domingo, 26 de diciembre de 2010

Que haya una razón siempre ...


Que no haya soledad más antigua.
Que no duela la tarde de sol sobre la esquina fronteriza del recuerdo como un ciempiés buscando caminos.
Que fingir la noche no esté mal.
Que los nombres se vayan y quede sólo el recuerdo de los que pasan dejando la huella sintética de las poses del alma; y que los ojos cicatricen las horas, los días, los almanaques como un aperitivo.
Que al final de cada día valga la pena haber pasado las esquinas de largo, fiel los hombros de los que soportan un año nuevo.
Que no lastime pensar. Que no hiera querer.
Que entendamos que las personas suelen defraudarnos, y como una didáctica experiencia de la vida necesitaremos superar esto. Y que no nos cueste nada alzar nuestras cosas y volver a empezar.
Que emprender algo nuevo repletos de miedos, tampoco esté mal.
Que habrá oportunidades en las que correr el riesgo será nuestra única alternativa para entender de una vez por todas aquello de que el tren pasa sólo una vez.
Que apreciarnos esté bien. Esto es ponerle un precio a cada cosa que hacemos. Valorarnos aunque tengamos piernas de pollo, o panzas prominentes, o mal aliento a la mañana.
Que no haya ni una sola persona en solitario. Que la gente se mezcle con la gente, y los animales y la naturaleza. Y que no se hagan daño unos con otros.
Que pensar distinto está bien. Que la discusión es necesaria pero mejor es el diálogo. Que haya muchas contradicciones. Las más posibles. Porque en ésta diversidad está el jugo de la vida.
Que bebamos cerveza, un buen vino o un vaso de agua según las circunstancias. Pero que brindemos todo el tiempo, por los amigos, los amores, los éxitos, la paz, el olvido.
Que no haya confusiones ni malos entendidos. Que aprendamos a divertirnos con la palabra y no con el silencio o el rechazo.
Que haya más poetas, más músicos, más pintores hablando de amor. Que las sombras no nos asombren. Que la luz nos pinte la cara hasta los tobillos, y que si algún día tenemos ganas de llorar encontremos las lágrimas y los brazos necesarias para que duela menos (al menos).
Que nos riamos más seguido. Todo lo que sea posible.
Que no nos encuentre vencido el tiempo. Lo único que perece es la leche, el queso crema y el yogurt.
Que llueva de vez en cuando.
Que caigan rayos también.
Que haga calor.
Que nieve.
Que sigamos sintiendo esas ganas enormes de abrazar sin motivo.
Y que aunque sea un laberinto, le encontremos siempre salida a la vida.
Porque parece mentira, pero siempre hay un amanecer distinto esperando alguna razón para dejar de fumar, o llamar a algún amigo perdido, pagar las deudas, escribir ese libro, viajar a ése lugar, escribir una carta, terminar ese proyecto, ir al cine, escuchar un recital, mirar la hora, abrazar, amar, querer, perdonar, dejar pasar, reir, carajear, opinar, estudiar, cantar.
Sea cual sea, que ésa razón dependa sólo de vos…

miércoles, 29 de septiembre de 2010

martes, 31 de agosto de 2010

Yo no quería rendirme...


