domingo, 6 de diciembre de 2009

Te ibas lejos esa tarde


Desde la ignorancia hasta sus huesos había un mundo. ¿Por qué será que la gente deja de contestar siempre? Uno se esfuerza en mandar un mensaje, un mail, un llamado y el silencio gigante resulta ser la única respuesta posible de los dioses. Y aún así, ¿existe un dios omnipotente? Me preguntaba que sería de las calles desiertas, de las luces naranjas, de los mares abiertos, de ese cielo enorme de barriga quieta.
La soledad es una época tranquila de tiempos mejores. Es la distancia de palabras que se sumerge en las olas que besan la arena. Desde estas costas posibles sus ojos son como marejadas de preguntas que no me llegan nunca. El solitario desenlace de los mates fríos, de las tardes mareadas de alcohol de vinagre, de pasos firmes y sandalias rezagadas.
Igual sabía que no ibas a responder. El fracaso de las horas resulta ser un poco más atento que tus voces. Trataba de escribir lo que no me sale, ¿no te pasó alguna vez que querés decir algo pero que no hay palabras? Digo, hay cosas que no pueden describirse… no sé, lo que se te ocurra. pero hay oportunidades en la vida en que las palabras están de más. Que no sirven, como que estorban.
Y el pecho se hunde…. o lo sentís como inflado o ancho, y de repente todas las cosas del mundo se sobran. Bueno, eso es parte de la soledad. Si sentís que las calles se ven reflejadas en tus ojos, o como que los balcones son gigantes… o las veredas de hunden poco a poco en una misma sensación de finales sin respuesta,. Digo, pregunto por si acaso, no hay presupuesto para el amor? ¿Dónde están los mapas Adrián? ¿Cómo que no hay?
¿Y los presentimientos? ¿Qué será de las veces en que uno vuelve a las cosas de siempre? Yo quisiera que volvieran tantas cosas que ya no vuelven. Val me habla y no la entiendo. ¿Qué me decis?
Te ibas lejos esa tarde. Yo alcanzando los abrazos a tiempo, vos volando los horizontes con dinamita, con pedazos de luna arrancados de cuajo, con una sola palabra en la boca que era veneno y estigma.
Te quiero como a un perro, dijo. Sostenía en las manos un punzón filoso que acababa de salir suave de mi vientre. De los ojos quedaron los huecos, como estantes vacíos que sospechan los libros, miles de historias de gente como uno. Te ibas lejos esa tarde, como tartamudeando los pasos hasta perderse diáfanos en un mundo creado sólo para tus escapes. La soledad se escondía por ahí, detrás de un montículo de voces repentinas que huyeron todas a la vez. Es cierto, las calles estaban distantes cuando uno quiere llegar rápido a todas partes.
No llegué a ningún lado, recuerdo. Sentado con las manos abiertas, con el pecho envuelto en las cosas que nunca decimos, en los domingos de siempre, en este sillón gris de paciencia gratinada; como sabores salteados, o esquinas o motos o puertas que ya no se abren. Ya nadie entra desde estos lugares, ya casi ha pasado lo peor, digo, mientras sumerjo mis manos en la pileta de la cocina. Destejo el pecho un poco, suspiro hondo y profundo, como sabiendo que las cosas no salen solas. Que hace falta lucharla un poco más.
Inventaba un par de comillas y paréntesis mientras decías esto. Yo por mi parte he detenido mi búsqueda, me conformo con los mates infaltables a esta hora, ¿perciben al silencio entrando por la rendija de la puerta? quieto el paso de las cosas, levanto la cabeza por fin para inventar otras historias, para darle paso al aire fresco que golea la ventana. ¿Y esa música? ¿Oyen esa música de tambores y finales?
Te ibas lejos esa tarde. Y bueno, andate. Total, yo me quedo mientras tanto haciendo tiempo con el destino, jugando a las cartas, o mirando la tele. Para mi es más fácil quedarme. Para el mundo entero es más fácil quedarse así. Al fin y al cabo no somos de ninguna parte, no pertenecemos ni acá ni allá. Somos energía, cuerpos celestes en constante movimiento, somos carne fresca, facturas de domingo, sillas de cristal, ventanas de caramelo y alfajores. Te ibas lejos esa tarde, es cierto. Que bueno que en algunos lugares no haya esquinas para pegar la vuelta. Porque así es mejor, yéndonos recto, derecho a hundirnos despacio en el horizonte que aguarda también. Al final, todo es como una ruta, como ciudades nuevas, como pueblos desconocidos, como playas flojas. Estamos acá esperando que las nubes se vayan, que el agua se caliente, que alguien destape una pregunta cualquiera.

2 comentarios:

  1. nadie se merece que le escribas eso. es demasiado lindo para alguien que no supo valorarte.me gustaria conocerte, charla algun dia de estos porque ami me pasan cosas iguales a voz.yo quiero sntirme amada asi!! es verdad eso de "dios le da pan a quien no tiene dientes" FUERZA!! ya encontrarass quien te quiera como vos queres.. muy lindo leerte com siempre. gisell

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  2. Muy emotivo.. se me pone la piel de gallina cuando te leo. MATIAS

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