lunes, 30 de noviembre de 2009

¿No te pasó alguna vez?


A veces tus ojos son como misas. Como pequeños paréntesis que trato de descifrar y no puedo. Me gustaría tener la facilidad de llegar hasta aquellos lugares donde la emoción del abrazo primero signifique apenas algo más que un simple susurro de huesos. Y este lugar esta bueno, sirve para escribirte, en el momento en el que yo necesito y sirve para que vos lo leas cuando puedas, cuando tengas ganas, o logres tirarlo sin leer (es otra opción, pero vos te lo perderías, eso seguro). Sirve para achicar las distancias, para que los silencios dejen de ser rectángulos con formas de nubes, sirve también para tener la sensación primitiva que estás por ahí, muy cerca de todas las cosas que toco. Es increíble todo lo que provoca el roce tus labios primeros yendo de un lugar hacia el otro, sin permisos, me cuelgo detrás de tu mirada, que se escapa a veces, otras veces huye dejando todo en calma. Y ahí me siento diminuto y pequeño. Ridículo me sumerjo entre las eses que espero, en los contornos de otras figuras parecidas a tu sombra. Y después de haberte ido, me reduzco a un niño; como si fuera un nene chiquito de tres o cinco años y sin energía de nada. Y Solo quiero dormir. Dejo de lado la expectativa, la espera sincera. Ya todo terminó tan rápido, que siento que el tiempo resulta poco para apretarte con todas las ganas que tenía de hacerlo. Me pasó algo terrible: Sabía que el olor que habías dejado en mi ropa se iba a ir rápidamente, mucho antes de que vuelvas. Eso fue duro. Y pensé que mejor sería no esperar otro encuentro. Que iba a ser muy larga la espera. Casi es más fácil olvidarte que esperarte. Esperarte es doloroso, es sentir la falta que provoca tanto deseo. Ojalá pudiera olvidarte para no desearte más, duele desearte, y ahora encima ya sé que es muy lindo apretarte, olerte, besarte. Por qué no pude dejar de besarte, Dios!, será porque se que vos no podes volver cuando yo lo necesito –siempre?. No quiero dejar las cosas así. Faltó algo, quiero conocerte más, quiero que los dos la pasemos bien. Te prometo DEJARTE IR y perdón por prenderme de vos así. Te dije que me gustaba tu PIEL y te reíste. REITE. No es fácil decirlo, es más, puede dar vergüenza, y si al otro no le gusta tu piel tanto como a vos, quizás no lo entienda y se ría, como vos lo hiciste. ¿Sabes porque me gusta? porque sentí en ese momento que yo había probado esa misma piel otra vez, ese perfume y ese olor, como un gusto conocido, como un antiguo placer vivido. Como tener lo que tuve hace mucho tiempo con alguien que se parecía -como ya te dije- mucho a vos. Ese alguien imposible, inalcanzable y otra vez me engancho con esto, que es justamente con lo que no “debería” engancharme y sí... me vuelve a pasar... me gusta que sea así, me atrae demasiado esto, y no me lo quiero perder. También te dije que es tu olor el que no quería perder. Una mala noticia para mí, tu olor ya se fue. Una idea: comercializalo: es muy rico. Yo lo compraría, para recordar la sensación de tenerte cerca. Te dije que no tenía LIMITES, quizás la mayor o única limitación que necesito cruzar es la distancia, cuando tengo una oportunidad como la de