Eran las voces de todos juntos, la imagen estática de la esperanza ya gastada y vencida. Eran las puertas abiertas, el cielo abrazado a un poste de luz, los ojos que lo dicen todo, que nos mandan al frente en aquellos lugares posibles. Yo no quería rendirme.
Quedaba al resguardo de las imágenes borrosas una pestaña de tu aliento sincero. La música me traía tu nombre como quien se desagarra del asfalto de a ratos.
Por las dudas asentí con la cabeza los reproches que no eran míos. Tantas excusas nos dio el tiempo....
Y eran también tus brazos el lugar perfecto para los omoplatos acurrucados, las palabras tienen esa costumbre de perderse a lo lejos, allá donde el café cargado nos libera las resacas. Yo no quería rendirme. Insistí.
Eran las tormentas pendulares, los lagos en tu boca, el reparo, el refugio, el banco perfecto y cómodo que nos avisa que ya todo termina. Que falta poco.
Bajaba los brazos como una pendiente, huía como una cuenta pendiente. Brillaba como un pendiente. Todavía en sus silencios la gente le creía.
Yo no quería rendirme.
Muchos dicen esto todo el tiempo. Creemos y descreemos. Nos abrimos el estómago de par en par hasta que salgan por todos lados las tripas. ¿Nadie se da cuenta de las heridas que vamos dejando abiertas por ahí? Preguntó alguien entre la multitud antes de ser colgado.
Alguno podría haber dicho algo. Yo sólo escuché un discurso de excusas que nunca me interesaron, con eso escribí una poesía para cuando volviera a encontrarme. Yo y mi otro.
Y después, cuando volvía de los subtes, cuando dejé de pintar stenciles por amor, cuando las prostitutas se regalaban balcones y pensaban otras teorías mejores para perder el tiempo. Volví hasta mí. Úselo y tírelo, decía un cartel en la frente. Justo debajo de mi cicatriz primera.
Ensayé un lágrima que nunca me salió, y dejé el bastón a una orilla de la puerta de ingreso. Yo no quería rendirme.
Y me cansé de la gente que nos toma como conejillos de indias, que sucumben el egoísmo de los primeros que van siempre delante de nosotros. Y me cansé de caminar esos caminos, de preguntar la hora, de esperar los tonos, de los que mueven las manos cuando hablan para distraernos de sus mentiras. Antes ya me había cansado de siempre lo mismo. Una y otra vez las cosas se repiten circularmente, y los errores ajenos, y las falsas promesas de almíbar, y los ojos transparentes y oscuros.
Yo no quería rendirme. Agarré mis cosas un día y me fui al carajo.

Mi todo (my all) - Mariah Carey

viernes, 7 de mayo de 2010

¿Qué es la vida?


Les voy a contar una historia.

No sé si es triste o alegre. Las despedidas son así. Son despedidas y punto La historia que les voy a contar me la contaron a mí, así, tal cual se las escribo.

Dicen que hubo dos personas que llevaban distintos nombres en sus frentes, salvo por una sola letra.

La historia que se cuenta en los pueblos, va de boca en boca y se va contado a través de los tiempos como un cuento de amor que la gente nunca entendió.
Tal vez se sigan queriendo cada uno a su manera. Ponele que cada cual siente el deseo de llamarse, o las ganas de volver, pero no vuelven.
No sé bien si por orgullo, por miedo o porque ya no tenían corazón. Pensá que ambos se habían entregado todo y la promesa de verse viejos y juntos, trascendía las palabras simples que sus ojos lloraban.
No recuerdo bien la historia de éstas dos letras absurdas. Alguien por ahí pensó alguna vez en huir con una valija y robarse esta palabra de todos los idiomas posibles.
Dicen que uno en paz y el otro convencido de la verdad quedaron pensando en sus balcones las veces que el destino los unió.
Pero en realidad nadie sabe que los unía. Quizás ellos tampoco. La historia habla de las madrugadas, de faltas de respeto. de miserias y flaquezas. A veces dar una última confianza es dar más que una oportunidad.
¿Qué es la vida? preguntó en silencio. El otro no supo decirle cómo terminaron así. No tenían ni idea como manejar las cosas. Yo no sé si hubo uno que se jugó y el otro que no. Tal vez, en tiempos distintos, ambos dieron lo mejor sí.
Y coincidieron una sola vez. Aquella noche con la luna pintada de acuarela sobre el mar cuando siguieron caminos distintos en diferentes direcciones.
Lo cierto es que mucho tiempo después ambos se piensan. Nadie sabe por qué. Ellos piensan que es por qué sí.
Uno se fue. El otro se quedó. Claro que amagaron con encontrarse otra vez. La gente dice que el teléfono no funcionó, que uno llegó tarde hasta el andén, que no hubo despedidas. Todos piensan que fue mejor así. Pero no tienen ni idea de esta historia.
Y yo que intento escribirla hoy, como que me falta algo. Ponele que los dos se esperaron pero que ninguno salió a buscar. ¿Qué loco el destino, no? Digo, estas cosas que tiene la gente de complicarse las vueltas.
Ahora que el tiempo ha pasado dicen que viven a miles de kilómetros de distancia. Sin embargo algunos sostienen que estuvieron más cerca. “Así” de encontrarse, “así de cerca”.
Como que se cruzaron en una calle y ni se vieron. Esa fue la última oportunidad.
No sé como termina ésta historia. A mi me la contaron y no podía creerla. Viste que en cada cuento hay una moraleja. Acá no entendí que se quisieron decir. Capaz que nunca se dijeron nada.
Ponele que la vida les faltó el respeto. Que uno esperaba algo, y el otro quería dar algo pero no sabía qué. El tiempo pasó después de prisa, y casi como que se olvidaron sus nombres. Ya no se llamaban ni siquiera podían pronunciar la primera letra sin que no les doliera pensarse ausentes.
El olvido tiene estas cosas. Dicen que por una esquina no se encontraron. Cada uno dobló la vida y se tomaron un café en bares distintos. Yo creo que algo pasó y no sabemos. Al fin y al cabo Buenos Aires y Barcelonae no están tan lejos. Lo distante son los tiempos, o el deseo de hacer lo que tenían que hacer.
Y algunos afirman que cuando por fin se animaron a buscarse, ya era tarde en serio.
La vida es lo que llevamos adentro respondió por fin uno de ellos, mientras pensaba todas las cosas que podrían haberse hecho antes de perderse la última confianza, el último susurro que ésta leyenda tenía para convertirse en realidad.
La respuesta a la pregunta de la vida llegó así de tarde. No fue olvido, yo lo sé no me pregunten por qué. Pero dicen que hay un lugar donde la gente se encuentra, donde no hay promesas eternas, pero si la voluntad de poder intentarlas.

