miércoles, 26 de agosto de 2009

Malísimo


Le había escrito el último poema de todos los finales. Sus manos tibias todavía sostenían aquel pedazo de papel blanco como quien sostiene la vida entera.
Lo leyó dos veces más.
Es malísimo, me dijo.
Y se fue detrás de un gordo lleno de palabras y nunca más supe de ellos. Volaban en aerolíneas con sus ropas caras, baratas.
Yo le hice otro poema mejor para que no volviera jamás.

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