ayer, y puedo cruzarla, cuando puedo empezar a tocar, cuando lo otro me atrae tanto, necesito estar cerca, lo único que quiero es estar cerca, no me quiero despegar. Sabía que sólo había media hora. Y ya me había como emborrachado con vos. Perdoname, pero si volves... quizás me vuelva a pasar. Vos podes pedirme que me aleje, sí, aunque me cueste haría caso, soy OBEDIENTE. Ahí salió mi EDIPO, a uno cuando le pasan estas cosas, cuando con tanta furia quiere “comerse a alguien” a besos, a abrazos, seguramente ese alguien despierta recuerdos, deseos, viejos anhelos reprimidos, prohibidos. Y salta ahí “seguro” la relación con el padre o madre. Porque esa necesidad, gran necesidad que tengo de tener a alguien “prohibido”, “difícil”, “imposible” como sos vos, es la necesidad de recrear esa sensación, esa experiencia infantil vivida cuando chico. Esa distancia enorme, ese deseo de estar con vos y no saber cómo, no poder acercarme, porque no demostras interés por hacerlo, solo se te veo distante, inalcanzable. Me gusta la INTENSIDAD, por eso te apretaba tanto. Con la MIRADA también se puede ser muy intenso, y a veces, no es fácil empezar a ser intenso con el cuerpo y mantener la mirada, como antes de empezar a tocarse. Es como mucho el primer día. Me imagino ahora lo que debe ser poder hacerlo, mirarse y tocarse intensamente, en un mismo acto, al mismo tiempo. Lo único malo: te alejás y todo eso te FALTA: eso es el DESEO, una falta de algo que tuviste y que ya no tenés, porque no te pertenece, o de algo que nunca tuviste. No es una necesidad, la necesidad se satisface y chau. El deseo, se puede apagar o no (en este caso se pudo un rato y creo que no todo), y después..... volvés a faltar. Pase lo que pase, está bien. Pero te pido esto: no dejes pasar mucho tiempo si vas a volver, y dame más tiempo, o un poco más: media hora no es nada. Es solo un momento más que te pido para no quedarme con tantas ganas y que se pierda esto. No quiero que se me vayan las ganas de estar con vos por esta distancia que a veces los hombres necesitamos poner para que no joda, no se ilusione, no se la crea. No soy de joder a nadie, no es mi estilo y ya te vas a dar cuenta de esto. Dejame hablar de SEXO, solo eso quiero, una vez más –mentira- las que sean. Si hay algo que no me gusta es especular ni intentar atrapar, prefiero SOLTAR. Solo toco cuando puedo y me dejan. Solo quiero lo que me quieren dar. Lo demás... no me interesa... porque no es para mí. Yo se que si no volvieras, me perdería de conocer a alguien a quien puedo desear. El deseo a veces resultar ser tan así, tan nada, tan lejos. Como una distancia que los pueblos no llenan, como mapas errantes que se confiesan que estás cerca. Que todavía presiento y siento. Esa dualidad del ser humano que nos hace primitivos y animales. Quizá ahora que la cerveza se acabó te preguntes muchas cosas. Yo me quedo con ese sabor que sólo tu piel tiene, lo demás son especulaciones de la gente. No les hagas caso. No entenderían ese choque de cuerpos torpes a media luz. O acaso, a vos, no te ha pasado alguna vez ese escalofrío en la panza, ese rechinar de huesos y esas ganas insoportables de querer volver a estar con alguien?

