martes, 31 de agosto de 2010

Yo no quería rendirme...


Eran las voces de todos juntos, la imagen estática de la esperanza ya gastada y vencida. Eran las puertas abiertas, el cielo abrazado a un poste de luz, los ojos que lo dicen todo, que nos mandan al frente en aquellos lugares posibles. Yo no quería rendirme.
Quedaba al resguardo de las imágenes borrosas una pestaña de tu aliento sincero. La música me traía tu nombre como quien se desagarra del asfalto de a ratos.
Por las dudas asentí con la cabeza los reproches que no eran míos. Tantas excusas nos dio el tiempo....
Y eran también tus brazos el lugar perfecto para los omoplatos acurrucados, las palabras tienen esa costumbre de perderse a lo lejos, allá donde el café cargado nos libera las resacas. Yo no quería rendirme. Insistí.
Eran las tormentas pendulares, los lagos en tu boca, el reparo, el refugio, el banco perfecto y cómodo que nos avisa que ya todo termina. Que falta poco.
Bajaba los brazos como una pendiente, huía como una cuenta pendiente. Brillaba como un pendiente. Todavía en sus silencios la gente le creía.
Yo no quería rendirme.
Muchos dicen esto todo el tiempo. Creemos y descreemos. Nos abrimos el estómago de par en par hasta que salgan por todos lados las tripas. ¿Nadie se da cuenta de las heridas que vamos dejando abiertas por ahí? Preguntó alguien entre la multitud antes de ser colgado.
Alguno podría haber dicho algo. Yo sólo escuché un discurso de excusas que nunca me interesaron, con eso escribí una poesía para cuando volviera a encontrarme. Yo y mi otro.
Y después, cuando volvía de los subtes, cuando dejé de pintar stenciles por amor, cuando las prostitutas se regalaban balcones y pensaban otras teorías mejores para perder el tiempo. Volví hasta mí. Úselo y tírelo, decía un cartel en la frente. Justo debajo de mi cicatriz primera.
Ensayé un lágrima que nunca me salió, y dejé el bastón a una orilla de la puerta de ingreso. Yo no quería rendirme.
Y me cansé de la gente que nos toma como conejillos de indias, que sucumben el egoísmo de los primeros que van siempre delante de nosotros. Y me cansé de caminar esos caminos, de preguntar la hora, de esperar los tonos, de los que mueven las manos cuando hablan para distraernos de sus mentiras. Antes ya me había cansado de siempre lo mismo. Una y otra vez las cosas se repiten circularmente, y los errores ajenos, y las falsas promesas de almíbar, y los ojos transparentes y oscuros.
Yo no quería rendirme. Agarré mis cosas un día y me fui al carajo.

Mi todo (my all) - Mariah Carey