martes, 14 de julio de 2009

Inoportuna noche...


Salí de todos los rincones posibles, dejando de lado las palanganas de mis ojos; desde el cielo sonámbulo a esta hora de la noche ¿Qué hace el sol levantado tan temprano?
Los espejos me miran y se aprovechan de las sombras, donde quedan desamparadas mi figura y la suya. Ya no están. Y que?
Me siento en una pared que da frente a la costa, desde donde la gente se saca el cuero y los ojos y los esparce por ahí, donde el corazón no duela. Y con mis pulmones bien puestos dejé también ese día la canción que el mar cantaba en bata.
Los secretos se reproducen con sus putas, y el vacío es apenas un hoyo ahí abajo ¿Eso era la soledad? Me pregunto al aire y de repente me quedo sin aliento. He perdido otras cosas peores y sin embargo mis ojos no me obedecen, llevo la lengua hasta esos colores naranjas que salen de los vientres de la tierra, de esos perfumes quietos, desde las madrugadas ajenas.
Me voy, perdido en los pañuelos que ya no manchan, en las calles y los universos, en la paciencia que los pisos lloran en hoteles viejos. Ahí estoy. Donde me lamen el ego, donde es mejor una casa llena de oficinas; las golondrinas se desfiguran a palos, no hay primaveras ni vueltas amargas este año.
La hermosura de la cocina me avisa que el agua hirvió. Y qué?
Pasan tantas cosas afuera, tantos olvidos, tantos retrasos. Que la vida a veces suena como un ínfimo detalle que postergamos para luego.

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