miércoles, 20 de enero de 2010

Te invitamos a leer nuestra Blog Novela


Te invitamos a seguir las entregas de
"Como sapos y Sapas"
una blognovela escrita por Daniel Lujan.
Podes seguirla a través del sitio:
www.comosaposysapas.blogspot.com

lunes, 11 de enero de 2010

Aquellos bancos que esperan....


Es la espera sintáctica de las voces renuentes. La idea solitaria de los días que comienzan tempranos con un buen mate cebado a la sombra de los balcones. Es la espera simple de lo que tarda y no llega, la primera voz sin vos, la última etapa de los ojos fingidos, de los pasos tediosos yendo de un polo hacia el otro. Es la espera de los murciélagos, de las nubes como trompadas, de las lunas pendientes. ¿Viste que luna hay hoy?
Gigante el esmero de los que somos solos y no nos quejamos. Hoy por ejemplo hubiera tenido ganas de un rato con vos. No importa a qué lugares visito, no importa la imaginación de los torsos, de las retinas rojas, de los párpados pensantes. Es la espera cotidiana, el tango sonámbulo, las tardanzas miopes. Saber que uno ha dado todo lo posible hasta el desvalor, la ingratitud de las madrugadas que llegan perros, e igual estamos ahí, como sumergidos en un banco cualquiera. Todas las esperas nos llevan al imaginario popular de algo perfecto, desde su imperfección. Prometo y me prometo, dejar de lado los muelles como estos, los puertos y sus bahías, las barcas tranquilas como estatuas que prefieren aquello mejor que debe llegar.
¿Te habías dado cuenta que ya no te escribo, no?
Es la espera verde, la grieta fucsia, los olores añejos que son más viejos que antes, más bien una simple teoría, el recuerdo simple, la historia pasada, pensada. A veces los solitarios somos intransigentes humanos, permitirnos la sola idea de la soledad es como un permiso o una licencia que nos debemos. Empezamos a valorarnos desde un rincón del mundo, con todas las promesas posibles que ya no creemos. Y en creer está la esencia de todo. Desde los comienzos la solución de la vida fue simple: decir lo que sentimos, no guardarnos nada, llevarnos el mundo por delante con todas sus consecuencias. No existe un día pendiente, no existen los bares para luego, ni la promesa de volvernos a ver. Hay cosas que pasan hoy, que son y existen desde el mismo momento en que nos planteamos que la duda ya no es una posibilidad.
Sino que es la espera transeúnte de aquellos que amagan y no. Son también parte de las partidas, de las vueltas de hoja, de los sinceramientos luciérnagos, de las manos abiertas de par en par como quien espera un abrazo al regreso del trabajo. Es un beso suave en la mejilla, diagramar los viajes por esos lugares menos pensados, las espaldas anochecidas, y la idea sincera de ser eternamente esperados por alguien. ¿Está bien que los nombres cambien de color como los semáforos?
Sentimos el paso de los días como peatonales, como la costanera vista desde una ventana prestada, desde ahí se puede ver el mar y otras cosas. Desde la espera uno espera. Revive y vive como si ambas cosas fueran la misma. Como si diera lo mismo. Como si no alcanzaran todas las palabras posibles ya dichas y escritas, como si fueran historias inventadas, como relámpagos que no adviertes; la espera es mucho más sencilla todavía. La vida es mucho más sencilla.
Uno espera la sorpresa también, espera cuando ya ha dado todo. Cuando los bancos se amontonan en filas pendientes como horóscopos, como lunas menguantes que patrocinan una noche mágica. ¿No es justo acaso que los solos deseemos tener una noche así?
Los solos esperamos llenar las mitades, unir las distancias con ojos generosos, con estos gestos también que promocionan que algo mejor siempre está por venir. ¿Por qué la gente tiene la idea de que somos nosotros que debemos emprender esas búsquedas? ¿Por qué no pensamos mejor que alguien nos espera? ¿Por qué no pensamos todavía que esos bancos violáceos llevan nuestros nombres?Yo hoy por hoy me ubico en este lugar. Y busco sin dar vuelta hacia atrás. Hoy por ejemplo podré dormir en paz conmigo mismo. Y mañana y pasado. Y los días que vienen. Amaré como si fuera la última vez que ame, y daré todo siempre que así lo sienta. Porque ahora me toca esperar, porque ahora me toca a mí buscar a alguien que sienta que la vida vale la pena, y que quizá ésta sea la única posibilidad que tenemos para ser feliz. Aunque esa espera me lleve toda la vida, y aunque toda la vida me quede esperando...