domingo, 29 de noviembre de 2009

Yo no Soy solo


Me había confundido todo. En este afán se saciar mi soledad mezclé todas las cosas, y de pronto me ví víctima de mis palabras, encerrado en los estados prematuros de mi conciencia, aislado de mis cosas, de aquello que me hace “ser”, existirme, sentirme como soy.
Hasta que por fin una noche de cigarrillos insoportables, de insomnsios exagerados, de guerras en mi cama con las sábanas y los quejidos del colchón, me pregunté si en verdad yo soy solo. ¿Qué somos? ¿Quiénes somos?
No tengo ni idea de mis respuestas porque después de la tercera cerveza comencé a sentir una terrible atracción al vacío, la música me envolvía como acariciándome todo con una suavidad inexistente que no tenía.
Gozaba de un concepto erróneo acerca de la soledad. Dicen que la soledad es ausencia de compañía, para mí es esa sensación de vacío. Uno bien puede estar rodeado de gentes e igualmente sentirse solo. Entonces, si esto era así, también estaba equivocado sobre lo que realmente significa estar o ser solo.

Y ahí entonces la pregunta que me acercaba Héctor, mi amigo sin comillas: ¿somos solos o estamos solos?
Y cuando intenté la respuesta fue mágico el catálogo de posibilidades que dieron origen a las probabilidades de estar más solo de lo que en realidad soy. ¿Yo soy solo? ¿es eso lo que pienso de mí? ¿es acaso eso lo que quiero para mí? dijo Matías.
Definitivamente no soy solo.
La soledad a la que le escribo es distinta. Hablo del desengaño, de los finales, de estar o no con alguien, de la ausencia de ese sentimiento semejante al amor. El amor-eros. Pero eso es sólo una parte de la soledad. Estar solo es todavía mucho más profundo y cruel. Y yo no soy solo. Soy esto, un escritor barato de madrugadas que piensa que la vida le debe una oportunidad en muchas cosas, alguien que disfruta la soledad con el gozo del tiempo bien invertido; alguien que se cuelga del balcón mirando la gente pasar, tratando de entender un poco por qué nos pasamos la vida extrañando justo a los que ya no están. Y entonces, como un suave click en mi cabeza, por esos comentarios que me dejan, por esas preguntas que divagan por ahí, me di cuenta que iba siempre a contramano. Ya lo había sentido en otras oportunidades, pero ahora tenía sentido. Es decir, me había convertido en una máquina de incorporar el sufrimiento, me alimentaba del dolor, de la ausencia, de los ojos inflados por llorar, de la bronca, del sentirme solo desde acepción más trágica de la soledad.
La tragedia quedó reservada para las comedias. Mi vida no es una tragedia. Si entiendo que es un despelote andante, que debería reeditar muchas otras preguntas, y resolver otros conflictos que nada tienen que ver con ser o estar solo.
Es decir, no abandono mi búsqueda. No dejo de esperar ni me resigno a nada. Sólo que hoy, desde este otro lugar me permito ubicarme en el rol de Daniel a secas. No soy Solo yo. Yo soy Daniel. Este pibe que se divierte con las mismas cosas de siempre, como vos, como aquel que pasa ahora justo debajo de mi balcón. ¿Somos solos? Me parece que me había confundido. Ahora estoy solo, no es un estado, es algo circunstancial. Mientras tanto.. justo ahora.. disfruto de este domingo londileño, con unos ricos mates con facturas.

Es cierto, estoy solo y eso podría cambiar ahora mismo.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Retroceda diez casilleros


