
En el abrazo callado, en el piso, sobre la mesa de luz. Allí estaban sus amigos todo el tiempo. Emparejados, iban de dos en dos por cada pueblo, inventando graffitis, brindando con algodones y espirales. Pero también estaba este amigo impar. No eran dos ni cuatro, eran, tres o cinco o siete. Ellos y él. Pasando desapercibido. Digamoslo así, si te vas a comprar un juego de platos, ¿comprás cinco o siete? No.
Definitivamente, los amigos solos siempre son los impares...
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