lunes, 21 de marzo de 2016

Digamos

Digamos que sigues haciendo algunas cosas mal. Yo pensándote y vos con tus himnos en otras bocas simulando que ya has olvidado. Tus caminos también son mis caminos y veo los lagos reflejándose en tus ojos con la paciencia de quien espera sin sorpresa. Saber que fuimos, ya no, pero que fuimos una canción precipitada, una mañana cualquiera.

Digamos que fuiste, pero con cierta timidez, la poesía de mis manos soportando el abrazo y sus ausencias. El barrio es el mismo, salvo por las arrugas que se arriman a la vereda. Por algún lugar de todos los espacios, de todas las esquinas me entero algo de vos. Yo te veo más bien como una figura anómala, sin nombres ni deseo. De vez cuando te escribo una poesía para que no te vayas. Para que nunca dejes de irte. Y que no regreses y te mantengas con vida en las cosas cotidianas. Que seas, cuando menos, una brisa, un suspiro indescifrable, geométrico, perpendicular a la luna.

Digamos que a esta altura el recuerdo es mínimo. A veces te dejo ir, pensando que es para siempre, y otras veces, me suspendo en cielorraso en el vano intento por interpretar tu mente y mi mente fantasmagóricas. Siento que el olvido es así. Como un vaivén de preguntas y respuestas. A veces se hacen estatuas, plaza enteras, barrios, cuidades, con nombres de gentes que fueron. Para no olvidar. Para eso escribo tu nombre entre sueños, pesadillas, inimaginables persecuciones; crucigramas de manos, esquinas borrosas. Borrables.

Digamos para ser honesto, que le he perdido el rencor a los domingos. Y eso por vos. Porque los domingos de plazas, ya no son cementerios. Puedo tenerte y poseerte, sentir tu aliento junto a mi aliento en un breve instante, suspendido el tiempo en ese instante, donde todo puede pasar pero no pasa nada. Nunca pasa. Entiendo los finales completos, las historias cerradas, las vida consagradas, los plazos cumplidos, el silencio otorgado, la pausa finita e infinita entre tus distancias y las mías.

Y luego me convenzo que es mejor no creer en heroínas, aunque me sepa los finales de memoria, y siempre haya un capítulo para sentir el silencio acústico de las palabras que pensamos y no decimos. Definitivamente es mejor así. Que pretendamos con disimulo continuar con la ignorancia eficaz de tu mirada y la mía. Imaginate la tragedia, la guerra, el infortunio, la improbabilidad, las consecuencias, la eficacia, la ficción, lo orgásmico, lo inconveniente, de encontrarnos vos y yo. De casualidad sin proponernos el destierro."