No sé si puede reinventarse la vida. A veces cuesta volver a empezar. Creer sobretodo. Vivimos en un mundo tan incrédulo, desmitificado, donde predomina una sensación austera de cuestionar. De dudar del otro. Por eso es que pensé en dejar todo. Al fin y al cabo estas palabras ni siquiera eran mías. Después me puse a pensar en lo que uno hace, en las oportunidades que nosotros mismos nos damos, en el valor de haber cambiado, esa postura distinta que tenemos frente a lo simple. Y valoré entonces ese esfuerzo mío por levantarme de nuevo, por creer en la gente, por tener confianza en lo mío y lo otro. Claro que es muy probable que fracase. De nada sirve tener al éxito asegurado de antemano. Hoy por ejemplo, perdí. Pero a diferencia de otras veces, perdí de pie, con la frente bien alta, y el alma tranquila. Perdí ya no por mí, no perdí por no haberme arriesgado, no perdí por esperar ocho meses, no perdí por haber dicho te amo cuando realmente así lo sentí, tampoco perdí por pedir otra oportunidad. ¿Sabés por qué perdí? perdí porque la vida nos enseña, con el tiempo, que a veces se gana y otras veces se pierde. Y está bueno perder. De ahí aprendemos.Y no digo que sea fácil levantarse y hacer de cuenta que acá no ha pasado nada. Claro que pasó de todo! Afuera pasa de todo. Levantarse también tiene ese gusto a revancha, “esta vez no fue, Daniel” me digo en paz. Y seguiré buscando aquello que me falta. Esas carencias que le dan sentido al estar vivo. Cuando uno se la juega y pierde, queda ese sabor amargo al principio, pero después comprenderás que perder así vale la pena. Uno tiene que estar entrenado para la derrota, el gusto de la victoria tiene ese qué sé yo que lo hace diferente. Valeria con una hija, sola y viviendo en la casa de su mejor amiga, se ha levantado. Yamila se ha levantado. July, que perdió su tortuga desde un segundo piso de la calle Julián Alvarez, se ha levantado. Amalia se ha levantado. Lili que perdió una hija y yo a mi mejor amiga también nos hemos levantado. Ana con una costilla fisurada se levanta todos los días. Mati que me contó lo de su abbuelo también se levanta. Mi vieja que la veo ya cansada de las madrugadas, todos los días se levanta. Mi vecina del 5º A, sola y malhumorada se levanta igual. Fernando obsesivo con un amor prohibido y poco probable se levanta todas las mañana a trabajar. El trapito de la clínica de abajo con frío se levanta.Y yo hoy la verdad, tenía muchas ganas de quedarme durmiendo. Dormir y dormir hasta olvidar. ¿No te pasó alguna vez? pero bueno, es como en el juego de la Oca. Callejón sin salida, retrocedo diez casilleros y vuelvo a tirar los dados. Nunca se sabe las vueltas de la vida.

martes, 17 de noviembre de 2009

Canción melancólica para violín


1
Te miraré al pasar con la sensación de haberlo entregado todo.
¿Sienten la noche acabarse abrupta en el mar?
No es nada, me digo. Me doy vuelta contra la pared y el mundo se sumerge húmedo en los cristales finos.

2
Acompaño mi codo hasta la esquina y de ahí vuelvo hasta la misma puerta de entrada. ¿No tienen la sensación de haber estado acá antes?
No es nada, te digo. Y doy vuelta la pared y al mundo húmedo.

3
Y los finales son siempre así de cristales.
¿dónde empieza el mundo o los muros?
No es nada, me dicen. Y doy vuelta la letra de ésta canción
para verte pasar con la sensación de no haberte llegado con nada.

lunes, 16 de noviembre de 2009

¿Qué cosas habré hecho mal?