Cuentan que hay un lugar posible para verse de nuevo con aquellos que no vemos, y si aprendieramos a ver un poco mejor las cosas simples, quizá nos daríamos cuenta que la vida es la única posibilidad que tenemos para ser felices.

jueves, 4 de marzo de 2010

CAPITULO FINAL:


OJALA...

Ojala llueva esta noche y haya relámpagos y te abrace el recuerdo de los que siempre estuvimos. Ojala la espera no sea en vano y pueda darte el primer beso de la mañana y el último abrazo antes de dormir; ojala te levantes conmigo para el desayuno y comentemos las noticias y oigamos las paredes quejarse de la música entera. Ojala lloremos con las mismas películas y comamos una picada y nos emborrachemos de proyectos, y de viajes y de constantes ganas de vernos de nuevo. Y sea también el deseo de siempre, y los vidrios transpirados nos humedezcan los dedos para escribir de nuevo una historia.
Ojala encontremos el rumbo por fin de las cosas buenas, mientras los cielos pasan sin que nos toquen y el tiempo sea testigo de mis manos cerca de las tuyas y que tus ojos del color del mar nos inspiren el deseo de cumplir el mismo sueño de siempre, con las ganas estables y el pulso uniforme y la sorpresa de todos los días.
Ojala alcancen los veranos y vos estés ahí donde siempre y yo parado en tus puertos esperándote a diario.
Y ojala me llenes de notas antes de irte a trabajar y sigas siendo mi inspiración y pueda decirte al oído lo que mis pulmones piensan y donde mis pies me llevan y me traen. Ojala coincidamos el camino y las horas, y conciliemos las tardes de descuento, los domingos de fútbol. Ojala las fotos cobren vida y huyan a los lugares cotidianos donde sumamos de a dos, y te encuentre donde solías nadar y cumpla el anhelo del tiempo compartido por fin.
Ojala quepan en tus brazos todos mis párpados y mis pestañas, y tengas el pecho dispuesto y solitario con el hueco justo para mi cabeza. Ojala enderecemos los cuellos mirando hacia delante y las derrotas no sean más que una mueca de las cosas que debimos cambiar. Ojala estemos a tiempo de revolcarnos en la arena, en la ruta y que mi primera vez en un volcán sea de nuevo con vos. Y ojala te des cuenta de lo fácil que resultar sentir y lo complejo que es evitarnos calle a calle, y ojala me preguntes “donde has estado este tiempo” y me extrañes al menos una parte de lo que yo lo hago. Y ojala te responda “he estado siempre aquí” y me veas con las manos abiertas y me digas al oído que ya todo pasó y que afuera está lindo como para salir a tomar unos mates.
Ojala llueva. Y mucho, para que nos lave los ojos y nos moje en cualquier lugar, y vos sepas que yo estoy y yo me quede tranquilo sabiendo que al regreso de cualquier lugar, son siempre tus mismos ojos los que me esperan. Y ojala haya tormenta y relámpagos y rayos para que nos asustemos de los errores y podamos dormir acurrucados uno al otro sabiendo que no nos puede pasar nada si estamos juntos.
Ojala escriba con vos el refugio de los dos, y tomemos el próximo vuelo hacia donde la vida quiera llevarnos...

domingo, 14 de febrero de 2010

Carta a un enamorado...


