miércoles, 8 de julio de 2009

Hasta luego...


Sucede que a veces miramos las cosas desde la perspectiva prometedora de los vacíos. Resulta para vos, para mí, para ellos, aquellos; como un juego práctico de tirarnos desde el precipio primero; desde las ganas últimas, desde este costado y aquel.
La música del viento que ya no trae los nombres de antes, el que espera y muere; el que pierde las ganas de todo por no animarse al riesgo. Estos otros que deambulan por las galerías de la memoria como un animal selvático que nos zarpa la paciencia.
Perdemos todo el tiempo a muchas personas. Perdemos gentes que no conocemos, perdemos las oportunidades que nos debemos. Perdemos desde el comienzo de todo, con las manos ingratas, con el pulso desviado por las lagunas en los omóplatos, en los tobillos desde una inicial hasta la sobrina de los pianos.
Fumamos también a menudo la mejor compañía de los días perdidos, de las esperas constantes y desarticuladas, de los vestidos cayéndose como medialunas, como fetas de cielo, como cenizas póstumas que ya no me importan.
No importan tus contratiempos, ni tus excusas, ni tus pantalones bajos. No deseo oir quizá la melodía dulce de tus huesos chocando contra los mios; ni el aleteo de tus caderas sorprendidas en una mesa de saldos. No quiero disfrazarme de humo, ni darte la oportunidad para que pienses que ha sido el peor final. Que las despedidas fueron suprimidas de a una hasta quedarse con las lunas vacías. Saber que ya no volveré a mirarte con la misma haraganería de encontrarte por ahí.
Deberás entender que uno pierde muchas veces las cosas que mas quiere por inexperto, por orgulloso o por pelotudo.
Me canso de mi almohada húmeda, babeada, de mis pasos rancios, de las orejas agrietadas, de las manos quietas.
Me canso de este vino dulce, del vodka barato, de tus risas repetidas como gamulanes, como gigantes verdes que aparecen por el balcón o la pecera y se tiran cuerpo a tierra después de los hongos. Benditos hongos que me alejan de la realidad. Que me alejan de vos por fin.
Y siempre es el mismo final. Me canso de escribirlo y pensarlo. Me canso de pensarte y traerte. ¿No será acaso tiempo de que te vayas de acá?
Digo, después de todo lo que he sufrido: ¿no habrá llegado la hora de mandarte al carajo? (pregunto)

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