Se me ocurrió algo. Por ahí te parece una locura compartir mis cosas, al fin y al cabo vos y yo estamos solos. Digo solos en el sentido más vacío de la palabra. Muchas veces nos pasamos la vida pensando que los otros están mejor, que ya han encontrado lo que buscan. Y entonces, nosotros, voy y yo ahora, solos, pacíficamente quietos de este lado del mundo, empinando las voces que nadie oye como una turbia serenata de compases afónicos que no dicen nada. Te acordás de los comienzos?
¿Cuanto hace que estamos así?
¿Cuanto hace que no te dicen algo lindo al oído?
¿Cuantas noches embestiste tu cuerpo blando contra otro cuerpo igualmente blanco y atlántico? ¿Quien maneja los tiempos de uno y otro? ¿Quien inventa los escenarios de la vida? Digo, porque yo no he elegido estos finales de vino y cigarrillo. Y me preguntaba de paso qué cosas habré hecho mal.
Viste que uno se cuestiona todo cuando se siente rezagado. Claro que me gustaría estar riéndome con alguien de las cosas tan estúpidas de la vida. Carcajear de sólo pensar las vueltas que tiene este mundo. ¿Por qué la luna nos muestra siempre la misma cara? digo, ahora que mi cigarrillo se acaba y las canciones tristes del mundo me llevan por la costa donde me siento tan dueño de mi mismo.
Y se me pone la piel de gallina de verme tan tirado acá, justo acá, en el mismo carajo de todo; sencillo y práctico, volviendo hacia atrás, corrigiendo palabras, pensando las copas que compro para usar una sola. Un vino tinto color sangre, sudor de los pensantes que se ahogan sin querer en las risas simples que amagan compañía.
Ves? no puedo no sentirme lejos de la gente que quiero. Ensayo mis brazos hacia otros brazos, que son como pequeños puertos; húmedas caricias de madera y silencio.
Creo que ya debe ser tarde de madrugada, porque los autos ya no corren con la prisa de los mediodías y por fin encuentro la paz que mi cabeza no me permite.
¿Por qué tengo está manía se pensarme así?
Mirá, busco entre las cenizas blancas otros rostros blancos también que no llenan los roperos. Encojo mis hombros y me veo niño, vos y yo, floreciendo caricias que nos permiten desear lo que –pensamos- otros tienen.
Digo, alguien en este mundo debe ser felíz a su manera. Desinteresada de los ojos de barro, de los omoplatos huesudos, alguno debe sentirse plácido y completo en esta noche dieciséis que aplaude otro año.
Un bandoleón de risas melancólicas que nos cuestionan la mesa, las uñas, el cielorraso. ¿Viste el cielorraso? le hace falta una mano más de pintura.
¿Quién habrá dejado las cosas inconclusas? ¿Con qué propósito?
Yo escribo esta carta mientras los ojos se me achican. Me preguntaba qué será de esos días completos. Me inundo de tu sonrisa estática que ya no marea, hasta quedarme inclinado, abrazado a mis rodillas y arrinconado en esta noche de golpe. Qué suave parecen mis labios en el vino. Enciendo otro cigarrillo de guitarra y violín, y me parece haber oído pasar tu nombre por la vereda. Qué tonto, no? ¿Cómo se me va a ocurrir la idea de que vengas por acá? Si los solos esperamos. Esperamos eternamente que el destino nos dé vuelta la cara de un revés.

Sin ir más lejos


Me puse a pensar el color que tomaría la soledad. O si tuvieramos la posibilidad de ponerle un perfume. Qué sabor tendría en la boca un caramelo de soledad?O sea, no quiero que piensen que todo con los solos es triste. Hoy, sin ir más lejos, he sentido que las cosas suceden así por algo. Y ahora soy yo quien necesita de la paciencia. Suena absurdo sentirse esperando todo el tiempo sin que nada llegue. Una devolución, una pared, una símbolo. Los gestos del destino suenan más bien como un reclamo que no me interesa.

Sí ya sé, debería dejar de comer tantas harinas.

Lo de Marta fue distinto, ella habla de la soledad de los hijos, de lo que se van, de los que huyen al descampado aroma de la vida transeúnte. Pero que injusto es el relámpago de la vida! Por dios! debería dejar de hablar así también.

La soledad tiene que ver con uno mismo, explicaba. Con lo de adentro. Los solos esperamos, tenemos la virtud de acomodarnos en los mejores lugares del mundo, erguidos y fantasmagóricos caminamos las calles preguntando nombres inexistentes casi. Muchos se detienen en los teléfonos públicos y simulan llamar a alguien. Otros se desparraman en los café, piden una taza caliente de té, abren las servilletas de par en par con la blancura fresca de sus manos temblorosas. Y ahí se detienen unos cuantos minutos a esperar. Que paciencia!

Y después, medio inconsciente. medio bobo, mitad reloj, mitad calle, algún solo piensa revolcarse de ganas y tomar revancha y preguntarle al destino si es verdad. “claro que es verdad” susurra alguien desde atrás de los hombros, desde más allá de los horizontes capaz que alguno se ha olvidado las llaves. A ver, no quiero que piensen que la soledad es siempre así. A veces duele menos, a veces ni se siente. Ya no sé si por costumbre o por la sola idea de conocer el final de los domingos. Es cierto, el tiempo termina acomodando todo.

Pero el mundo no se detiene para ver si llueve afuera, las cosas se siguen moviendo, el reloj sin ir más lejos da vueltas en círculos y una palabra se va anudando acá en mi garganta. Que no quiero decirla, que me cuesta pensarla, estornudo.

