domingo, 29 de noviembre de 2009

Yo no Soy solo


Me había confundido todo. En este afán se saciar mi soledad mezclé todas las cosas, y de pronto me ví víctima de mis palabras, encerrado en los estados prematuros de mi conciencia, aislado de mis cosas, de aquello que me hace “ser”, existirme, sentirme como soy.
Hasta que por fin una noche de cigarrillos insoportables, de insomnsios exagerados, de guerras en mi cama con las sábanas y los quejidos del colchón, me pregunté si en verdad yo soy solo. ¿Qué somos? ¿Quiénes somos?
No tengo ni idea de mis respuestas porque después de la tercera cerveza comencé a sentir una terrible atracción al vacío, la música me envolvía como acariciándome todo con una suavidad inexistente que no tenía.
Gozaba de un concepto erróneo acerca de la soledad. Dicen que la soledad es ausencia de compañía, para mí es esa sensación de vacío. Uno bien puede estar rodeado de gentes e igualmente sentirse solo. Entonces, si esto era así, también estaba equivocado sobre lo que realmente significa estar o ser solo.

Y ahí entonces la pregunta que me acercaba Héctor, mi amigo sin comillas: ¿somos solos o estamos solos?
Y cuando intenté la respuesta fue mágico el catálogo de posibilidades que dieron origen a las probabilidades de estar más solo de lo que en realidad soy. ¿Yo soy solo? ¿es eso lo que pienso de mí? ¿es acaso eso lo que quiero para mí? dijo Matías.
Definitivamente no soy solo.
La soledad a la que le escribo es distinta. Hablo del desengaño, de los finales, de estar o no con alguien, de la ausencia de ese sentimiento semejante al amor. El amor-eros. Pero eso es sólo una parte de la soledad. Estar solo es todavía mucho más profundo y cruel. Y yo no soy solo. Soy esto, un escritor barato de madrugadas que piensa que la vida le debe una oportunidad en muchas cosas, alguien que disfruta la soledad con el gozo del tiempo bien invertido; alguien que se cuelga del balcón mirando la gente pasar, tratando de entender un poco por qué nos pasamos la vida extrañando justo a los que ya no están. Y entonces, como un suave click en mi cabeza, por esos comentarios que me dejan, por esas preguntas que divagan por ahí, me di cuenta que iba siempre a contramano. Ya lo había sentido en otras oportunidades, pero ahora tenía sentido. Es decir, me había convertido en una máquina de incorporar el sufrimiento, me alimentaba del dolor, de la ausencia, de los ojos inflados por llorar, de la bronca, del sentirme solo desde acepción más trágica de la soledad.
La tragedia quedó reservada para las comedias. Mi vida no es una tragedia. Si entiendo que es un despelote andante, que debería reeditar muchas otras preguntas, y resolver otros conflictos que nada tienen que ver con ser o estar solo.
Es decir, no abandono mi búsqueda. No dejo de esperar ni me resigno a nada. Sólo que hoy, desde este otro lugar me permito ubicarme en el rol de Daniel a secas. No soy Solo yo. Yo soy Daniel. Este pibe que se divierte con las mismas cosas de siempre, como vos, como aquel que pasa ahora justo debajo de mi balcón. ¿Somos solos? Me parece que me había confundido. Ahora estoy solo, no es un estado, es algo circunstancial. Mientras tanto.. justo ahora.. disfruto de este domingo londileño, con unos ricos mates con facturas.

Es cierto, estoy solo y eso podría cambiar ahora mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario