viernes, 10 de julio de 2009

Estar solo...


Estar solo es tener una alegría tan grande, una libertad tan insoportable que se hace difícil compartirla con alguien.
Es despertarse a la madrugada y preguntar la hora, y que nadie responda. Es un cepillo de dientes muerto de esperas, es una sola taza de café, una luna, millones de noches quietas y consecutivas, apoyadas lomo a lomo una contra la otra. Estar solo es divagar por las habitaciones sin que nadie se detenga a preguntarte qué estás haciendo. Es sentarse frente a una ventana apática a ver la gente pasar. Caminar por la costa con un catalogo de abrazos que nadie recibe. Es el viento acariciando cada músculo de la cara, apenas el escalofrío suave de la noche que ya empieza a apoyarse sobre tus hombros.
Estar solo es proyectar de a uno, cama de una plaza, un boleto de colectivo, una entrada para el cine. Sólo una. Yo soy solo, insisto mientras me compro un pasaje hasta mi casa.
Desde mis puertas no hay bienvenidas y eso también es estar solo. Preparar un pollo al verdeo para uno, o a veces ni siquiera comer nada. ¿Para qué sirve cocinarse a uno mismo?
Mejor una rotisería para solos. Una cerveza chica, a veces dos. Una mesa larga y ausente riéndome conmigo mismo mientras veo la tele. Estar solo es la música de los huesos nuestros sin que a nadie le perturbe encender la luz de la cocina a las cuatro de la mañana. Es sentir cada uno de los sonidos noctámbulos donde nadie te abraza cuando has tenido una pesadilla.
Base doble para uno. Wisky doble para uno. Un chocolate dos corazones para uno. Es escuchar ese tema en la radio y no tener a nadie cerca para sacar a bailar, es no saber a quien llamar por teléfono cuando una pena te ahoga, cuando el vacio te ahoga y no hay nadie que te rescate.
Es brindar de a uno. Enamorarse de uno, mantener a veces largas conversaciones con uno mismo, repitiendo otros errores, repasando frente al espejo alguna cara de pavo, por qué no. Es muy fácil saber que la soledad nos consume toda nuestra esencia. Porque al fin y al cabo la soledad es también una libertad exagerada y desproporcionada para este mundo. Es sentirse diminuto y prescindible, caminar las calles y descaminarlas, atar las dos puntas del mar para que en su estómago quepan las lágrimas para un solo nombre. Estar solo es aquella primera mirada del destino, es la vuelta a la calesita, el regreso a los padres, el comienzo de la locura.
Estar solo es la comunión de los silencios, luna que has venido a rescatarme de los inicios de la madrugada, vos me entendés. Es tener siempre un plato en la cena pero poner la mesa para dos. Dormirse con la tele encendida, acariciarse uno mismo la cabeza. Jugar con la compu hasta largas horas, cansarnos acomodando las cosas de la casa, reacomodándolas, y volviéndolas al primer lugar, como un simple pasatiempo. Ver un peli solo (Diario de una Pasión, por ejemplo) y llorar solo.
De eso se trata, de estas cosas que nos perdemos. Conocernos a uno mismo. Yo ya me conozco! diría Julia.
Sin embargo, estar solo deja de ser un padecimiento cuando nos damos cuenta que por ahí, en algún lugar, hay alguien solo que también nos está esperando…..

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