lunes, 5 de agosto de 2013

DESENCUENTROS

Nos desencontramos todo el tiempo.  A toda la gente le pasa esto. Es como ir a contramano unos con otros, renglón tras renglón siento que cuento siempre la misma historia. Es como escribirnos de memoria, es como el gusto suave del vino tinto. Sabemos que no nos vamos a encontrar y sin embargo nos buscamos. Muchas veces no sabemos hacia dónde va dirigida esa búsqueda, pero somos conscientes que nos vamos a encontrar. Y nos perdemos. Entonces me pregunto si está bien perder, por ahí el intento vale la pena. Otras veces sacrificamos nombres y personas; y la gente se nos escapa, aún cuando el escape sea la única posibilidad. Dejamos pasar las cosas pensando que el tiempo lo cura todo. Y es mentira! El tiempo no es el remedio. Hay laberintos de los que nunca se sale, nos enroscamos, firuleteamos las frases ya conocidas creyendo que algo puede cambiar. Que nosotros podemos cambiar las cosas. Nos desencontramos y no nos importa. Creemos en las vidas sucesivas, nos matamos con el olvido, como si se pudiera borrar la experiencia vivida. Capaz que muera antes que muchos. Antes de lo que cualquiera pudiera llegar a pensar. Y no pensamos. Tampoco la solución está en dejar partir. Partir significa dividir, separar, soltar. Que idiota yo que pensaba que siempre iba a tener todo al alcance de la mano. Ahora tengo este cigarrillo entre los dedos (que también me mata) y cuando quiero acordar sólo queda la ceniza inerte, inmóvil. Me pregunto en qué momento mi boca se encontró con el humo y divago.  Es raro pensar que no tenemos nada. Que no somos dueños de nada. No nos pertenece ni este milésimo segundo de vida. Es de otros ya.

Nos desencontramos creyendo habernos encontrado. Y me pregunto qué queda después del aplauso final, cuando el telón se baja, cuando el sol se esconde, cuando no abrimos la puerta, cuando no atendemos el teléfono. Nos creemos satisfechos con el bien cumplido. Hicimos lo que teníamos que hacer. ¿Lo hicimos?