lunes, 7 de septiembre de 2009

Los otros y nosotros


La soledad tiene que ver con Uno. Es decir, partimos de la idea del solo, de estar o sentirnos solos. ¿Decir solos en plural es correcto? Debemos comenzar por definirnos desde la antigua concepción aristotélica de afirmar que el hombre es por naturaleza un animal social. Y entonces, pregunto, ¿cómo podemos afirmar entonces que estar solo está bien?
Es decir, veamos lo siguiente: nacemos y morimos solos, y sin embargo nos pasamos la vida buscando un otro que nos acompañe en la vida. La soledad tendría mejor una significado más subjetivo. Somos solos desde nosotros mismos. Y de hecho, aparte del mundo somos nosotros solos. Nos pertenecemos y nos debemos a nuestros actos propios. Entonces la soledad debería tener que ver más con un estado psicológico, una sensación interior de abandono, de pérdida, de angustia. Existe una contradicción, un choque ideal entre nuestro “querer-ser” que nos deja inválidos en la búsqueda del “ser-con”.
Nosotros somos nosotros, seres independientes y autónomos. Como ya he dicho, somos esto y aquello, y todo junto. Pero me llega un interrogante más primitivo en esto del ser-con. ¿Los solos dejamos de ser? De existir?
O peor aún, por quién existimos? Existimos por nosotros o por los otros? Nos levantamos a la mañana porque existe otro alguien?
De ninguna manera. Somos esto, y la melancolía de la pérdida es un atributo que se vincula con aquella falacia de que “todo pasado fue mejor”. ¿Podemos permitirnos comparar lo vivido aún con aquello que no conocemos? ¿No es el pasado acaso también un término vago?
Digo, si el pasado fue mejor, entonces no tendría sentido seguir viviendo. ¿Con qué grado de expectativa podríamos desayunar los meses que vienen?
El pasado resulta ser un derrota, aquello extraño a nosotros ya. No nos pertenece el llanto llorado, ni los recuerdos de aquello que no tenemos. La angustia, el dolor, la ausencia no es justa con la vida; con los días que faltan, con los veranos que vienen. Dejemos el recuerdo con los recuerdos. Las cosas en el lugar en las que deben estar.
Esto tiene que ver con aquello de ser uno mismo o pertenecer a las manadas, nota a la que los remito. De una cosa estamos seguros: existen otros, por ellos vamos. Pero que la búsqueda de los otros no sea la de otros. Sino la nuestra. Buscarnos y sentirnos. Desde la soledad, del individualismo. Desde nosotros y para los otros; no por los otros.

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