miércoles, 28 de octubre de 2015

Dias como éstos

Ella solo escribía para desahogarse. A veces un pulmón entero le salía del pulso, y los caminos se aferraban con las manos hasta sus talones. Ella los arrastraba. El otro la miraba desde la ventana, por una pequeña solapa de pantalones largos. Tenía tanta angustia encima!
Dejó una palabra sobre la mesa, la mirada la recostó en un plato dentro de la heladera. Había también en su pocillo uno ojo entero. Lo tomó con la cuchara, con un poco de asco, y escribió una canción entera. La poesía fue espantosa. Días así no debería escribir. Sin embargo, esa noche se soñaron en un mismo libro. La vida es así. Somos dos personajes siniestros de cualquier historia, le dijo mientras le daba un culazo. 
En algún punto fueron rutina. Hoy ya son historia. Los dos.

sábado, 8 de agosto de 2015

Agosto

-Me habían dicho que no iba a venir. Que las promesas son tan sensibles al tiempo que cuesta cumplirlas. Que no me haga ilusiones. Yo como buen capricorniano, me hice ilusiones. Habría dicho todas las cosas que antes no dije. Y me hubiera preguntado si valía la pena.
-Porque realmente valdría la pena,  - dijo.
-Y habría esperado por horas en la aquella esquina. Esperando solo que el tiempo pase, que pasen los autos, las nubes, que pase su suspiro como un ánima que se cruzó en ese mismo lugar mucho tiempo antes. Y hubiera recordado cada uno de esos hermosos momentos.
-Espantosos momentos
-Y hubiera recordado cada uno de esos espantosos momentos, simples recuerdos, abrazos extemporáneos, miradas cómplices. Y con la vista puesta en sus ojos transparentes le hubiera pedido que no me deje. Ambos nos miraríamos como entonces, como antes. Con la sensación que el tiempo no había pasado.
-Porque nunca lo fue
-Porque nunca lo será. Le hubiera escrito un libro de razones que sirvieran de abrazo. En mi mente también le daría un beso de esos que se dan en estos momentos. Sentiríamos el piano de fondo, y en milésimas partes pasarían los recuerdos uno a uno, recorriendo las calles que antes nos vieron juntos. Mucho antes.  Habría preguntado cómo está después de tanto tiempo y me hubiera respondido con esa mueca de siempre que alcanza para entendernos sin palabras y que sólo nosotros conocemos. Pero me dijeron que no iba a venir. Yo me sentía como un pavo esperando sin que llegue. No le pregunté las razones pero sé que me hubiera respondido igual. Me diría que está bien, que no me haga problema.
-Te diría que está bien, que no te hagas problema.
-Silbaría esa canción que no me gusta pero que vendría justo para este momento. Tarde, irrumpes en mi vida. Y el vacío empezaría poco a poco a caer como un rocío sobre todos los que esperamos en ésta esquina. Haríamos un coro de lágrimas que no salen. De abrazos que no se dan. Miraríamos hacía arriba buscando una certeza. La luna, con su impronta egocéntrica tendría todo el protagonismo. Sentiría la sorpresa que todas las cosas le daban. Vería su mano señalándolo todo, todas las primeras veces que no se pueden olvidar. Pienso que el olvido se llevó tantas cosas. Y suspiraría hondo, llenándome el pecho de esos mismos interrogantes que nunca acabarían. Se me vienen encima todos los lugares a la vez.
­-Porque no hay un lugar

-Y porque nunca lo habrá. Porque siento que espero en todas partes. Que da igual. Y ya con la voz baja se iría apagando cada luz de la calle. A veces haciéndome el fuerte, otras veces con los ojos enrarecidos preguntaría la hora. Pensando que la espera recién empieza. Que no va a tardar. Que algo le habría pasado, algo importante, algo trascendental en sus días que hicieron más larga su demora. Mientras tanto vendría desde la orilla del mar una huella, un paréntesis o unos puntos suspensivos. Sentiría su abrazo pendiente. Me hamacaría la mirada de un lado hacia el otro por encima del hombro para mirar de nuevo con disimulo. Como si no fuera evidente todo ya. Habría guardado de nuevo el saludo que siempre ensayo, para estos momentos, para cuando pienso que estaría bueno charlar. Y me sonreiría con el de al lado. Y le haría una mueca con la ceja levantada haciéndome el desentendido.

miércoles, 29 de julio de 2015

De pueblo en pueblo

La puerta había tomado la forma del olvido. Primogénito el silencio se esparció en columnas apiladas por toda la ciudad. Así se construyeron pueblos enteros. A veces, no hubo un solo día en que todo fuera tranquilamente silencioso. Y caminar esas calles mojadas, repletas de hojas anaranjadas hacía más húmedo su nombre. La paciencia se convirtió en poesía y sus ojos caminaban como meneando el tiempo. Ese rasguño en la cara, apilado arruga sobre arruga, mantenía intacto el anhelo de volverse a encontrar. Pero, ¿cuándo? ¿de qué forma? ¿en qué preciso momento, de todos los momentos de espera, podrían cruzar al menos una palabra? Se peguntó. Una palabra, una mueca, un revoleo de párpados, un aleteo de caderas, que no hayan sido antes canción. Se habían imaginado de mil formas distintas, olvidándose poco a poco hasta convertirse en dos extraños perfectos del tiempo y de las barcas. Así termina todo, dijo uno de los dos mientras se encogía de hombros. Ahora la distancia era apenas un susurro. Como una brisa que te salpica en la cara una lágrima de poeta. Los finales son finales dijo alguno que esperaba en los andenes de todos los pueblos. De pueblo en pueblo. Llevaba consigo su nombre escrito. La memoria suele ser tan espantosa con los años que la gente tiende a olvidarse las cosas esenciales. Y siguió esperando con el paso erguido y la voz tomada. Guardando una sola palabra para cuando se cruzasen. No vaya a ser cosa que para entonces se haya gastado la voz, pensó. Y cerró los ojos imaginándose todo.