquiera lo advierte. No le importa. Luego la pierdo en el horizonte. n el mismo lugar donde todas las cosas se disipan. Donde el mundo se hace mundo sin rayuela, sin ajedrez.
Todo parece como una sucesión de miles de pequeñas imágenes. Diminutos pretextos. Enormes problemas. Me da la sensación que ya no sirve de nada creer. Ahí vamos. En eso estamos. Caminado por senderos de odio, de insatisfacción.
Y yo me preguntaba mientras escribía esto. Me acordaba de aquellos juegos de niño, de los proyectos que planeaba mientras iba a la facultad. Pensaba también en las charlas con mis viejos, en mis ideas políticas, en las ganas que tenía de cambiar las cosas. Me venía a la mente los sermones del Padre Malfa, los consejos de mi abuela, las idioteces de mis amigos. Las calles abiertas, las puertas seguras, los planos gigantes. Los ojos expectantes, el abrazo tibio, la cama servida. Los domingos de fútbol, el libro prestado, el deseo de casarme, el techo propio, el pan, el matecocido. ¿Dónde fue a parar todo?
O mejor aún, ¿dónde queda el milagro de los solos?

lunes, 6 de julio de 2009

Empezar la semana, empezar de nuevo....

El peor final, la mejor derrota, el vacio que se huele a lo lejos y a lo cerca. Tus aromas fiados, la mirada engañada, así la vida se gasta un poco por este lado y aquel. Así te pierdo como mi mejor recuerdo, te extrañaré mañana, y tal vez el mes próximo ya seas tan solo una parte buena de los días prestados.
A veces cuesta darse cuenta de las cosas, a veces ver las cosas cuesta tiempo. Yo, desde mis plegarias me voy ya lejos, huyo de aquellos lugares que te nombran, y que suspiran cuando los pasos ebrios quieran traerme a una distancia prudente.
La soledad tiene que ver con estas cosas. Con las idas y venidas, con las vueltas, los regresos. Prefiero creer que estoy volviendo ya….
De una cosa estoy convencido. Esta noche será extremadamente larga y oscura. El silencio quizá me permita escuchar las voces de los otros. Los reclamos de otras veredas, los gritos, las risas, aquella voz primera que permanece intacta en mis tímpanos.
Luego la esquina que también tendrá la sensación de esperarme, y por si acaso, mira la ventana saltando de balcón en balcón, para huir también.
Este lunes será el primer día que ya no espere. Es rara esta sensación. Es raro dejar la comodidad de las cosas quietas, de las persianas abiertas. Como un pequeño pestaneo el cielo me giña un ojo, me pregunta donde voy, a que hora vuelvo. No tengo ninguna respuesta. Voy por ellas.
Al fin y al cabo es verdad: yo soy solo.

domingo, 5 de julio de 2009

No te va a gustar...


Ayer fue un dia más que triste. Tristisimo soliamos decir con Euge. Es que a veces no existe otra palabra para enunciar ese sentimiento de vacío que nos provoca algo.
A veces es bueno tocar fondo, no está mal perder las esperanzas. Está bien que los sueños no se cumplan, que las llegadas sean largas y las esperas eternas. Tampoco está mal desenamorarnos, empezar de nuevo. Sentir que no se puede más.
A menudo resulta bien el hecho de vernos cansados, derrotados. Con la mirada perdida y los pulmones hinchados de llorar. Está bien tener recuerdos, no olvidar, perdonar, odiar, amar. No está mal no tener hambre, ni ganas de hacer nada por unos días. Es normal no tener sueño, dar vueltas en la cama, caminar mucho, desear poco. Llorar.
De eso se trata esto. Es como un contrato en blanco que uno firma. Es cerrar los ojos y arrojarse al vacío, apostar todo, arriesgar mucho más de la cuenta.
Es perder, empatar, ser una probable coincidencia. Un pensamiento austero, una mirada esquiva, es la silla derrotada, el pulso gastado, los ojos avejentados como cielorrasos. También de esto se trata. De dar una giro más en la calesita, una vuelta de yapa. Es equivocarse y empezar, terminar el duelo, darse tiempo, pedir tiempo, tomarnos la esperanza que traen consigo la última despedida, la canción final, un sorbo más a esta botella. Darse la oportunidad de volver a aquellos lugares donde habiamos dejar de ir. Visitar amigos, crear amigos, inventar historias, generar con la mirad un universos de posibilidades, alejarnos para siempre de algunas personas, ser eternos, pedir disculpas, emborracharse.
Respirar hondo, una vez, dos veces, otra vez. Expirar con ganas, como quien despoja la paciencia del destino. Y llorar. Como diría Girondo, si vas a llorar, llorá bien. Llorar con el alma abierta, con las venas cruzadas, con aliento de la primera mañana, en la ducha, en la playa, en un tablón. Llorar solo, llorar como si fuera la ultima vez que esa lágrima sale por tus ojos. Porque así será.
Porque no te va a gustar verme juntar mis pedacitos, sabiendo que ahora puedo volver a empezar…
(yo soy solo)

CERRADO POR MELANCOLIA...

