miércoles, 20 de junio de 2012

Sobre la gente que espera o busca...

Tarda, pensé. Yo vi los ojos desbordados de la gente que no quería estar sola. Yo vi los náufragos diferir sus pasos por las calles secantes de aquel barrio. Todavía en sus manos un manojo de llaves que abrían todas las puertas, y sin embargo, ví esas mismas manos frotándose las esquinas sin volver. Cómo tarda che, dijo la mujer en la parada del colectivo mientras apoyaba una de sus piernas raquíticas sobre el asfalto. Así es la espera dijo alguno mientras tomaba un sorbo amargo de café. Pudo haber sido peor, pensó. Yo aquí en el medio de la nada, en ésta mesa pensando la música, mirando por la ventana mientras las sombras de unos y otras corren apresuradas. Descalzo me quedo pensando este cielo inmenso que me abraza. ¿De dónde viene ese ruido melancólico de tren y silencio? Protestó la vieja que arrastraba sus pantuflas. Yo la vi también. Podría darle un nombre para cada espera. Una palabra, un monosílabo, incluso un color, dijo la florista que veía marchitarse la vida en un balde rojo. Desteñida la voz, juntaba un par de recuerdos de esos que se fuman a las dos de la mañana. Yo la ví asomada por la ventana corriendo apenas la cortina con las luces apagadas. Yo vi también se balcón. Se tomó el 60 cuando empezó a llover y se perdió, dijeron un par de ojos sentados en el banco de una plaza. Yo los vi suplicando llegadas, sillas, mantas para la noche fría. Todos solos apenas. Disimulando y simulando. La vida era como un disfraz que acababa en el ropero con las perchas flacas y tiritando. Muertas de miedo. Yo las vi sinceras y abrazativas. Siempre un piano se va de boca con los tangos. Había también una fila larga que daba vuelta la esquina de otros que reclamaban por personas o nombres. Algunos ni fotografías tenían. Apenas la sospecha de un rostro. Se llenaron los postes de luz con reclamos y súplicas por los otros. Yo los vi a todos. Uno por uno. La paciencia era entonces de color pastel, húmeda quedó la vereda de perros que también esperaban. Yo los ví llenando complejísimos formularios con datos y descripciones un poco vagas. Así fue la espera en este pueblo. Así la gente se perdía todos los días. Algunos migraron, de otros no supe nada. Se multiplicaron los poetas y la cartas y los bancos. Los solos tienen su propio callejón con un nombre incompleto. Yo los sabía todos, suspiré mientras pegaba un afiche con su cara en una cabina de teléfono. Las búsquedas son largas pensó alguno por ahí. Y se sentó conmigo bajo un farol anaranjado.

martes, 19 de junio de 2012