lunes, 10 de agosto de 2009

Agosto, 9


Enciendo una vela desde mis sillas. El asfalto caliente saltaba en puntas de pie de vereda en vereda. Ahí te esperé como siempre vestido de esquinas, con la solapa de tus nucas regresando muerto de hambre.Las horas han pasado un poco, y mis relojes atrasan las llegadas; desde los puertos todo esto es mejor: los andenes pacíficos vulneran lo inevitable. Ya están en camino los dioses que auguran lo peor, que desatan otras vigilias como pentagramas fucsias que deliran las olas.Es cierto, los pasos blandos de la gente llevándoselo todo son creíbles también. Muerto a los pies de una cama como la mejor pesadilla psicótica de los comienzos. Ya no escribo las paredes de entonces. No espero expectante ver el cielo pasar. He perdido todo rumbo y desde mis rincones me dejo la música como un último deseo que espero cumplir. Una bata blanca le ronda el cuello lunar, la derrota de mis codos, el abuso del alcohol y la marihuana han soportado otro invierno.Ya se siente a los lejos el mar viniendo de a poco, como un jaque, como un ida y vuelta con las manos vencidas y la cadera vacía. He perdido, supongo. El aire me hace sentir una culpa que no tengo y te adoro sentado en una mesa de bar cualquiera. Algún día llegarán los tiempos ricos. ¿Oyen su nombre a lo lejos? Qué feos son tus cumpleaños sin mí...

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