Les escribo con la satisfacción de haber conocido un amor. De haber conocido "al amor". Claro que han pasado varios años ya y todavía me resulta difícil olvidar el vino de su boca, sus ojos de prestados mirando al horizonte, sus abrazos interminables pidiéndome más. Dicen que se ama una sola vez en la vida. Yo tengo dos esperanzas: volver a encontrarlo y amar con todo lo que pueda. Esto ultimo resulta mas fácil, porque me he esmerado en anotar cada uno de los errores cometidos. Ya sé. Capaz decís que es tarde. Se aprende mucho desde los consejos de amigos, pero uno aprende mucho más desde la propia experiencia. La vida es así. Tiene ese presagio indistinto de la vida huyendo a la razón. De vez en cuando me permito recordarlo, como una licencia de la memoria, aunque el corazón duela y sienta de pronto como se fracciona en millones de minúsculos pedacitos. Uno no entiende esas cosas de las oportunidades, y les aseguro que he tenido muchas. Sin embargo, por orgullo, por capricho o por idiota, he perdido una de las pocas cosas que amé en la vida. Tal vez fue fue esa seguridad de tenerlo siempre lo que me hizo perderlo para toda la vida. Por eso siempre dejo este consejo. Por mas que parezca absurdo o trillado, sugiero, imploro, ruego que si alguna vez sienten este sentimiento semejante al amor; si alguna vez conocen a una persona que se refleje en sus ojos y que los entienda sin mirarlos y les hable sin palabras, y los abrace sin pedirlo, les pido que no lo dejen ir. Porque no hay nada más triste que ese calor tibio del pecho ausente, de las caricias postergadas. No se imaginan la pena que da ver los rincones, con sus nombres por todas partes, el armario vacio por la mitad, el vaso sin su cepillo de dientes. Nada podrá jamás llenar esa sensación cálida de compañía eterna. Porque este, como ninguno, era un amor para toda la vida. Ese amor sin fronteras, sin preguntas, sin cuestionamientos quedó atrás. Y yo lo quería para siempre. Como un bobo lo esperaba todo el día, lo iba a buscar al trabajo, le preparaba la comida. ¿En que me equivoqué? En muchas cosas. El amor también es eso. Equivocarnos. Y aprender de ahí en más. Claro que nos dijimos adiós. Nos dijimos adiós con un abrazo interminable, uno de esos abrazos que siempre dejan cosas pendientes.... Nunca me pude olvidar. Ya el tiempo ha pasado y nada lo curó. Es cierto, desde hace tiempo ya no espero a ese amor. Y la verdad yo no tengo ni idea como podría hacerlo volver. Capaz que ya no vuelve. Lo que si estoy seguro es que si algún día le llega esta carta, y decida regresar, sé como tengo que amar, de acá hasta el resto de mis días. Porque he aprendido la lección. He aprendido a enamorarme de sus defectos. Quizás uds. tengan razón y ya sea tarde. Pero que se yo. Todavía siento como late mi corazón cuando pienso su nombre. Y mientras siga latiendo. Mi esperanza jamas de derrumbara.... porque estoy enamorado y es lo mejor que me ha tocado vivir.

miércoles, 20 de enero de 2010

Te invitamos a leer nuestra Blog Novela


Te invitamos a seguir las entregas de
"Como sapos y Sapas"
una blognovela escrita por Daniel Lujan.
Podes seguirla a través del sitio:
www.comosaposysapas.blogspot.com

lunes, 11 de enero de 2010

Aquellos bancos que esperan....