Nada cambia a las 4 de la madrugada. Pero queda la esperanza de mañana. Mañana, siempre será otro día digo. Y me recuesto sobre las rodillas de la noche tibia.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Las lunas de ayer

Yo no conozco el momento exacto en que las cosas terminan. Puedo decir que la vida tiene esta clase de situaciones que uno no maneja. Los principios, los finales, los paréntesis, y por qué no… estas transiciones, tienen el sabor a tiempo que los años traen. El destino será tal vez una pequeña gota de sudor, un grano de paciencia, a veces indefinido, a veces tan cruel como la sensación misma de vernos minúsculos.
En las calles pasa de todo. Los rostros se cambian de color o de postura como más les convengan, somos complejos transeúntes, animales primitivos que van en busca de la mejor presa.
Me preguntaba que sería de las relaciones humanas si tan solo nos animáramos a decir la palabra justa cuando el silencio rompe barreras. Que pasaría con las muecas, las burlas de las cosas inmóviles.
Si le diéramos valor al gesto simple de una mano franca chocando contra otra mano, si apreciáramos el abrazo convidado, el mate como un lenguaje prescindible de sonidos. Qué pasaría si algún día nos pusiéramos de acuerdo en no forzar una charla, o sentarnos tan solo unos minutos a interpretar el valor incalculable de una mirada que nos dice todo como quien dice a la vez “qué lindo la paso con vos”.
Miraba por la ventana de mi balcón hacia la otra ventana, ahí, en el edificio de enfrente. Una mujer sola se sienta sobre un pequeño velador y se deja paz. Seguramente una música suave la llevaría de un lado hacia el otro de los recuerdos. Se quedaría esperando que el teléfono suene casi toda la noche. Y miraría de reojo el reloj de madera que cuelga de la pared con el tic tac de los años que se nos pasan volando.
Imaginaba mis manos sueltas, mis pies llenos de caminos, el cielo entrando suave por la rendija del ventiluz de la cocina. Los ruidos como simples quejidos, murmullo constante de la gente que anda y desanda el asfalto como desatando espacios, como pidiendo permiso para tener la palabra.
¿Que pasaría con los discursos, con el orgullo, con los faroles naranjas erguidos, inclinados ante la noche sublime que nos abraza como pájaros?
Me preguntaba de paso, por los nombres que ya no nombro, los otros días que han quedado allá, atrás. Lejos todavía.
Enciendo un cigarrillo y la primera pitada la dedico al aire. Suspiro un par de zapatos, mastico la sensación temblorosa de un par de ojos inmensamente azules que imagino hoy; me veía entre estas paredes cuestionando tanto silencio. También, justo a mí se me ocurre quedarme con la noche encendida mirando a muchos que caminan por la veredas como quien regatea un poco de compañía prestada.
La noche se va al carajo y se embriagan las lunas templadas, y las promesas con ellas. Qué terrible pedazo de cielo miro desde mi ventana. ¡Y yo si nadie!, me quejo un poco.

martes, 10 de noviembre de 2009

¿Y ahora si vuelve qué?


1

Sus manos posibles llegando hasta mis manos. Tiemblo de sólo pesar la idea de sus puertas frente a las mías, de sus ojos como mares mirando mis puertos, de sus pestañas medio flojas, de la sorpresa que todas las cosas le dan. Y me imagino sus huesos flacos llenos de plumas y alas, volviendo a los primeros lugares donde todo nace. Esa música suave que germinan las esquinas, regresando también, pegando la vuelta.


2

Había miles de libros escritos en el medio de la plaza, todos llevaban su nombre. Como un zócalo, como un peldaño o un símbolo yo preguntaba sus días. Medio borracho de luna, fumando de paso.


3

Desde mis balcones, desde las vísceras de la ciudad, desde el barro en mis ojos, desde el aleteo frecuente de las venas, yo le veía las ganas de tocar timbre.


