lunes, 14 de septiembre de 2009

Del libro de los miserables.


Tenía las contradicciones propias de los años adversos. Lo solos disfrutan la probabilidad de las cosas inciertas. Se levantó temprano como la costumbre de las mañanas se lo permitía, preparó una taza caliente de café instantáneo, leyó los diarios por Internet y dejó que los pies fríos cayeran suaves por el piso. Se rascó la cabeza pensando sus vacíos, miró la ventana y de ahí la calle, y se fue con la vista por los barrios empinados mientras revolvía el azúcar que descansaba en el fondo de sus sorbos.Llega un momento en que se dan cuenta de sus manos vacías, de algunos fracasos, de las posibilidades que se pierden por temor. Digo, y sostengo, que la soledad no es casualidad.Un cigarrillo largo le servía para sostener sus labios secos ya. Pensaba y pensaba como queriendo descifrar los crímenes de los silencios exagerados. Había una foto que le llamaba la atención desde sus puertas y los muros. Sabía que más tarde iría a jugar al bingo a la casa de Valeria. - ¿Dónde puse las pantuflas? le preguntó al perro. Afuera, sonaban las bocinas enloquecidas mientras una quietud raquítica le avisaba que los días se le estaban pasando de largo.

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