Es la espera sintáctica de las voces renuentes. La idea solitaria de los días que comienzan tempranos con un buen mate cebado a la sombra de los balcones. Es la espera simple de lo que tarda y no llega, la primera voz sin vos, la última etapa de los ojos fingidos, de los pasos tediosos yendo de un polo hacia el otro. Es la espera de los murciélagos, de las nubes como trompadas, de las lunas pendientes. ¿Viste que luna hay hoy?
Gigante el esmero de los que somos solos y no nos quejamos. Hoy por ejemplo hubiera tenido ganas de un rato con vos. No importa a qué lugares visito, no importa la imaginación de los torsos, de las retinas rojas, de los párpados pensantes. Es la espera cotidiana, el tango sonámbulo, las tardanzas miopes. Saber que uno ha dado todo lo posible hasta el desvalor, la ingratitud de las madrugadas que llegan perros, e igual estamos ahí, como sumergidos en un banco cualquiera. Todas las esperas nos llevan al imaginario popular de algo perfecto, desde su imperfección. Prometo y me prometo, dejar de lado los muelles como estos, los puertos y sus bahías, las barcas tranquilas como estatuas que prefieren aquello mejor que debe llegar.
¿Te habías dado cuenta que ya no te escribo, no?
Es la espera verde, la grieta fucsia, los olores añejos que son más viejos que antes, más bien una simple teoría, el recuerdo simple, la historia pasada, pensada. A veces los solitarios somos intransigentes humanos, permitirnos la sola idea de la soledad es como un permiso o una licencia que nos debemos. Empezamos a valorarnos desde un rincón del mundo, con todas las promesas posibles que ya no creemos. Y en creer está la esencia de todo. Desde los comienzos la solución de la vida fue simple: decir lo que sentimos, no guardarnos nada, llevarnos el mundo por delante con todas sus consecuencias. No existe un día pendiente, no existen los bares para luego, ni la promesa de volvernos a ver. Hay cosas que pasan hoy, que son y existen desde el mismo momento en que nos planteamos que la duda ya no es una posibilidad.
Sino que es la espera transeúnte de aquellos que amagan y no. Son también parte de las partidas, de las vueltas de hoja, de los sinceramientos luciérnagos, de las manos abiertas de par en par como quien espera un abrazo al regreso del trabajo. Es un beso suave en la mejilla, diagramar los viajes por esos lugares menos pensados, las espaldas anochecidas, y la idea sincera de ser eternamente esperados por alguien. ¿Está bien que los nombres cambien de color como los semáforos?
Sentimos el paso de los días como peatonales, como la costanera vista desde una ventana prestada, desde ahí se puede ver el mar y otras cosas. Desde la espera uno espera. Revive y vive como si ambas cosas fueran la misma. Como si diera lo mismo. Como si no alcanzaran todas las palabras posibles ya dichas y escritas, como si fueran historias inventadas, como relámpagos que no adviertes; la espera es mucho más sencilla todavía. La vida es mucho más sencilla.
Uno espera la sorpresa también, espera cuando ya ha dado todo. Cuando los bancos se amontonan en filas pendientes como horóscopos, como lunas menguantes que patrocinan una noche mágica. ¿No es justo acaso que los solos deseemos tener una noche así?
Los solos esperamos llenar las mitades, unir las distancias con ojos generosos, con estos gestos también que promocionan que algo mejor siempre está por venir. ¿Por qué la gente tiene la idea de que somos nosotros que debemos emprender esas búsquedas? ¿Por qué no pensamos mejor que alguien nos espera? ¿Por qué no pensamos todavía que esos bancos violáceos llevan nuestros nombres?Yo hoy por hoy me ubico en este lugar. Y busco sin dar vuelta hacia atrás. Hoy por ejemplo podré dormir en paz conmigo mismo. Y mañana y pasado. Y los días que vienen. Amaré como si fuera la última vez que ame, y daré todo siempre que así lo sienta. Porque ahora me toca esperar, porque ahora me toca a mí buscar a alguien que sienta que la vida vale la pena, y que quizá ésta sea la única posibilidad que tenemos para ser feliz. Aunque esa espera me lleve toda la vida, y aunque toda la vida me quede esperando...