viernes, 8 de enero de 2010

Enero, 8


Eran las 9 de la mañana en Gualeguaychu. El cielo impecable asomaba la jeta por la ventana. Se sentía todavía ese olor a río húmedo que llega desde la costanera como un abrazo tranquilo y sin apuro.
Tenía el mismo sueño repetido de todas las noches, encontrar a esa persona que tanto busca. Mariana lo sabía perfecto. Había resumido en unas pocas líneas el dilema de mucha gente sola. Tener donde ir. Alguien que te espere. Alguna llamada que recibir.
Desde la cama sintiose la comodidad de la calle –abajo- sin quejidos, suave eran sus párpados todavía densos y fatigados que revoleaba de un lado hacia el otro de la habitación como esperando que algo sucediera por fin. Pero qué?
O sea, sabía que ya no habías espera, había podido empezar a soltar lo que tantas veces fue su inspiración ideal del mate dominguero, de madrugadas intensas, de faso, de cerveza rubia, de mesas tristes, de espacios vacíos. ¿Y ahora qué? se preguntaba mientras recorría las calles retenidas con olor a polvo que sólo algunos pueblos tienen. ¿Te acordás de esos olores, no?
Ahora que levanta la cabeza y mira hacia delante, y advierte que hay una línea recta a la que muchos llaman camino, ahora que por ahí le da lo mismo cuando escucha su nombre. Sólo se encoge de hombros, hace como una reverencia de resignación y larga un suspiro largo y tibio que te hace poner la piel de gallina. Así son como los nombres pasan, como cruceros, como ojos minúsculos y miopes. La vida tiene un poco más de sentido, desde que alguien te hace ver que estamos aprendiendo a vivir, aún después de las pérdidas.
Hoy que cumplía 31 años. Lejos de los timbres y las esperas. Había dejado sus sillas lejos ya, para empezar a gastar la suela, para recorrer ese camina largo que tantas veces resistió. Había dado su primer paso importante de otros muchos, había sido simple por primera vez. Cuando entró a la habitación, se hundió en una de esas duchas mágicas y calientes que sólo se disfrutan cuando llegan a tiempo. Observó por la ventana como buscando al viento fundido en el aire, ojeó la hora al pasar y recibió su primer regalo del año, la libertad de poder elegir para que costados mirar.

martes, 5 de enero de 2010

Las cosas como son


Hacia tiempo que no escribía. Por ahí como que las ganas deambulan por aca y por alla. Es distinto esto de estar solo. Te permite encontrarte por lugares que nunca habías visitado, como estatuas, como pequeños senderos de migajas que nos llevan a alguna parte. No sé donde iremos a parar, pero lo importante es que vamos. Que seguimos caminando las calles como si adelante siempre estuviera el destino pendiente de nosotros. Es importante tener a donde ir, claro que también importa el hecho de saber que alguien nos espera. Y eso es así, yo no tengo dudas que la espera no es solo nuestra, que del otro lado, en algún lugar alguien también espera lo que nosotros. Ya no voy a hablarles de lo que no tiene sentido; claro que todos alguna vez sufrimos el desarraigo del adiós, con esa sonrisa apócrifa, con esa mirada desafiante que suplicaba lo que las palabras no pueden decir. No existe una manera de poder convencer lo que decimos, ni existe posibilidad de poder pintar con colores lo que el alma manda. Con un nudo en la garganta meditamos desde lejos las distancias como un cuento mal contado, con la sensación de que no todos finales son felices, sobretodo en estas épocas donde ya no existen las perdices de antes. Creo que las cosas sucedieron de la única manera en que podían haber sucedido. Harto de la inmemoria, repleto de argumentos falaces, convencido de los engaños que no fueron, el orgullo póstumo, el rencor inacabado, la primera canción, la última esquina pensante, la melodía de los días que no vienen; me voy a dormir afuera mejor…No sé quien perdió a quien. Igual me pregunto, ¿ganó alguien?La soledad tiene que ver con los aprendizajes, con los momentos de a uno y con uno. De la autodependencia, de la marginación de la cosas, dejar de lado los relojes y los reproches, la espera instantánea, el abrazo recto, el beso solo. De chico me enseñaron a poner cada cosa en su lugar, a ordenar los colores, a prestar y devolver, a cepillarme los dientes, a pedir perdón, a cuidar mis cosas, lo mío. Y lo mio esto, por mucho o poco que sea, este es mi reino. Aca vivo y existo y aunque muchos pongan en duda la certeza de mi mundo, soy absolutamente sincero cuando afirmo que escribo desde la soledad y el amor, desde la paciencia -agotada ya-, desde la espera que no fue, desde mi balcón, desde el mate primero hasta el último faso. Desde la canción del amor eterno, simplemente lo mejor, desde las calles mias hasta los otros mares. Desde el enojo y el perdón, desde la bronca, desde la suplica, desde este lugar armo mis tiempos e invento los otros, como haciendome el distraído. Como si no alcanzaran todas las palabras posibles, como si no hubiera hecho nada, como si no soportamos lo suficente ya. Así me inclino ante el destino con la reverencia de todas las calles, para que lleven lejos a veces, para olvidar por fin, para encontrar la paz de todos estos lugares, la inmensa paz de estar solo.
¿no será tiempo entonces de decir las cosas como son?