4

y digo ahora, ya que estamos así, como mano a mano. Ahora que el tiempo ha acomodado algunas cosas y los estantes en mis hombros y los tuyos están vacíos. Ahora que miro la hora al pasar y me veo las arrugas en las manos, ahora que me cuelgo mirando fotos como un melancólico hijo de puta. Ahora que asomas tus barcos y yo te presto apenas los mediodías. Ahora que hay espacios, me preguntaba si tenías ganas de tomar unos mates. Y caernos redondos, y volvernos humanos. Ahora que nos reímos de los charcos al lado de la almohada y nos miramos a la cara como diciendo, ¡hola como has estado tanto tiempo?


5

¿y si vuelve, ahora qué?

lunes, 9 de noviembre de 2009

Pronósticos


Ya siento que va llegando el final. Es decir, se percibe en el aire ese aliento espumoso de los años que pasan. Agil y grotesco el cielo se inunda de montículos de recuerdos que pasan inadvertidos. Las calles se mudan de barrios como escapándole al destino, y se forman ciudades nuevas todo el tiempo, y los jueves se entreveran con los sábados y los poetas se embriagan de una extraña alegría que no les pertenece.
La soledad es mitad práctica y el resto, una imbécil sensación de fracasos. Ya todo pasó. Entiendo que esta mañana, por ejemplo será inútil no sentirme extrañamente vacío.
Los lunes suelen ser así.
Después de la paz de los puertos y las bocas, llega la semana con un vendaval de pronósticos que nunca se cumplen.
Los solos somos solos siempre.
Sólo que a veces esperamos la urgencia de lo imposible

sábado, 7 de noviembre de 2009

Desde el rincón de las voces mágicas


Que se yo que es el amor. Afuera en las calles pasa de todo. Las ventanas se inclinan con el hambre de los ojos puestos, los nombres se esparcen con el suave eco de un beso que ya no llega. Subo al colectivo y en el pasamano respiro tu aliento, y fumo tus lunes y los miércoles a la noche.Me asomo al balcón para verte no llegar, y tu silueta es un fantasma que anda por ahí, desatando mares posibles, y haciendo ruidos molestos como esta cama de todos los domingos. Te acordás?Qué sé yo que es el amor. Andaba yo distraído con mis libros pensantes, con las escaleras y tus brazos; el permiso quieto de querer llegar a tu vientre pasando por otras avenidas. Y llueve afuera. A lo lejos puedo ver tu corona de risas frescas, como estatuas en el medio de una manifestación de miradas entreveradas. Qué atrevidos estos dias que te pienso. Imagino mejor tu espalda desafiando las esquinas, sabiendo que siempre hay una vuelta, aunque no vuelvas.No tengo ni idea de cómo se hace un budín de pan, no sé decir tu nombre a capella, ni me gusta el mondongo, ni las milanesas de soja. Pero lo soporto.¿Acaso este domingo traerá el interés de tus pasos? quien sabe qué calles te buscan, que excusas te hacen retirarte despacio para no verme con ese cigarrillo en la boca buscando tu boca. Como un puerto o un faro.Yo, desde este principio y hasta el final me resguardo la voz para cuando quieras hablar.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Carta para un amor