viernes, 8 de enero de 2010

Enero, 8


Eran las 9 de la mañana en Gualeguaychu. El cielo impecable asomaba la jeta por la ventana. Se sentía todavía ese olor a río húmedo que llega desde la costanera como un abrazo tranquilo y sin apuro.
Tenía el mismo sueño repetido de todas las noches, encontrar a esa persona que tanto busca. Mariana lo sabía perfecto. Había resumido en unas pocas líneas el dilema de mucha gente sola. Tener donde ir. Alguien que te espere. Alguna llamada que recibir.
Desde la cama sintiose la comodidad de la calle –abajo- sin quejidos, suave eran sus párpados todavía densos y fatigados que revoleaba de un lado hacia el otro de la habitación como esperando que algo sucediera por fin. Pero qué?
O sea, sabía que ya no habías espera, había podido empezar a soltar lo que tantas veces fue su inspiración ideal del mate dominguero, de madrugadas intensas, de faso, de cerveza rubia, de mesas tristes, de espacios vacíos. ¿Y ahora qué? se preguntaba mientras recorría las calles retenidas con olor a polvo que sólo algunos pueblos tienen. ¿Te acordás de esos olores, no?
Ahora que levanta la cabeza y mira hacia delante, y advierte que hay una línea recta a la que muchos llaman camino, ahora que por ahí le da lo mismo cuando escucha su nombre. Sólo se encoge de hombros, hace como una reverencia de resignación y larga un suspiro largo y tibio que te hace poner la piel de gallina. Así son como los nombres pasan, como cruceros, como ojos minúsculos y miopes. La vida tiene un poco más de sentido, desde que alguien te hace ver que estamos aprendiendo a vivir, aún después de las pérdidas.
Hoy que cumplía 31 años. Lejos de los timbres y las esperas. Había dejado sus sillas lejos ya, para empezar a gastar la suela, para recorrer ese camina largo que tantas veces resistió. Había dado su primer paso importante de otros muchos, había sido simple por primera vez. Cuando entró a la habitación, se hundió en una de esas duchas mágicas y calientes que sólo se disfrutan cuando llegan a tiempo. Observó por la ventana como buscando al viento fundido en el aire, ojeó la hora al pasar y recibió su primer regalo del año, la libertad de poder elegir para que costados mirar.

martes, 5 de enero de 2010

Las cosas como son


Hacia tiempo que no escribía. Por ahí como que las ganas deambulan por aca y por alla. Es distinto esto de estar solo. Te permite encontrarte por lugares que nunca habías visitado, como estatuas, como pequeños senderos de migajas que nos llevan a alguna parte. No sé donde iremos a parar, pero lo importante es que vamos. Que seguimos caminando las calles como si adelante siempre estuviera el destino pendiente de nosotros. Es importante tener a donde ir, claro que también importa el hecho de saber que alguien nos espera. Y eso es así, yo no tengo dudas que la espera no es solo nuestra, que del otro lado, en algún lugar alguien también espera lo que nosotros. Ya no voy a hablarles de lo que no tiene sentido; claro que todos alguna vez sufrimos el desarraigo del adiós, con esa sonrisa apócrifa, con esa mirada desafiante que suplicaba lo que las palabras no pueden decir. No existe una manera de poder convencer lo que decimos, ni existe posibilidad de poder pintar con colores lo que el alma manda. Con un nudo en la garganta meditamos desde lejos las distancias como un cuento mal contado, con la sensación de que no todos finales son felices, sobretodo en estas épocas donde ya no existen las perdices de antes. Creo que las cosas sucedieron de la única manera en que podían haber sucedido. Harto de la inmemoria, repleto de argumentos falaces, convencido de los engaños que no fueron, el orgullo póstumo, el rencor inacabado, la primera canción, la última esquina pensante, la melodía de los días que no vienen; me voy a dormir afuera mejor…No sé quien perdió a quien. Igual me pregunto, ¿ganó alguien?La soledad tiene que ver con los aprendizajes, con los momentos de a uno y con uno. De la autodependencia, de la marginación de la cosas, dejar de lado los relojes y los reproches, la espera instantánea, el abrazo recto, el beso solo. De chico me enseñaron a poner cada cosa en su lugar, a ordenar los colores, a prestar y devolver, a cepillarme los dientes, a pedir perdón, a cuidar mis cosas, lo mío. Y lo mio esto, por mucho o poco que sea, este es mi reino. Aca vivo y existo y aunque muchos pongan en duda la certeza de mi mundo, soy absolutamente sincero cuando afirmo que escribo desde la soledad y el amor, desde la paciencia -agotada ya-, desde la espera que no fue, desde mi balcón, desde el mate primero hasta el último faso. Desde la canción del amor eterno, simplemente lo mejor, desde las calles mias hasta los otros mares. Desde el enojo y el perdón, desde la bronca, desde la suplica, desde este lugar armo mis tiempos e invento los otros, como haciendome el distraído. Como si no alcanzaran todas las palabras posibles, como si no hubiera hecho nada, como si no soportamos lo suficente ya. Así me inclino ante el destino con la reverencia de todas las calles, para que lleven lejos a veces, para olvidar por fin, para encontrar la paz de todos estos lugares, la inmensa paz de estar solo.
¿no será tiempo entonces de decir las cosas como son?