Sepan disculpar los inconvenientes ocasionados, en el día de la fecha no habrá notas por los motivos expuestos. Los esperamos esta noche con un nuevo texto para compartir.

viernes, 3 de julio de 2009

Sentirnos desapareciendo...


Esta vez es distinto. No por aquello de las promesas que se quedan suspendidas en el tendal de todos los puertos. Te lo digo como una especie de confesión, como un secreto o un himno. He sabido conocer los reclamos del tiempo, esa voz tenue que nace desde todos los rincones y que nos deja la misma sensación de compañía que un wisky.
La soledad de sentirnos desapareciendo ante cada olvido del destino. El ambiente húmedo de los pisos blancos, las arenas en los pulmones, las estrias que van desde el cuello hasta tus iniciales.
Es como que con el paso de los días, mientras los meses bajan y bajan de prisa, uno se va convirtiendo un poco más diminuto tal vez. Y te ansío cerca, desprotegido yo, revuelvo el tuco, y la olla de interrogantes va a parar al patio, donde siempre.
Desde cada baldosa, en una pequeña rendija de cielo, puedo verte sonriendo. ¿Es esto la soledad? Pregunto al aire.
En el mismo momento en que una luna raquítica se posa en mi ventana a chusmear todo, veo todo más claro ya…
Vamos desapareciendo con los café, los tilos, con las pastillas, desaparecemos con palabra que postergamos, con el saludo inicial de las despedidas. Con las valijas repletas de promesas incumplidas, de pretéritos, de escamas llorosas.
Te convienen los años, y la prisa. Es mejor no vernos transparentes ni cristalinos, huyendo los vagones, dejando las cosas así, mejor.
La distancia referida, los omóplatos, los huesos marcados, la cintura pequeña, tus ojos baúles, el frío de aquí y de allá. Un punto equis distante. Una mirada llena de colesterol, que cae al vacio de las cosas comunes. El arpa anuncia que ya son las cuatro de la mañana. Estúpido yo miro la hora como creyendo que todavía es temprano. Ya no existen tiempos tempranos.
¿Oyen a lo lejos su nombre? A pesos firmes se escapa de todo. Bah, es feliz, ya sin mí. Huyo yo tambien donde puedo. Donde me permite mi culpa y mis reproches. Afuera, digo, desde afuera todo se ve más simple ya.
Como que desaparezco un poco, y no. Me voy volviendo transparente ya. Es la vida, que me pasa factura…

jueves, 2 de julio de 2009

Tus ojos como bahías...



Ha pasado otro dia más de este julio insoportable. Las dudas de las paredes revientan sus cáscaras contra mis ojos, y me hacen llorar. Debe ser este viento maldito que me contrae los pulmones. Acaso el tiempo ha sugerido tu venidas, y yo he estado esperando lo que nunca llega. Los relojes atrasan sus agujas en el horizonte, donde ya he pintado tus ojos untados de melancolía. Todos los crepúsculos se cierran en un mismo punto. Y desde lejos, tu aliento me llega como un mensaje que debo descifrar.
Es esa música plena, tan franca y transeúnte, tan cristalina y conocida. Y son esos labios mojados, tu cintura sencilla y arrebatada, tus pestañas de otoño, y la risa mágica de los océanos que también me traen hasta donde vos estas.
Los recuerdos se dejan llevar por la corriente sanguínea de la tierra, conozco esos abrazos que me dabas y que ahora los recibe otro. Entiendo que es mejor para vos saberme desconocido, interpretar mis pasos como una distancia que se agranda con el paso cómodo de los días. Y esta bien, digo. Está bien que me olvides…
(yo soy solo)

miércoles, 1 de julio de 2009

Te presiento llegando...


Te miro y te conozco. Casi como que me sé tu nombre de memoria. El horizonte se aplana en tus ojos vidriosos, como un ejemplo del silencio genial que nos separa las voces. Aquel tiempo y este tiempo, te intuyo en mí. Esta bien. Tengo sensación que pronto vas a llegar, que no vas a tardar. Que seremos uno para el otro, sin discusiones acerca de los origenes del mundo. Sabrás mi nombre sin haberlo oído nunca. Y deletreare tu espalda hacia el contorno uniforme de mis manos que te amasan.
Te presiento de cuerpo presente, unánime tus brazos me contienen tus ojos pacíficos, atlánticos. La torpeza de los gestos, las mandíbulas sobrantes, los eclipses de luna, el merteolate en mis venas, aquella tilinga mirando desde lejos, serán ajenos, sobrantes testigos de un mundo que nos consume y pertenece. Porque te presiento humante, descascarado el ovillo de todos los comienzos. Asi será el encuentro de los planetas que nos supieron derrotas. Acaso pudiera la roca vencer esos almanaques de tergopol? Los días han pasado, es cierto. Yo prefiero imaginarte llegando, como si las tardanzas fuerzan necesarias y prescindibles en nuestro pulso.
Porque te presiento llenando mis rincones, despojando los vacios huecos que dejan mis pasos, desterrando la melancólica manera de pensarlo todo. Asi es mejor. Asi te veo y te imagino. Te espero como siempre. Desde que la paciencia fue inventada por los dioses yo te imagino.
Nos te demores mas… por favor.