domingo, 19 de julio de 2009

Domingos inesperados...


Enfundo mis ojos miopes y cargo los pulmones de aire y gelatina. Afuera de las ventanas, los espejos corren desesperados por la vereda, y una mujer se cuelga de las luces celestes de los autos. El tiempo no habla, sin embargo, dirá lo demás, me aseguran antes de traerme el diario.
Ayer era mejor el destino, digo, más bueno. Ahora me sumerjo de los tempranos y los fracasos de estos cielos. Resulta que me dijeron que me conviene dejar la terapia, y yo dudo de los psicólogos asi que veré.
Y digo veré como quien le tira la culpa al viento de los domingos inoportunos. ¿Otra vez domingo? Pregunto.
Salto los jueves a veces, salto las madrugadas y las noche solo. Pero los domingos no puedo. Es distinto porque el silencio es ácido, dulce y transparente. Hay un vacio en las calles… que no sé. Suena terrible la esperanza, la idea fantástica de tener que comenzarlo todo. De nuevo. Los domingos tienen esas cosas, aseguro, mientras vuelvo a mirar en la primera hoja del diario para confirmar que realmente hoy sea domingo y no, otro mes cualquiera.
Siento un escalofrío punzante que me recorre todo el espinazo hasta llegar al talón de las esperas, ahí donde tengo tatuadas las tardes solipsimas. Tristisimas diría Eugenia.
¿Existe una melancolía más linda que la de esperar los domingos caminando? Pregunto de nuevo sin que nadie me responda.
Acostumbrados mis balcones a esta niebla en los párpados, sujeto los proyectos de todos los días y creo historias que después regalo por ahí.
Digo, yo soy solo, sin embargo los lunes me invento compañías, disimulo las soledades, y todo queda como entonces. Hasta que por fin lleguen los tiempos de revancha. Y ojo con esto, que he dicho revancha y no venganza.
Me tocan el timbre, bienvenida Casandra, no hay nadie. Se habrán equivocado de día o de domingo. Es un callejón de respuestas. Un diálogo de sonidos mudos que me dicen que la noche viene llegando. Por fin llega algo a alguna parte! Murmuro en voz alta. Las paredes a esta altura me miran y no entienden nada. No hay nada que entender, les digo y agachan la cabeza. En realidad tampoco hay para ver; si al fin y al cabo es otro domingo más. Otro domingo inesperado que me sacude la cabeza y me dice que los lunes siempre son mejores. Porque las cosas se ven más complicadas y los proyectos olvidados dejan la derrota como una posibilidad para después.

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