Les escribo con la satisfacción de haber conocido un amor. De haber conocido al amor. Claro que han pasado varios años ya y todavía me resulta difícil olvidar el vino de su boca, sus ojos de prestados mirando al horizonte, sus abrazos interminables pidiéndome más. Dicen que se ama una sola vez en la vida. Yo tengo dos esperanzas: volver a encontrarlo y amar con todo lo que pueda. Esto ultimo resulta mas fácil, porque me he esmerado en anotar cada uno de los errores cometidos. Se aprende mucho desde los consejos de amigos, pero uno aprende mucho más desde la propia experiencia. La vida es así. Tiene ese presagio indistinto de la vida huyendo a la razón. De vez en cuando me permito recordarlo, como una licencia de la memoria, aunque el corazón duela y sienta de pronto como se fracciona en millones de minúsculos pedacitos.
Uno no entiende esas cosas de las oportunidades, y les aseguro que he tenido muchas. Sin embargo, por orgullo, por capricho o por idiota, he perdido una de las pocas cosas que amé en la vida. Tal vez fue fue esa seguridad de tenerlo siempre lo que me hizo perderlo para toda la vida.
Por eso siempre dejo ese consejo. Por mas que parezca absurdo o trillado, sugiero, imploro, ruego que si alguna vez sienten este sentimiento semejante al amor; si alguna vez conocen a una persona que se refleje en sus ojos y que los entienda sin mirarlos y les hable sin palabras, y los abrace sin pedirlo, les pido que no lo dejen ir.
Porque no hay nada mas triste que ese calor tibio del pecho ausente, de las caricias postergadas. No se imaginan la pena que da ver los rincones, con sus nombres por todas partes, el armario vacio por la mitad, el vaso sin su cepillo de dientes. Nada podrá jamás llenar esa sensación cálida de compañía eterna. Porque este, como ninguno, era un amor para toda la vida.
Ese amor sin fronteras, sin preguntas, sin cuestionamientos quedó atrás. Y yo lo quería para siempre. Como un bobo lo esperaba todo el día, lo iba a buscar al trabajo, le preparaba la comida. En que me equivoque? En muchas cosas. El amor también es eso. Equivocarnos. Y aprender de ahí en mas.
Claro que nos dijimos adiós. Nos dijimos adiós con un abrazo interminable, uno de esos abrazos que siempre dejan cosas pendientes.... Nunca me pude olvidar. Ya el tiempo ha pasado y nada ha curado.
Y la verdad yo no tengo ni idea como podría hacerlo volver. Capaz que ya no vuelve. Lo que si estoy seguro es que si algún día le llega esta carta, y decida regresar, sé como tengo que amar, de acá hasta el resto de mis días. Porque he aprendido la lección. He aprendido a enamorarme de sus defectos. Quizás uds. tengan razón y ya sea tarde. Pero que se yo. Todavía siento como late mi corazón cuando pienso su nombre. Y mientras siga latiendo. Mi esperanza jamas de derrumbara....

domingo, 1 de noviembre de 2009

¿Dónde andarán tus ojos hoy?


Me preguntaba donde andarán tus ojos, de escobas revueltas y persianas simples. Dónde quedará el abrazo requerido en el tiempo como un astronauta que silba bajo un himno de derrota y café. La luna, fiel y errática campana de las horas posibles, de los ausentes y los vagabundos que deliran por las calles donde todo está quieto por fin.

Y me preguntaba tu abrazo tibio y primero, aquel dulce sabor del cigarrillo que te transmito e inhalas quejándote. Los permisos hasta tu pelvis, sin permisos. Aquel aleteo lúdico de las manos que suben y bajan por todas partes. Dónde tu aliento suave para decir las cosas que a mí me cuestan, el patio trasero de tus huesos huyendo por la pampa seca de tus venas abiertas de par en par.

Me preguntaba también si es posible verte así, desde lejos me suena tu nombre que llega puntual hasta la banquina de mis labios, y se hace poeta en la costa bonita, y barco y faro.Yo soy felíz suplicándote palabras y horas, y más tiempo de relojes pensantes. Vos sos como una música que inspira. Como el aliento que llega ansioso y se escabulle por debajo de la puerta. Como un domingo de madrugada que da vueltas y vueltas hasta marearse de noche; ebrio la postura del cielo erguida, la sonata numérica de las mañanas que no se cuentan con el mate.

Y el diario que se lee, y las banalidades que esperan que la marmota se despierte de todas sus siestas.

Y me pregunto si será así este rincón posible. O si acaso habrá lugar en este mundo cotidiano para la sorpresa de tus ojos viniendo despacio desde allá…